20 de febrero de 2010

19 Febrero 2010: el día tonto

Últimas sensaciones en la caravana, las prisas de dejarlo todo recogido, tirar todo lo que ha sobrado y lo que no hemos utilizado o se puede compartir lo dejamos en el camping. La oficina de United Campervans abre a las 8, cuando salimos del camping. Hay que repostar, y dejar los depósitos de aguas grises y negras vacíos. Buscamos la oficina de United y llegamos a la de Kea, nos hemos confundido. Pero todas están cerca del aeropuerto. Adecentamos un poco la imagen de la caravana, nos cobrarían 50 $NZ por la limpieza, pero al final no nos penalizaron. La devolvimos en perfecto estado, salvo el chinazo en la luna delantera que a la chica le parece muy grande. Del trozo de plástico que se nos desprendió ayer no se ha notado nada. Todo parece estar correcto. Nos devuelven el dinero que gastamos en reponer el gas (LPG) y nos indican que hemos hecho 4.120 km!!!! salvajada, mucho para dos semanas como nos indica la chica de United.

Ellos mismos se encargarán de llevarnos a l aeropuerto. Buscamos la terminal internacional y en cuanto entramos probamos a pesar las maletas. La del primo y mía pesan 18,9 kg (la del primo vino con 9 kilos), y la de Dani 19,5 kg, uyyyy. Así que estamos contentos con nuestra disposición de pesos.

Toca ir al mostrador de Singapore Airlines, donde nos facturan las maletas hasta Madrid, con dudas del operario de si Barcelona y Madrid eran las dos ciudades de España. Esta gente se preocupa porque le entendamos y eso supone que haga preguntas que no entendemos, al final es mejor que vaya al grano que es lo que controlamos. Nos indica que tenemos que pasar por caja, y es que en este aeropuerto hay que pagar para salir. No hay quien lo entienda, pero es así, 25 $NZ cada uno.

Pasamos el control de pasaportes, y luego el de seguridad, en el que me hacen un registro de la mochila, que va reventar de recuerdos del país. Ya estamos en zona internacional, hacemos las últimas compras, gastamos unos dólares en unas carreras en los recreativos, y estamos embarcando a las 11:45 camino de Singapur.

Nueva Zelanda nos regala un último día soleado que nos permite ver desde el avión las cumbres nevadas de los Alpes del Sur. Algo caprichoso ha sido el tiempo meteorológico de estos días, pero en general no nos podemos quejar de lo que nos hemos encontrado.

Por delante quedan infinidad de horas de vuelo: hemos empezado con 10 horas hasta Singapur. Allí hemos tenido que hacer una escala interminable de 6 horas, en la que hemos aprovechado para ponernos un poco al día con la conexión a internet que tienen allí los ordenadores, hemos aprovechado los automatismo que incorporan todos los elementos del aeropuerto, nos hemos dado un masaje en los pies, hemos montado en el tren eléctrico que conduce solo que va de una terminal a otra. Lo que nos hemos hecho es comprar ningún artilugio electrónico ya que los precios están más o menos a como lo encontramos en las tiendas en las que compramos en España.

A las 11:45 despegamos de Singapur, y emprendemos un turbulento viaje hasta Milán de 12 horas y media, en la que hemos aprovechado para dormir pero con unos meneos de mucho cuidao. No hace falta decir que tanto en un vuelo como en otro de Singapore Airlines nos han agasajado en demasía con tanta comida como en la ida.

Aterrizados en Milán hemos tenido que esperar a que bajara una buena parte del pasaje, y que limpiaran el avión. Hora y media esperando parados, a las 7:20 salimos de Milán, en un vuelo corto donde hemos podido observar desde el aire los Alpes Italianos nevadísimos. Hemos llegado por fin a tierras españolas a las 8:45. Se hacía raro oir hablar castellano, en el mostrador de Air Europa estábamos medio dormidos, y después en el control de seguridad hemos tenido todos los problemas que no hemos tenido en medio mundo: me he tenido que quitar las botas, sacar fuera el portatil, ponerlo en una bandeja aparte con lo que ya tenía que mover 3 bandejas, y encima en el arco de seguridad voy y pito, con mis pantalones de algodon y mi camiseta de poliester. Como no sea la mierda que llevo encima….

