15 de marzo de 2010

Viaje a Nueva Zelanda

Itinerario

  • Viaje de ida: Madrid – Barcelona – Milán – Singapur – Auckland (30 horas)
  • Día 1: Auckland
  • Día 2: Whakapapa Thermal Village (Rotorua) y Huka Falls (Taupo)
  • Día 3: Tongariro Alpine Crossing
  • Día 4: Parque Nacional Tongariro - Wellington
  • Día 5: Kayak, Seals and Walk en Abel Tasman
  • Día 6: por la Costa Oeste y Arthur’s Pass
  • Día 7: Glaciares Fox y Franz Josef
  • Día 8: por el Haast Pass y los grandes lagos hasta Queenstown
  • Día 9: Dart River Jet Safari (Glenorchy y Paradise)
  • Día 10: Mildford Sound
  • Día 11: Costa Este (Cabo Nugget y Península de Otago)
  • Día 12: del mar a la montaña (Moeraki – Monte Cook/Aoraki)
  • Día 13: Monte Cook y Monte Sunday tapados por la niebla
  • Viaje de vuelta: Christchurch – Singapur – Milán – Barcelona – Madrid (37 horas)

Comprendiendo Nueva Zelanda

14 de marzo de 2010

La vida en autocaravana

Durante nuestro recorrido a NZ hemos utilizado una caravana Mitsubishi Fuso Canter de la compañía United Campervans. Esta compañía suministra autocaravanas a su filial Alpha cuando su flota cumple los 3 años. Nuestra caravana, de 4 plazas, estaba a punto de cumplir los 3 años, así que nos tocó una de las más viejas.

Tuvimos suerte en Auckland de que nos pudiera atender un chico mejicano que nos explicó pormenorizadamente el funcionamiento del vehículo.

Al ser uno menos pudimos dormir a lo ancho de la caravana, a Dani le tocó dormir en el habitáculo que se encuentra sobre los asientos de adelante, el primo durmió en el sillón de atrás del todo, y yo en unos sillones individuales que se unían gracias a la mesa. He de decir que dormí todos los días fantásticamente, ayudado de la paliza que nos metíamos todos los días. Algún día hizo frío, mucho frío, y el que lo sufría más era Dani que estaba más expuesto a la chapa exterior del vehículo. Pero teníamos unos edredones que daban bastante abrigo, así que ningún día tuve que utilizar la manta.

Tenía una cocina que funcionaba a gas, al igual que el calentador. La bombona había que abrirla cuando parábamos y acordarnos de cerrarla siempre que nos íbamos (todos los días menos uno). Disponía de un horno que no sabíamos que tenía, una pequeña bandeja en la que fuimos capaces de meter dos pizzas una encima de la otra. Lo malo es que era grill y solo calentaba la parte de arriba y más una mitad que la otra, por lo que tenías que ir moviendo las pizzas de arriba abajo y en círculo. Al final acabamos siendo unos expertos pizzeros, porque descubrimos que tras el golpe de grill lo mejor era subirla donde los fogones que disponían de un respiradero para el grill por donde salía el calor que tostaba la parte de debajo de las pizzas. Mamma mía!

El baño no lo llegamos a utilizar nunca, NZ es un país tan cuidado que está plagado de WC por todo el territorio. Todos los pueblos tienen uno público, muy bien cuidado y limpio, y todas las zonas algo turísticas también disponen de uno. Esto nos quedó claro desde el primer día, junto al lago Okareka, que tenía dos baños limpísimos que nos encargamos de estrenar. Sobra decir que carecen de cisterna, pues poseen un pozo o fosa séptica que luego me imagino, se encargarán de recoger y limpiar.

Lo único que utilizamos fue la ducha un par de días. No está mal, si quisieras podrías ducharte mientras cagas y limpias los platos, porque todo acaba en el mismo sitio. El lavabo se pliega y el resto de agua que no se ha ido por el desagüe, cae al “plato” de ducha. El agua se calienta por una resistencia, aunque algún día le costó calentar el agua..

Tanto el agua de ducha como el de fregar los platos acaba en un depósito de aguas grises. Lástima de que no tenga un nivel para saber cuándo está prácticamente lleno. La primera vez nos dimos cuenta cuando estábamos fregando y el agua sucia y maloliente empezó a rezumar por la ducha. Era una forma de saberlo, pero la toalla hubiera preferido saberlo antes.

Este depósito lo podía vaciar en una Dump Station. Los camping las tienen, y algunos pueblos también. Un día tuvimos que parar en una que estaba en un lugar de alquiles de coches, y el tio nos dijo que funcionaba con una “golden coin”. Tuvimos que cambiar un billete y cuando nos acercamos a la Dump Station lo que tiene es una especia de hucha para que des un donativo. Qué tio!

Cuando vacías las aguas grises aprovechas para rellenar el depósito de agua. No sabemos cuánto tendrá de capacidad, pero se tiraba un rato recargándose con la manguera. Cuando veíamos que tardaba más sabíamos que habíamos estado cerca del límite de rebosar las aguas grises.

