28 de febrero de 2011

Cascadas del Aljibe

Cansados de tanto nieve y amedentrados por los avisos de avalanchas (de nieve y de gente) en la Sierra, preferimos viajar un poco y echar todo el día en la Sierra del Rincón, en Guadalajara. Nos marchamos a las faldas del Ocejón, donde llegan las aguas de la Sierra de Ayllón, queríamos ver una cascada y prometían mucho las Cascadas del Aljibe. Iba a ser una ruta a priori fácil, aunque avisaban de rachas de viento, pero como había que comer por allí fueron baja muchos de nuestros amigos, quedándonos para la ocasión mi primo David y Dani.

SONY DSC Partimos de El Espinar (Guadalajara), y como el comienzo de la ruta podía ser algo aburrido configuramos la partida: Modo combate: “on”; Estrategia: “militar”; Jugadores: “3 vs computadora”; Enemigo: “vacas”; Nivel dificultad: “experto”. Y allí aparecieron frente a nosotros, un par de avileñas con sendos pares de “velas” sobre sus cabezas, y en su retaguardia un ternero. Oye, que el temor hacia las vacas le superé hace tiempo, pero a un par de velas bien puestas y dos madres protectoras recién paridas… la experiencia me dice que hay que mantenerse alejado, máxime si las vacas levantan la cabeza, te miran, y altivas caminan hacia ti.

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Así que paso para atrás e intentamos el rodeo. A esto que vemos que por el flanco izquierdo se aproxima el resto de la ganadería al trote. Cuando ves correr a una vaca de éstas digamos que se te engrosa el cuello. Nos damos cuenta de que estamos reculando hacia sus comederos y que quizá nos hayan confundido con la persona que viene a darlas de comer. Así que optamos por introducirnos entre las jaras y salir por detrás de donde estaba el grupo. Mientras caminamos vemos que las vacas han cambiado su dirección y ahora se dirigen hacia donde caminamos. Nos agachamos para que no nos vean (comienza el ridículo) y acabamos saliendo a un claro de la dehesa con un par de fresnos grandes. Localizamos al que nos podríamos subir y esperamos que las reses crucen delante nuestra por el camino que nosotros deberíamos llevar.

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Nuestro siguiente nivel de seguridad está junto al camino. Andamos hacia él, comprobamos la localización del enemigo pero no le avistamos. Dani se adelanta, yo me mantengo mirando a un lado y el primo al otro. De repente surge una cabeza de entre las jaras camino adelante. “Maldición, las jaras no son un escondite, son SÚ escondite”. Y el ridículo continúa: cruzamos el camino, esta vez desviándonos para el otro lado entre jaras aún más altas. Las vacas se dirigen al camino de nuevo, “esto es de coña”. Bajamos una loma para que no nos puedan ver. Caminamos unos metros y empezamos a recuperar el terreno perdido hacia el camino. Caminamos agachados como en la guerra. Y por fin aparecemos de nuevo en el camino, hemos dejado atrás a las vacas.

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La ruta continúa durante un par de kilómetros más en fuerte descenso, sin más contratiempos. Y así llegamos al arroyo del Soto. Para ver las cascadas nos tenemos que desviar a mano izquierda. Poco a poco comenzamos a oír el rugir del agua, y el golpeo de su caída. Las cascadas son dos escalones de unos 6-8 metros respectivamente labrados en la pizarra. Una estampa muy bonita.

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Tras las fotos y hacer un poco el cabra por la zona, buscamos la zona para cruzar el río. Buscamos aguas abajo y aguas arriba pero es imposible. La antigua forma de cruzarlo, un puente hecho con pizarras, está desmoronado. Así que acabamos llegando al camino por el que bajamos. Es el mejor lugar para vadear el río: al principio hay unas rocas, pero después la fuerza del agua las ha arrastrado por lo que hay que mojarse. Piso las primeras rocas tanteando el lugar, y me animo a dar el paso, meto un pie en el agua, el otro y de un salto llego a la otra orilla. Es el turno de mis compañeros. No os lo relato, os dejo un vídeo (pinchad sobre él)

algibe (92) Para secarse las botas y los pies decidimos comer allí, al abrigo del viento, y pidiéndole al solecito que nos caliente un poquito.