Nos queda esperar hasta las 11:30 que salga nuestro puente aereo hasta Madrid, y por fin, tras 25 horas con los pies despegados del suelo, y 37 horas de aeropuertos y aviones, habremos llegado a casa.

Frase de la jornada:

Yo: “el viaje este ha sido largo de cojones”

Primo: “pues a mi se me ha pasado volando….”

18 de febrero de 2010

18 Febrero 2010

Los caminos de El Señor (de los anillos) son inescrutables.

No ha parado de llover en toda la noche, a intervalos bastante fuerte, aunque el primo dice que se ha despertado y ha llegado a ver el sol. Pero después de desayunar no hay más que nubes bajas en el horizonte, una lástima, pero albergamos esperanzas.

Subimos hasta el desvío que se encuentra poco antes del Hermitage, que nos conducirá hasta el mirador del glaciar Tasman. Hay dudas de si es posible entrar con la caravana allí, pero yo he leído a gente que lo ha hecho y que lo prohibido es desde el aparcamiento del mirador hasta la Ball Hut, así que nos adentramos en el camino.

Lo más parecido al camino Congosto, con infinidad de ondulaciones en el terreno. Además con la bicha que llevamos va todo temblando, y del propio bote y rebote de los amortiguadores se llega a perder el control de la caravana, culeando en algún momento, pero sin mayor problema que la incomodidad. Cruzamos el estrecho puente sobre el río Tasman y en unos kilómetros nos plantamos en el aparcamiento.

Sigue lloviendo y algunas de nuestras ropas siguen mojadas de ayer, pero es lo que tenemos. Caminamos hacia el mirado, son unos 50 minutos aun que nos desviamos antes al mirador del Lago Tasman. Cuando nos asomamos a la morrena terminal la vista tan solo nos da para divisar un gran bloque de hielo que flota en el agua cual iceberg. Y al rato se disipa entre la niebla. Ni glaciar, ni fotos, solo un oriental que se dirige hacia nosotros, y un poco apáticos le respondemos en castellano (él nos habló en medio japonés medio inglés y no le entendimos nada).

Ante la imposibilidad de ver nada desistimos de intentar ver el glaciar desde el otro mirador. Nos volvemos para la caravana con el rabo húmedo entre las piernas (qué humor! juass)

Las vistas deben ser espectaculares, con las cumbre medio nevadas, multitud de glaciares, un ancho cauce, ríos serpenteantes… lo tendremos que ver todo en diferido, como lo conocí, desde el Google Earth, cuando no hará ni un año lo estube recorriendo en vuelo 3D deseando que algún día de mi vida pudiera verlo en directo. Pero no todos los sueños se pueden cumplir al 100 %.

No son ni las 11, y la otra alternativa que manejábamos era ir a ver el Monte Sunday, donde Peter Jackson ubicó Édoras en su saga del Señor de los Anillos. Para ello debíamos salir del valle del Tasman y bordear el Lago Pukaki primero, y Tekapo después, ascender por el Burkes Pass y adentrarnos en una zona bastante desértica, que en ocasiones me recordaba a las zonas yesíferas de Rivas. De Fairlie a Geraldine el paisaje se hace más verde, y llueve con más intensidad. Repostamos y cambiamos el agua a los canarios.

Nos desviamos por la 72 hasta Mt. Somers, y allí cogemos el último de los desvíos para enfilar la cuenca del río Rangitata. No sabemos qué tipo de carretera será. El GPS nos dice que son casi 50 km y que tardaremos más de hora y media. Pero el caso es que la carretera tiene buen asfalto y está limitada a 100 kh/h. Pero eso será solo hasta el poblado de Hakatere. Desde ahí el camino será de pequeños cantos rodados con una anchura de unos 4 ó 5 metros pero sin rodada.

Dani conducía y empezó con buena velocidad, pero en cuanto empezó a notar que le culeaba en las curvas y en las rectas cuando pisaba gran acumulación de piedras, redujo la marcha. Entonces nos encontramos con el gran obstáculo del día: un rebaño de ovejas gigantesco comandadas por un pastor en una pickup que estaba montando a sus perros atrás y que nos dijo que siguiéramos adelante por nuestra cuenta.