En los campings todo esto se hacía sin problema, previo pago por la place, claro. Te conectabas a la corriente y podías disponer de corriente en los enchufes, y del microondas, mientras cargabas la batería de la “casa”. Luego nos dimos cuenta que esta batería se carga también al circular con la caravana, pero el mexicano nos dijo que no, y cuando consultamos internet tampoco parecía que esto ocurriera, hecho que te obligaba a parar en un camping cada 3 días (aunque nuestra higiene lo agradecía).

Como los enchufes no funcionan si no estás conectado a red, y eso ya lo sabíamos de antemano, nos compramos un transformador de 12 V (los de la batería de la caravana) a 220 V (los de los aparatos electrónicos que utilizábamos) que se conectaba a la toma del mechero. La verdad que nos vino muy bien, funcionaba a 100 W y tenía un ventiladorcito para refrigerar, y también podía recargar mediante USB. Una buena compra, y barata a través de dealextreme.com

Evidentemente todo en la caravana tenía que poderse cerrar para poder circular con seguridad. Y esto se hacía gracias a unos pulsadores que servían de tirador en los armarios y cajones. Debías cerciorarte de que estaban cerrados antes de emprender la marcha porque te podías llevar una ingrata sorpresa. Y así nos ocurrió un par de veces, sin mayor problema de no ser por el cajón de la vajilla. Éste era un cajón grande, vertical, con carriles extensible donde se guardaba la vajilla ordenadamente. Un día se abrió en marcha y los carriles debieron sufrir. Ya no estaban para muchos trotes porque el cajón andaba siempre descolgado, pero ese día acabaron por salirse de madre todos los pequeños tornillos que tenía, y nos tocó arreglarlo para poder seguir adelante.

Ya el mexicano nos explicó que no utilizásemos para arrancar la 1ª marcha, que era muy potente. Así que teníamos para utilizar las 2ª, 3ª, 4ª y 5ª. Descubrimos que no era ese el único problema del motor nipón. En las subidas no muy pronunciadas la 4ª ahogaba el motor en 1.300 rpm, cuando cambiabas a 3ª tenía fuerza suficiente y subías hasta 4.500 rpm entrando en la zona roja, cambiabas a 4ª y te volvías a quedar sin fuerza. Así que la solución era ir en 3ª sin pisarle, despacito para no llegar a la zona roja de las revoluciones. Un coñazo.

El invento que hemos descubierto ha sido la ayuda al freno motor. Una palanquita a la izquierda del volante que activa y desactiva este freno que aumenta el efecto del freno motor. Tanto era así que en llano no era necesario usar el pedal del freno. Y menos mal, porque bajando, si lo pisabas era como si nada, aquello apenas reducía la marcha, y en pendientes acusadas llegaba a acojonar. Un invento que hacía rugir el motor y la salida de aire.

Y qué decir tiene del hecho de conducir por el lado contrario al que estás acostumbrado. Te situabas a la derecha del vehículo, tenías que cambiar con la izquierda que la palanca encima estaba dura de cojones. Las luces estaban a la izquierda y los intermitentes a la derecha.

La labor del copiloto los primeros días era fundamental. Era el que te recordaba que en los giros a la derecha te tenías que abrir, y en los de izquierdas te tenías que cerrar. Y el que estaba sentado más a la izquierda te iba controlando el arcén, porque los primeros días tendías a salirte de la carretera. Pero todo eso duró unos 3 días, luego eras dueño y señor de la caravana.

En carretera por Nueva Zelanda

Hay varios tipos de carreteras en NZ: las aburridas con rectas interminables, y las divertidas con curvas. De estas últimas, las hay: espectaculares con curvas enlazadas entre altos árboles y selvas de helechos (como el Need For Speed, o el Outrun), y tortuosas con curvas a 75, 65, 55, 45, 35, 25 ó incluso 15 km/h.

Las primeras que comentábamos, las aburridas con rectas interminables, las encontramos mucho por la Isla Norte, entre el centro y el sur, en la vertical de Wellington. Y así pudimos alcanzar el máximo de velocidad de la caravana, quizá hasta con el recuerdo de alguna foto. Estas carreteras, aún con curvas, poseen lo que llaman “Passing Lane” cada ciertos kilómetros. Son lo que conocemos aquí como carril lento. El vehículo lento se queda pegado a la izquierda y el rápido le adelanta por la derecha, salvo camino de Wellington donde me pude aburrir de hacer adelantamientos a toda clase de coches, incluidos Porsche. Les cogía el rebufo para no perder tiempo, e incluso me llevé algún susto por lo cerca que me dejaba.

Algo que observamos en estas carreteras es que la gente en NZ apenas mira en las incorporaciones, lo justo para ver que no te les vas a llevar inmediatamente por delante. Pero si ven que te echas encima porque no han esperado lo suficiente, se apartan al arcén para dejarte pasar. Me convence poco esta medida, porque el que llega por detrás ve cómo su autocaravana no va a ser capaz de frenar, y tampoco adelantarle por el trozo de carril que queda.