SONY DSC Conseguido el hito de nuestra ruta de hoy ya solo nos queda regresar a El Espinar, pero no por donde hemos venido (vacas), sino ascendiendo por el camino forestal que nos dejará en Roblelacasa. Pero antes visitamos el puente de Matallana, reconstruido recientemente, sobre las aguas del joven Jarama. Forrado íntegramente (merece la pena buscar una foto del antiguo puente) con pizarra, la misma con la que se levantaron y aún se construyen los pueblos de la arquitectura negra de la zona, del que Roblelacasa es buen ejemplo.

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Ya queda poco para acabar, va atardeciendo, pero el GPS nos revela la última sorpresa: hay que bajar de nuevo al Arroyo del Soto… y cruzarlo!. Y como en estos pueblos lo de los puentes no es que se lleve demasiado (honrosa excepción el de Matallana y algún otro), pues a buscarse la vida para cruzar un caudaloso arroyo. Donde no cubría un metro, llevaba un caudal exagerado, y si no su anchura nos echaba para atrás en el intento. Al final, localizamos un tronco sobre el que cruzar de ésta guisa (ver vídeo pinchando aquí)

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De uno en uno ya estábamos en la otra orilla, ahora quedaba la ardua tarea de recuperar la senda que ascendía hasta El Espinar. Zarzas y más jaras, enganchones, piedras… progresión afanosa hasta llegar de nuevo a la dehesa de nuestras queridas vaquitas.

Acabamos la ruta, con malo números como siempre: 10,5 km, en 7 horas, un track que no merece la pena ni compartir (hay un par de ellos buenos en wikiloc), pero unas fotos maravillosas de los que son ya unos fotógrafos oficiales de rutas. Bravo! eehee vaca!

20 de febrero de 2011

Bola del Mundo - Loma del Noruego.

Pese al sueño y al madrugón, no podíamos desperdiciar la oportunidad de subir a la Sierra de Madrid tras una semana de nieves y un domingo con presumible sol. Así que planeamos ir a la zona más alta de la Sierra, donde asegurarnos de la nieve que se nos viene resistiendo este 2011. Hubo dudas, pero al final decidimos aguantar eso de las aglomeraciones y muchedumbres y tiramos para Cotos. La intención era recorrer la Loma del Noruego hasta Bola del Mundo y después Alto de Valdemartín y bajar por el otro lado de Valdesquí.

Suponíamos que subiría mucha gente a la Sierra este día, y por eso decidimos quedar prontito, a eso de las 9:15 en el aparcamiento de Cotos. Pero no fue suficiente. Patri, mi primo David y yo llegamos allí a eso de las 9:30, aparcamos el coche y un par de minutos después nos llama Dani diciendo que la Guardia Civil no le dejaba pasar al aparcamiento, y que el de Valdesquí estaba también cerrado. ¡No veas cómo madruga la gente!

Así que nos tocó hacer una reestructuración del plan. Dejamos un coche en Cotos y con el otro nos fuimos a Navacerrada. La alternativa al plan sería subir al alto de Guarramillas (Bola del Mundo) desde el Puerto de Navacerrada, y bajar por la Loma del Noruego.

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Poco después de las 10 emprendemos la marcha con algo de frío (unos 4ºC) pero sensación térmica muy baja por el viento que hacía y por las nubes que estaban agarradas de este lado de la montaña (en Cotos estaba despejado y aquí había niebla). En seguida abandonamos el asfalto y cogemos el vial indicado para senderistas (a ver si la próxima vez recordamos que ésta es la PR-17, y la que sube en zig-zag es la PR-11, que viene indicada para esquiadores). Ya me atavío por completo con las raquetas pues hay mucha nieve. Sin embargo se progresa mal, la nieve está bastante dura y unos cientos de metros más adelante me las quito.