Uno ha cruzado algún que otro rebaño de ovejas, pero no de tal magnitud. Además el camino está amojonado por una valla de una anchura de no más de 10 metros, es decir, las ovejas o avanzaban o retrocedía. Y eso hicieron. Según íbamos penetrando en el rebaño las ovejas se iban amontonando a los laterales de la caravana, con mucho miedo corrían para adelante y se apretaban unas contra otras, cuando llegaba un momento corrían hacia atrás. De este modo estábamos partiendo el rebaño en dos mitades, y el pastor se estaría acordando de nuestros ancestros.

Al grupo delantero no había forma de adelantarle, corrían delante de la caravana como las personas en los Sanfermines. Dani iba de un lado a otro pero no se apartaban, y entonces las ruedas motrices de la caravana empezaron a no traccionar, se estaban quedando encalladas en las piedras. Pasamos temor pensando que ahí nos íbamos a quedar tirados, y tuvimos que hacer uso del claxon de los gritos que aprendimos en los pueblos, para al final, en una parte más abierta del camino, adelantar al resto del rebaño.

Pero la emoción no iba a quedar ahí. Cruzamos otro poblado, desierto, que se encuentra entre dos lago. Y más allá el camino tenía cada vez más piedras. Llegó el momento de decir “no” a Édoras, no merecía la pena el la tensión que se estaba mascando en el ambiente. Pero… ¿cómo dábamos la vuelta? el camino era suficientemente ancho, pero había algo de rodada y cualquiera se ponía las ruedas sobre el montón de piedras que había a los lados.

En un sito un poco más despejado paramos, y bajamos para indicar a Dani la forma de dar la vuelta. Atravesados completamente tuvimos que quitar piedras con los pies y con el recogedor para mostrar la tierra más firme.

Una vez dados la vuelta condujimos con muchísima cautela y tensión, porque las piedras estaban cada vez más mojadas y resbalaban, así que teníamos que tener cuidado de mantener la trazada y elegirla bien. Qué tensión pasamos!

Fuimos avanzando cuando nos volvimos a encontrar al rebaño de ovejas, con el pastor y los perros a punto de juntar las dos mitades del rebaño. Nos devolvió el saludo, pero pudimos suponer el cabreo que tenía dentro de sí.

Ordenó, esta vez sí, hábilmente a los perros que fueran apartando a las ovejas, y en esta ocasión fue mucho más fácil hacernos paso entre la fauna ovina.

Se nos hizo largo hasta que pisamos asfalto, para entonces estaba cayendo un buen aguacero, habían pasado las 3 de la tarde y apretaba el hambre. Así que en Mt. Somers paramos a comer, junto a la escuela.

Pero los incidentes no iban a cesar. Cuando ya estábamos con los postres empezaos a escuchar la típica bocina de alarma de bombardeo o se está quemando Puertollano. En un principio pensamos que es la exagerada sirena del colegio, aunque nos extraña que salgan tan tarde los niños, sabiendo a en 2 horas la gente cena. Pero la bocina que no deja de sonar. Y empezamos a ver que un par de personas corren hacia una caseta que está cerca de nosotros., un camionero para y se baja, un ciclista llega deprisa y corriendo y un todoterreno aparca encima del jardín de la caseta. Vemos que la bocina que suena es la de esa caseta y empezamos a preguntarnos si habrá realmente una alarma, tipo terremoto o tsunami. Pero lo descartamos ya que estamos lejos del mar. Incluso llegamos a pensar que el pueblo se ha movilizado al ver una caravana extraña al lado de la escuela de sus hijos, pero está cerrada. Cuando estamos recogiendo todo para salir pitando y sin fregar, oímos sirenas, lo que faltaba, y aparece un coche de bomberos que sale de la caseta a toda velocidad. Así que suponemos que todo ha sido un aviso de incendio o inundación, que los propios vecinos del pueblo son la patrulla de bomberos y que eran esas personas que veíamos correr.

Debía ser algo serio porque vemos llegar pasar hasta 3 caminoes de bomberos, pero nosotros nos marchamos que tenemos que avanzar el camino ya hasta nuestro punto final Christchurch.

Esta noche la pasamos en camping, así adecentamos la caravana, y nos aseamos para afrontar el largo viaje. Aprovecharemos también para hacer el checing on-line de los billetes de avión y avisar a la familia de que todo sigue bien. Y lo más importante: haremos la maleta, a ver si repartiendo peso logramos no superar el peso máximo permitido para el equipaje. Va a ser difícil…

17 de febrero de 2010

17 febrero 2010

Del mar a la montaña.