Las carreteras con curvas divertidas las encontramos principalmente en la Costa Oeste de la Isla Sur, en concreto entre Punakaiki y la zona de los glaciares. Flipaba cuando pasé Hokitika y empezamos a entrar a las estriaciones de los Alpes Meridionales, por carreteras sinuosas pero abiertas, con alto arbolado, con vegetación por todas partes, miles de helechos… De repente se abre la vegetación y te deja ver el cauce de un río pedregoso con mermadas aguas lechosas, que hace poco portaban millones de litros de caudal. Y como telón de fondo montañas que superan los 2.000 m de altura, con alguna cumbre nevada.

Las carreteras más sinuosas evidentemente están en la escarpada Isla Sur. Son famosas las carreteras alpinas de Arthur´s Pass y Haast Pass, o la que te concede acceso a Mildfor Sound. Cierto es que alguna parte puede ser empinada y complicada, como la bajada del viaducto de Arthur`s Pass, o tras pasar el túnel de Homer camino de Mildfor. Pero sin duda fueron otras las que nos sorprendieron con sus curvas y su dificultad: la garganta del Buller, la carretera del Whangamoa camino de Abel Tasman, o la llegada a Keiteriteri.

Pero sin duda en donde peor lo hemos pasado ha sido en la “carretera” que nos iba a conducir al Monte Sunday. Sus piedras y sus ovejas nos impidieron llegar a ver el lugar donde se rodó Édoras de El Señor de los Anillos. O la carretera de vistas panorámicas que nos llevaba de Kaka al Cabo Nugget, o la carretera desde Dunedin hasta la península de Otago con sus curvas al pie del agua. Y la peor de todas creo que fue en la misma Península de Otago, cuando quisimos llegar a la Bahía Sandfly, con una carretera retorcida, empinada, aunque de hermosas vistas.

Un común denominador en todas estas carreteras era la existencia de obras por todas ellas, y en cualquier estado. Te podías encontrar con un carril cortado, para lo cual te hacían ir por el lateral de la carretera, pero sin asfaltar. O encontrarte la carretera enteramente sin asfaltar, entonces o podían cortar un carril y regulaban el paso con un semáforo portátil, o circulabas libremente y con mucho cuidado. También nos encontramos con muchos tramos señalizados con obras pero que tan solo se cortaba el arcén con conos y no había ningún resto de trabajo realizado. De todos modos, tampoco vimos mucha gente trabajando en las obras, si acaso cuando más vimos fue el día entre Rotorúa y Taupo, y era domingo!

En todas ellas, salvo en las capitales claro, los puentes era de un único carril. El que llegara antes pasaba, y sino, estaba señalizada la preferencia. En los más largos, al igual que en el túnel de Homer, había unos apartaderos para que fueras cruzándote con otros vehículos. Incluso hubo un puente, creo que por la Costa Oeste, en donde se compartía el puente con el tren. Es decir, circulabas por las vías del tren. Y no creáis que estaba regulado por un semáforo, no, un ceda al paso!

Bueno, lo de los trenes también era alucinante. Sobre todo en la zona anterior a Dunedin, coexistías por completo con la línea férrea. En pocos cruces existía barrera, y en menos semáforo. Había numerosos cruces con tan sólo un ceda al paso, y de difícil panorámica. Incluso llegamos a ver una vía de tren atravesando una rotonda! Podíais creer que las vías estaban en desuso, o que pasaba un tren cada semana, pero nos llegamos a cruzar con uno, que eso sí, circulaba lento. Menos mal que en ese caso nos tocó un cruce con semáforos.

Hablando de cruces, allí no son rectos, es decir cruzas una carretera pero no continúas recto, tienes que incorporarte unos metros para girar de nuevo, es como si el cruce estuviera movido, discontinuo. Era algo que nos parecía peligroso.

Y en las ciudades, pues lo curioso es que en los cruces de calles tienes tu semáforo en la línea de detención previa al cruce, y otro semáforo enfrente, que te corresponde a ti. De forma que si tu efectúas un giro te encontrarás con un semáforo posiblemente cerrado, pero que no te afecta a ti sino al que ahora dejas tras de ti.

Para acabar, desde el punto de vista del peatón, en Auckland nos sorprendió lo poco que duraban los semáforos, y que éstos no tenían muñeco verde, sino ausencia de muñeco rojo, increíble. Bueno, y los pasos de cebra en diagonal, que obligan a detener el paso de todos los vehículos.

Menos mal que con tantas cosas no tuvimos ningún percance, salvo la pedrada que nos lanzó un tractor que estaba limpiando una cuneta, y que nos dejó un hermoso regalito en la luna. Hay que recordar que en este país no existe un examen práctico de conducir, de forma que la gente que conduce es como si no hubiera ido nunca a una autoescuela. Qué mejor sitio que la carretera para hacerse conductor. De hecho nosotros hemos pensado en sacarnos el carné de camión ya que con las carreteras que hemos sufrido y el bicho que hemos tenido que conducir, nos vemos capaces de llevar cualquier trailer.