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Proseguimos en un ligero ascenso con gente por delante de nosotros, gente por detrás, gente por encima, gente con esquíes de fondo, más gente con raquetas… será un día de gente. Al rato realizamos un giro brusco hacia la izquierda y afrontamos la subida que se conoce como Ventisquero de la Estrada. Es de entender el nombre pues el viento azota desde el oeste cada vez más fuerte. Voy con las raquetas abriendo camino y “obligo” a mis compañeros y otra gente que viene por detrás a bajar un poco más del cordal para protegernos del viento y para que ande mejor con las raquetas. Pero la pendiente, en torno al 20 %, y la acumulación de nieve, nos fatiga, y la ventisca nos las hace pasar muy putas. Yo voy de medio lado por la caída que tiene la pendiente hacia la derecha (¡y qué caída!), por lo que se me resiente el tobillo. Al final lo mejor será volver al camino que hay más hacia el oeste.

Y por él vamos ascendiendo el ventisquero hasta enlazar con la pista de “cemento” por la que sube más gente. Se nota que nos vamos acercando al primer telesilla porque nos encontramos con esquiadores que bajan por la pista, pero es más la gente que sube, y unos cuantos con raquetas. Sigue habiendo bastante niebla pero vamos algo más protegidos del viento. Y así, se hacen hueco entre la niebla las antenas de televisión y radio de la Bola del Mundo (curioso nombre que proviene del programa que estrenó la televisión española en su primera y continuada emisión), ya son las 12 y nos hemos ganado unos frutos secos, galletitas y repuesto de sales (amigos!).

Continuamos la ruta bordeando la instalación de TV sobre el Ventisquero de la Condesa (desde donde surgen las primeras gotas de agua del Manzanares, que no lo sabía) y la niebla sigue cerrada, por lo que tenemos que hacer uso de nuestra orientación con el GPS para coger el cordal de la Loma del Noruego. Tras las primeras dudas y la incomodidad de ir sin ver nada por la niebla y por las gafas empañadas, cogemos el rumbo correcto, la PR-31, y en unos pocos minutos se empieza a despejar el cielo mostrándonos la parte superior de las pistas de Valdesquí. La Loma del Noruego discurre continuamente por el oeste de las pista de esquí, y es la separación física del Valle de Valsaín y el Valle del Lozoya. Las pistas de esquí se asientan, lamentablemente, sobre el Circo de Guarramillas, y aprovechamos que el cielo se despeja por completo para hacerle unas fotos tanto al circo, a nuestra derecha, como a la cara norte de el Alto de Guarramillas a nuestra izquierda.

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Una vez que recorremos la primera parte de la bajada con una pendiente media del 20 %, la inclinación se suaviza pero el espesor de nieve es cada vez mayor y más blando por lo que continuamente nos hundimos. Por fin le estoy sacando partido a las raquetas, pero no os creáis que es un camino de rosas. Bien es cierto que mis compañeros sufren mucho para avanzar: mi pobre primo se hunde continuamente y anda a trompicones, Dani se pone a cuatro patas para aumentar su superficie, y Patri avanza ligera aunque con tropiezos; pero yo de vez en cuando me hundo hasta la rodilla, y cuando esto ocurre la raqueta se desliza por debajo de la nieve, me desequilibrio y caigo para adelante con la pierna totalmente retorcida y el pie mirando para Cuenca. Y para incorporarme, un calvario peor que la experiencia de los esquíes. Menos mal que la caída solo ocurrió en un par de ocasiones, que sino para partirse una pierna.