Amanecimos en Matakaea con el cielo encapotado, pinta mal. Albergamos aún alguna esperanza de ver algún pingüino de ojo amarillo, y por eso vamos hasta el mirador que hay al final de la carretera. Durante unos segundos creemos que podremos verlos encima de una roca, pero son cormoranes, muchísimos cormoranes encima de las rocas. Paramos en el último de los miradores, y descubrimos una foca algo despierta abajo, sobre la costa rocosa, y otra más emponzoñada en el mismo mirador. Como sería la cosa que llegó un guiri y le preguntó al primo que si era de plástico, a lo que el primo respondió “no, is live”.

Hay otro hide desde donde quizá se vieran pingüinos, pero no queremos probar más, no se pueden ver y no los veremos. Así que nos ponemos en dirección a Moeraki, a ver las boulders (rocas esféricas) que aparecen en las revistas. Son de visita libre, aunque te piden un donativo de 2 $NZ, aquí sacan dinero hasta de las piedras. Hay mucho turista, el cielo cubierto de nubes, mala luz para unas buenas fotos, pero la marea está baja y se pueden ver todas.

Me gustaría poder explicar su origen pero no lo tenemos muy claro. Me informaré pero creemos que son acumulaciones de sedimentos, se dice que con fósiles en su interior, recubiertos de acúmulos de sal todo ello erosionado por el batir de las olas.

Las fotos de rigor, una visita a la tienda de recuerdos para coger postales y partimos tierra adentro rumbo al Monte Cook.

La ruta es subir hasta casi Oamaru, girar hacia el interior, en paralelo al Waitaki River, un río sobreexplotado en cuanto a energía hidroeléctrica se refiere. Pasamos por la presa del Lago Waitaki, la fotografiamos y vemos la turbina tipo inglesa que tienen expuesta, así como el resto de presas que tiene el río. De todas ellas pasamos por Aviemore y Benmore (la más grande), pero no paramos. El lago Benmore es bastante grande, en el confluyen los ríos Ohau, Pukaki y Tekapo, todos ellos con sus correspondientes lagos y su procedencia glaciar, dentro del Distrito de  Mackenzi.

Nosotros seguimos subiendo hacia Twizel, entrada natural hacia el Parque Nacional del Monte Cook (Aoraki). Allí hacemos nuestra última compra y echamos gasolina para no arriesgar como ayer. Me llamaba la atención el canal que sale del Lago Pukaki y quería ver dónde se había rodado la batalla de los campos de Pelennor del Señor de los Anillos, así que hicimos un par de paradas.

Ya estábamos junto al gran Lago Pukaki de aguas de un azul lechoso, y se supone que deberíamos ver el Monte Cook. Hacíamos nuestras cábalas mapa en mano, pero nada, ningún pico cuadraba. Además cada vez entraban más nubes, y se veía que en las montañas estaba lloviendo. Así que en ninguno de los miradores hacia el Monte Cook le pudimos fotografiar, nos teníamos que contentar con mirar la fotografía de la revista para pensar cuál podía ser.

Y así llegamos al ”pueblo” de Monte Cook/Aoraki, que son dos casas y media, y todo un cúmulo de servicios para los montañeros y no tan montañeros. El más importante es el Hotel Hermitage, una construcción en negro con varias alturas y grande ventanales y balcones en mitad de la ladera de la montaña. Adosado está el centro de visitantes, un café y las oficinas de las empresas que ofrecen actividades en la zona. Un poco más alejado existe un camping administrado por el Departamento de Conservación.

Tras un paseo por el centro de visitantes con exposiciones sobre los montañeros que han coronado la cima del pico más alto de Oceanía (3.754 m), un memorial a los montañeros muertos en su intento de alcanzar lo más alto, geología y fauna y flora de la zona, y otros reportajes, nos decidimos por hacer una ruta de 3 horas que va al valle de Hooker. Íbamos con tiempo, pero las visitas al centro nos han llevado a las 5 de la tarde.