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271, 5 imagenes, DSCN9185 - DSCN9191 - 5549x2032 - SCUL-Smartblend De este modo me quedo rezagado unos metros en los que camino solo con tiempo de meditar sobre la situación de la vida, y la de las pistas de esquí. Creo que casi todo (no me arriesgaré a decir todo, aunque podría) en esta vida necesita de un esfuerzo para vernos recompensados: tienes que hacer viajes algunos más largos que otros para llegar a un sitio, tienes que ascender por caminos y veredas para disfrutar de vistas indescriptibles, ascender en bici por sendas para disfrutar luego con las bajadas… y creo que las instalaciones de esquí (olvidando el impacto ambiental que implican) suponen eliminar ese factor de esfuerzo que hace que las cosas realmente valgan la pena. Te suben con el telesillas y te dejas caer disfrutando de la bajada.

276, 2 imagenes, DSCN9192 - DSCN9195 - 4680x1742 - CCUL-Smartblend No quiero ser un talibán de la montaña, pero creo que las cosas con esfuerzo siempre son bien recompensadas, las pistas de esquí tienen muchos motivos para que no me gusten, lo mismo que no me gustan las opiniones de gente que pide pistas de esquí para zonas rurales poco desarrolladas. El esquí de travesía es algo digno de mención y de admiración: sufrir en la montaña, disfrutar cada metro, recuperar en las bajadas, darlo todo en los ascensos… noble deporte.

279, 2 imagenes, DSCN9217 - DSCN9218 - 4463x2144 - CCUL-Smartblend Me uno a mis amigos, pero sufrimos mucho la bajada (sobre todo el primo), se nos hace interminable. Creíamos que hoy sí íbamos sobrados de tiempo, pero son ya las 14 h y nos queda un rato largo para llegar abajo. Las nubes empiezan a ser cada vez más negras sobre nuestras cabezas, pero llegamos a un tramo de pinar en el que la nieve es más dura y se puede proseguir algo más rápido, no mucho porque ahora el terreno pica para arriba.

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Finalmente comenzamos a oír el ruido de los coches y el murmullo de la gente. Estamos al lado del aparcamiento de Cotos y son más de las 15 h. Hemos tardado 2 horas en subir a Guarramillas y 3 horas en bajar la Loma del Noruego. Bien es cierto que el tramo de ascensión son 3,6 km y la bajada 5,5 km. La ruta un total de 500 m de ascensión (más de 600 acumulados), 5 horas para 9,5 km lineales, pero con muuuuuucha nieve.

Amigos, sois unos campeones, ¿os compráis unas raquetas?

El track de la ruta


Y no podían faltar las fotacas de Dani:

2 de febrero de 2011

Día Internacional de los Humedales

Hoy 2 de Febrero es Día Internacional de los Humedales, y me hubiera gustado honrarlo con unas rutillas que me he hecho estos días para ver pájaros, pero al final han resultado un poco improductivas.  No sé porqué, hay rachas en que las aves no se te muestran, son esquivas más que nunca, juegan contigo, te toman el pelo…

El sábado estuve en las Lagunas de Villafáfila, aquí ya tratadas, y en alguna otra ocasión. A la que llegaba al Centro de Interpretación (que por cierto cobran un euro por entrar, la crisis) ya pude ver el primer bando de avutardas. No sé cómo hay gente que sigue diciendo que va a Villafáfila y no consigue verlas, aunque quizá es que haya desarrollado una facilidad para encontrarlas, ya que, una vez más, gire la cabeza por si las veía, y ahí estaban.

Al ir a la laguna de Villarrín comprobamos que está el autobús de la SEO con 50 personas apostadas tras los muros del observatorio, y los patos en la otra esquina de la laguna, acorralados. Tanto es así que los gansos estaban en el mismo borde de la carretera, en la vida les había visto tan cerca y expuestos, parece que se están acostumbrando.

Tras una comida al solecito nos fuimos a dar un paseo cerca de Otero de Sariegos, y allí también pudimos ver avutardas en la lontananza y algún ánsar más. Se estaba acabando la luz, sobre todo porque estaban entrando nubarrones negros. Así que nos proponemos dar la vuelta por los caminos de la Laguna Grande. No vimos tirarse a ningún ánsar, alguna avefría (siguen preciosas) y un bando de tarros es de lo poco que vemos. No habremos escogido el lugar apropiado. Decidimos pararnos en la carretera de Otero a esperar la llegada de ánsares, y al final, poco a poco, a lo lejos les vamos viendo tirarse a sus dormideros. Un espectáculo cómo bajan a trompicones, jugando con la aerodinámica, perdiendo la fuerza de sustentación, unos maestros.

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El martes, a la que volvía a Madrid, me desvié por Salamanca a hacer una visita fugaz y la escusa para  ir a conocer la Moraña. Con la guía de “Dónde ver aves en España” en la mano y el GPS como compañero aproveché que el azud de Riolobos estaba de paso y me desvié. Es una lámina de agua totalmente artificial, rodeada por una carretera que comunica la finca Pedrezuela de San Bricio con el poblado de la Confederación Hidrográfica del Duero que hay junto al dique del azud. No esperaba gran cosa y no le iba a dedicar demasiado tiempo a dar la vuelta, pero de camino se me cruzaron volando cuatro grullas que ya hicieron que mereciera la pena el desvío. Nada más pude ver desde la carretera. Aseguraban poder observar bien ánsares comunes y grullas desde el pinar situado al este de la lámina de agua, pero no había nada, quizá hubiera que esperar algo más de tiempo, o quizá el agua estaba muy lejana. También comenta la guía que se puede ver Malvasía Cabeciblanca en la segunda mitad del año, así que no dudaría en darle otra oportunidad a este enclave.

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Por las horas había descartado ir a ver los lavajos de la comarca de Moraña, y había centrado mi interés en la laguna de El Oso, ya que quería ver la entrada de las grullas en sus dormideros. Así que fui directo para allí. Tras pasar el pueblo de El Oso, a mano izquierda, junto a un taller de coches, empieza un camino que conduce a un observatorio de la SEO, pero que está cerrado. La llave habría que pedirla en el bar, pero no hay demasiado tiempo. Le hecho un ojo a los carteles informativos que han colocado los de SEO y marcho para el otro punto de observación. Son tan solo unos metros más allá, a través de una pista cementada que da acceso a la planta embotelladora de Fontedoso. No me arriesgo a entrar en el camino embarrado que accede al observatorio y aparco el coche unos metros más atrás. Desde aquí camino hacia la laguna, de forma errónea porque me topo una y otra vez con una alambrada. Resulta que hay que pasar la nave de la embotelladora y allí aparece el observatorio de madera.

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Según comenta la guía este observatorio está abierto, así que no pasaré mucho frío. Pero cuando subo las escaleras que le dan acceso está cerrado y un cartel me indica que las llaves están en los bares de El Oso. Vaya chasco. Tirón de orejas para la Guía que indica mal la forma de llegar al observatorio y para los de SEO que han dejado cerrado el observatorio. En fin, hay un banquito en mitad de una arboleda que me sirve de refugio para observar la laguna y esperar. Preparo los bártulos y me dispongo a esperar. Son las 18:20 cuando llego, y descubro patos cuchara, ánades reales, cigüeña blanca, porrones comunes y ánsares pastando. Al menor movimiento los ánades, más cercanos se levantan. Encima mío un pito real da el aviso de mi presencia.

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Sigo esperando, hace fresquete, espero, hace frío, pasa el tiempo, me estoy quedando pajarito, nunca mejor dicho, y salvo más cigüeñas no aparece nadie más por allí. Esto me está empezando a recordar al tema de los pinguinos de Nueva Zelanda. Son las 19:30 apenas hay luz y desisto de mi intento. No sé si será tarde en el año y se habrán marchado al norte ya, no sé si habrán cambiado de ubicación, o si no las veré por cualquier otro motivo, quizá los de SEO hayan confundido cigüeñas con grullas.