Comenzamos a caminar y las nubes que no se iban. Tras asomarnos al hito que homenajea a los caídos en Aoraki comienzan a caer las primeras gotas. Nos llama la atención la cantidad de orientales que rondan por la zona. Pasamos el primer puente colgante sobre las aguas del río Hooker, y ya empezamos a ver las formas glaciares del valle. Desde que hemos llegado al Parque Nacional hemos percibido la fuerza del hielo. El valle es el típico de fondo plano, lo cual llama la atención ya que las escarpadas montañas acaban en una planicie cubierta de gramíneas. En este momento de la ruta el río manifiesta su efecto erosivo sobre las huellas que el hielo ha ido dejando. Podemos apreciar desde un mirador, y después caminando, las diferentes morrenas que ha ido depositando el glaciar, la más joven es la que se encuentra más cerca del cauce del río y del Lago Mueller, y casi pegada a la base de los picos de nuestra derecha (Mt. Wakefield) se encuentra la manifestación de uno de los mayores avances del glaciar Mueller.

Proseguimos caminando entre ambas morrenas, cuando casualmente nos cruzamos con dos rubias. Tonterías de la vida. Giramos hacia la derecha para adentrarnos en el valle del Hooker, y de nuevo debemos cruzar otro puente colgante para seguir avanzando hacia el glaciar epónimo. Antes llegamos a una cabaña que sirve de refugio para nuestros mojados cuerpos. Nos avituallamos y dejamos nuestra impronta en la caseta, con mensajes de 1986.

Yo creía que la ruta acababa allí, además íbamos pegados de tiempo y muy mojados, pero seguimos adelante hasta que en unos 10 minutos llegamos a ver el Lago Hooker con témpanos de hielo blanco, azul y negro flotando sobre sus aguas blanquecinas. El frente del glaciar se encuentra al fondo, un poco escondido tras la cortina de agua que cae. Hacemos las fotos como podemos, tenemos ya todo empapado, y damos media vuelta, son las 19:20 y anochecerá en poco más de una hora.

El regreso lo hacemos a un ritmo frenético. Tan solo paramos para observar las cascadas que han ido surgiendo con la lluvia. A pesar de no poder apreciar las cimas al memos el espectáculo de sus cascadas lo compensa. Prestamos mucha atención a dónde pisamos pues todo está encharcado y hay muchas piedras mojadas. Tan solo nos despista el estruendoso ruido de algún témpano de hielo cayendo de los alto de los glaciares que hay colgados a lo lejos  sobre nuestras cabezas (Huddleston, Tewaewae, Eugenie, Hayter…)

Va oscureciendo, descruzamos los puentes colgantes y llegamos al camping del DOC. No nos queda muy claro si hay que pagar y dónde se paga así que finalmente decidimos dormir hoy de nuevo en cualquier apartadero de la carretera. Antes tenemos que llegar a la caravana atravesando los amplios ventanales de los comedores del Hermitage, qué opulencia, qué esperpento…

Llegamos empapados a la caravana, unos más que otros, lo sufren hasta en el pasaporte. Nos secamos, nos cambiamos y a dormir junto al río Tasman.

Esperemos que mañana haya suerte  y el horadador de nubes (Aoraki) haga su trabajo y despeje el cielo para que podamos apreciar su cima y su estampa majestuosa.

16 de febrero de 2010

16 de febrero: costa este (actualizado!)

Tras repostar en Te Anau y poner los contadores a cero, salimos rumbo a Dunedin. Hemos decidido no bajar hasta Invercargill y no ver los Catlins para así tener algo más de tiempo después en el Monte Cook.

Hoy me doy cuenta por fin de que en esta isla predominan las ovejas. Si hasta hoy había estado la cosa más o menos equilibrada entre vacas y ovejas, e incluso venados, la balanza cae hoy favorablemente hacia el lado ovino. Están por todas partes y en buen número. Sobre verdes prados tipo fondo de escritorio de Windows, en suaves lomas, escarpadas laderas, en el cauce de ríos, algunas en granjas, espectaculares con su lana abultada y otras ya esquiladas por las manos más experimentadas del planeta.

Se nota que aquí se vive del ganado y de forma directa, ya que no hay demasiado turismo asociado a estos animales, como podría ocurrir en Escocia o Irlanda.

Vamos avanzando hacia la costa y el cielo se va despejando mostrándose un sol que calienta bastante siempre que no notes el frescor del viento. Nos desviamos hacia el sur antes de llegar a la costa, para alcanzar el Cabo Nugget, donde intentaremos sacar unas buenas fotos como las que salen en la Revista Lonely Planet.