Marcho para el coche, y corroboro la contaminación acústica de la embotelladora. No sé que inspección habrán pasado pero con la ISO 14001 implantada no deberían tener unos equipos en el exterior que emitan tanto ruido.

Llego al coche, me quito los bártulos y…. grus grus grus, hiiiiiiiiijas de puta! están entrando ahora! Allí deben estar las tías, con frontales y GPS porque el sol hace una hora que se metió y no se ve un carajo, sólo la luz que despide la embotelladora. Así de caprichosa es la naturaleza aviar.

1 de febrero de 2011

Hacia el Lago de Truchillas

“Encargo un día así y no me sale tan bueno”. Esa es la frase con la que acabé la ruta del lunes pasado.

Aprovechando un fin de semana en Zamora con la familia, y que había cogido algún día de vacaciones, reservé el lunes para hacer una ruta que hace un año me dio muy buen feeling, y tanto. Se trata de la subida al Lago de Truchillas, en La Cabrera Alta (que no Carballeda), provincia de León y declarado Monumento Natural.

ruta truchillas Preparé la ruta desde diferentes perspectivas en función de la climatología y los accesos. Conocía el aparcamiento que hay en la carretera que une el Alto del Peñón con la aldea de Truchillas, desde éste al Lago hay 5,5 km, pero no sabía si las nieves caídas durante los últimos días me iban a permitir llegar hasta el aparcamiento, con lo que tendría que dejar el coche en Truchillas y desde ahí la subida serían 7 km. La noche anterior incluso me llegué a plantear no hacer la ruta lineal sino ascender un poco más hasta el pico Vizcodillo y bajar por la vertiente de la Laguna Malicioso, pero iba a ser una aventura muy arriesgada para hacerla solo.

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Me retrasé en la hora de la salida, y las 2 horas de viaje hasta llegar a la zona no arreglaron la tardanza. Como suponía que el Alto del Peñón iba a estar cerrado por la nieve tuve que dar un rodeo para entrar por la parte leonesa, por Castrocontrigo y Truchas. Hasta aquí la carretera estaba limpia de nieve, de hecho el sol radiante del que disfrutaba estaba derritiendo mucha de la nieve que había en la cara norte de las montañas, y casi por completo la de la cara sur. Pero al coger la carretera hasta Truchillas me sorprende una montaña bastante nevada, que va a ser la que me toque subir, y una carretera que no han limpiado y que tiene aún nieve y lo que es peor, placas de hielo.

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Con cuidado y sin sobresaltos acabo llegando a la aldea de Truchillas, y confiado, intento avanzar hasta el aparcamiento. Pero la salida de la aldea está en cuesta y con una gruesa capa de hielo. Refreno e intento tomarla con suavidad, pero ni con ESP ni sin él consigo tracción para afrontarla, así que doy media vuelta. Ahora toca encontrar sitio para dejar el coche, y buscando el pueblo es tan pequeño que se me acaba en un suspiro y me veo dando la vuelta en un tramo de carretera minúsculo sin hielo. Al fin, y tras preguntar a un vecino dejo el coche encima de una placa de hielo en la “plaza” del pueblo. Entre que me atavío con los ropajes estoy saliendo a las 12.30 de Truchillas.

En los primeros pasos medito sobre la duración de la ruta, y con lo que me dice el GPS y un cartel de la zona, caigo en que tardaré 3 horas en estar arriba, y casi otras 3 horas en bajar, que si cuento que siempre tardo más que la media y que tengo que comer, me veo llegando a las 19 horas al coche y de noche, sin contar imprevistos. En ese momento me empiezo a agobiar y aprieto el culo. En esto que veo que baja un Terrano de la Guardia Civil que se para a mi lado. Me pregunta por mi destino, y tras intercambiar opiniones y comentarios a la postre un tanto incongruentes me acaba pidiendo mi nombre, número de teléfono y persona de contacto fuera por si algo me ocurriese, para estar localizado. Me parece fantástico y me deja algo más tranquilo saber que alguien de la zona sabe mi paradero. La Patrulla Rural a mi disposición, como tiene que ser.

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Como veis los prolegómenos son ya de aventura, y la ruta aún estaba comenzando. Por fin dejo el asfalto y tomo la pista que sube hasta el lago, está cubierta de un manto virgen de nieve, tan solo maculado por las huellas de un conejo. Pero… espera un momento, esto no era así, ¿dónde está el aparcamiento? esta pista no subía por ahí… vamos que me he equivocado de camino, cojonudo. Me toca atajar por una tierra roturada, pero por si alguien tuviera que seguir mis huellas dejo señalado en la nieve el desvío que he cogido (en este momento estaba ya un poco flipao).

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Ya en el Camino del Río del Lago veo que hay más huellas de pisadas e incluso de rodadas de un vehículo, pero no son de hoy por lo que estaré solo en la ruta (¿qué esperabas de un lunes laborable?). El primer tramo del Camino, unos 2,5 km es una pista ancha por la que puede circular un vehículo, y discurre paralelo al Río del Lago (como veis no se partieron la cabeza en la toponimia), a lo largo de un relicto bosque de galería formado fundamentalmente por abedules, chopos y negrillos. Recuerdo la primera vez que paré por aquí lo que alucinaba con la cantidad de abedules, que en mi vida había visto en tal número.

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Este tramo acaba en un puente de madera por el cual cruzamos el Río (está restaurado ya que el anterior fue destruido en la riada de 2006). A partir de este punto comienza un sendero que asciende de forma constante y a través de la morrena lateral del glaciar por lo que la base del sendero son rocas y guijarros, que si bien con la nieve no se desprenden, resbalan y son complicados de afrontar en algún caso. El sendero comienza a meterse entre retamares, y se hace hueco por el cauce de lo que puede ser una torrentera. Tras un par de curvas y requiebros llegamos a la parte más dura de la ruta: la Cuesta Millín. Las características del terreno, las mismas que antes pero con algo más de pendiente, y sumado al ritmo al que subo azuzado por la hora, están haciendo que no deje de sudar, menos mal que hace un rato me quité el abrigo, el día es espectacular y el sol me calienta la cabeza.

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Se cruza el río de nuevo, sobre un puente de madera, y una vez más de roca en roca, y así llegamos a otro tramo más cómodo, unos pastizales que hasta hace poco abastecían a la cabaña ganadera del municipio. El sendero cruza por una turbera encharcada, y claro, con el frío de días atrás gran parte de esta turbera está congelada y tapada por la nieve, por lo que al pisar te hundes y cascas el hielo. Divertido, hasta que metes medio pie en el agua. Decir que la nieve, que ya lo cubre todo, es nieve polvo, con muy poca consistencia, por lo que las raquetas no me valdrían, a pesar de ello cargo con ellas, por lo que pudiera pasar.

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Tras algún que otro resbalón y decirme que luego bajo con las raquetas puestas, miro por enésima vez el reloj, ya queda menos para llegar, menos metros, menos espacio, y menos tiempo, pero… ¿dónde está el lago? Por fotografía aérea sé que está a la vuelta de la morrena frontal, ya que el hielo se descolgó en su día en forma de “coma”. En el espacio más abierto en el que me encuentro ahora puedo diferenciar las morrenas laterales: el sendero discurre por la morrena izquierda, más descubierta, y la derecha tiene más vegetación, que no deja ver los materiales arrastrados hace miles de años. Lo que sí se puede ver en esta morrena izquierda son los canchales que ha producido la acción del hielo, pero en la época, actual mediante el efecto cuña del hielo-deshielo. Puedo distinguir algún bloque errático, grande, e imagino el valle en forma de artesa (U) que en su día había quedado moldeado. En nuestros días la fuerza del agua líquida está convirtiendo la U en V, y el río sigue encajándose entre pizarras, cuarcitas y gneis.

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El último tramo, ya en curva, nos va encaminando hacia el circo glaciar donde se asienta el Lago. Y allí se encuentra, al fin, majestuoso en su atril, mostrándoseme con los brazos abiertos, con la lágrima cayendo, despeinado por una leve brisa, y calentados sus mofletes por el sol del último día de Enero. No puedo por más que emocionarme, por encontrarme en un sitio tan espectacular, en el mejor día en que me podía encontrar. 244, 11 imagenes, DSCN0001 - DSCN0011 - 9960x3000 - CCUL-Smartblend

Saboreando la meta no me quiero regocijar, son las 15:30 y me pongo como hora límite las 16:00 para emprender la bajada. Así que poco tiempo para disfrutar, echar unas fotos y comer. Si me imaginaba el valle con más forma de U, también he de decir que no creía que el circo iba a tener unas paredes tan verticalizadas. Me fijo en las cascadas de hielo que cuelgan de sus paredes más umbrías, seguro que algún valiente se atreve a escalarlas.

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Hace buenísimo! pero de todos modos me arropo para no perder calor, la bajada me va a exigir menos esfuerzo y podría enfriarme. Parece como si le dijese un “hasta luego”, apenas me despido de las vistas, sé que muy pronto volveré, y veré el Lago desde arriba, desde la cima del Vizcodillo. Parto raudo senda abajo, a gran paso me deslizo por la nieve que cubre las rocas. Aprovecho que hoy por fin salgo con dos bastones y que me apaño a usarlos para no caerme. Cuando la pendiente es mayor más aún resbalo, lástima de guijarros, podría bajar haciendo culo-esquí. Charlo con mi hermano que alucina que se me haya hecho tan tarde. Le digo que todo OK. Cuando le cuelgo caigo en la cuenta de la quietud del lugar, su silencio. Es como si este silencio ahora se hiciera mayor, creo que llevo una hora bajando con una canturrela en mi cabeza, y la llamada por teléfono me la ha cortado. El silencio es brutal, tan solo se oye el agua cayendo abajo, ni animales, ni pájaros (sólo vi uno en toda la ruta), tan sólo rompe la magia el cimbrear de una ramita doblada al  desprenderse la nieve que tiene encima. Lo disfruto, lo gozo, lo grabo, me lo dispensaré poco a poco cuando me halle en la vorágine de la rutina urbana.

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Tan solo me quedaba una espinita clavada: no haberle dado uso a las raquetas. Así que cuando llego al inicio de la pista me coloco las raquetas. Me debieron durar 200 m, porque hubo un tramo en que desapareció la nieve y había mucha piedra, pero poco después me las volví a poner. Hice algún centenar de metros más pero iban continuamente rozando en las piedras y tenía la impresión de que me las estaba cargando. Hoy no  era día de raquetas. Llego al final de la pista y ahora sí veo el aparcamiento y el merendero que recordaba, y un cartel que se sigue conservando bien. He de señalar la calidad de los carteles (menos uno con el “cristal” roto y cubierto de nieve): claridad expositiva, interesante y fundado contenido, buena presentación y conservación impecable.

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La ruta acaba a las 18 h en Truchillas, listo para coger el coche y sacarlo del hielo. Me voy sabiendo que pronto volveré, porque compañeros, la ruta Lago de Truchillas – Vizcodillo puede llegar a ser asequible para todos nosotros, no sé si con nieve (recomendable), pero sí con algo más de horas de luz. Abril puede ser una buena época, ¿la apuntamos en el calendario?

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PD: podéis mandar un mensaje corto al 5505 con la palabra “CORTAS” si queréis que mis crónicas sean más livianas, o “SIGUE ASI” si os da igual estar media hora leyendo detalles.