Llegamos a la costa en Kaka Point (qué nombre) y luego circulamos por una carretera costera que pronto se convierte en camino de arena con una buena pendiente. Ya estamos viendo el Océano Pacífico que aquí se muestra muy tranquilo. Cuando nos bajamos de la caravana corre un airecillo fresco que me hace volver a por algo de abrigo y los prismáticos ya que esperamos ver algo de fauna.

Y así es en breve, cuando empiezo a escuchar unos gritos que vienen de las rocas. Una colonia de focas (fur seals) , mucho más activas que las que vimos en Mildford, y sobre el agua cruzando dirección norte un numerosísimo grupo de cormoranes en formación de V.  Un poco más adelante siguen surgiendo las focas y sus chillidos. No sabemos si habrá algún león marino porque nunca lo hemos visto y no lo distinguimos. Al final del camino que conduce al faro ya van cayendo las primeras fotos. Y junto a éste podemos divisar la inmensidad del océano, un conjunto de rocas colonizadas por más cormoranes y focas, y en el agua flotando sobre una más furioso Pacífico numerosas pardelas que también nos deleitan con algún vuelo ondulante típico suyo. Pero de pingüinos de ojo amarillo no hay nada.

Partimos ahora hacia Dunedin, ciudad de origen escocés, por una carretera que pasa por Balclutha y luego discurre en paralelo a la costa, pero sin divisarla, y cruzando las vías del tren, a nivel y sin barreras, con dos cojones. Cruzamos Dunedin para adentrarnos en la Península de Otago. Circulamos por una carretera estrecha, de doble sentido, por el carril izquierdo pegado a la línea de costa y sin ningún tipo de protección. Tan solo nos separa del agua un estrecho paseo de apenas un metro que hace las veces de carril bici, que en unos kilómetros desaparece.

Nuestra intención es ir a la Bahía Sandfly que hemos leído que los pingüinos de ojo amarillo (hohio) desembarcan pasadas las 4 de la tarde. Esta bahía se encuentra en el lado sur de la península y nosotros nos encontramos en la línea costera que mira hacia el interior de la isla, es decir, hay que cruzar al otro lado de la península. La que nosotros pensábamos que era una península relativamente llana, nos sorprende con empinadas calles, y tortuosas carreteras que se retuercen mientras ascienden al Patrons Hill de 329 m. Pasamos algo de penurias para llegar hasta el aparcamiento de acceso a la bahía, pero llegamos.

Comemos allí y a eso de las 5 bajamos a la playa, por una empinada pendiente de arena que nos recordó bastante a la bajada del Tongariro. Con los pies descalzos ando por la playa mojándome por las aguas frescas del Pacífico que aquí ya se muestra mucho más violento. Al final del a playa está un hide para observar a los temerosos pingüinos que cuentan se asustan con solo nuestras voces, pudiendo provocar que no volvieran a pisar esta playa. Estos animales andan pescando durante todo el día y horas antes de la caída del sol vuelven a tierra firme para alimentar a sus crías y dormir, y es en ese momento en el que les podemos ver. Pero quizá sería un poco más tarde, porque allí no aparece nada ni hay nada que se mueva.

Esperamos un rato, pero desistimos pronto porque queremos ir a ver en el extremo norte del a península la colonia de albatros y allí cuentan que quizá también veamos pingüinos.

Deshacemos la empinada cuesta de arena y emprendemos tortuosa carretera, esta vez en búsqueda de gasolina (lo que consume la bicha esta). Apurando hemos tenido que volver a Dunedin a por gasóleo, y de nuevo tenemos que hacer la carretera que bordea por completo la costa noroeste de la península.

Justo antes de llegar a la colonia de albatros vimos de reojo un bicho muy grande en una playa, retrocedimos y comprobamos con un cartel que se trataba de un león marino, muy grande pero holgazán y perezoso. Dani y el primo le afotaron, y continuamos para adelante.

La colonia de Albatro real que existe en la península de Otago es la única de esta especie que podemos encontrar en tierra firme, de ahí su peculiaridad, y que es un animal que nunca he podido observar. Voy con ilusión pero con derrotismo porque algo me dice que no lo voy a poder ver, como los pingüinos. Y así es, desde ninguno de los miradores podemos observar el trasiego de este gran pájaro. Hay unos paredones tremendos donde hay variedad de gaviotas, más cormoranes, cerquísima, y sobre un árbol tres espátulas.

Del otro lado de la península está Taiaroa Head, con una pequeña playa donde también dicen que podemos ver pingüino azul. De camino a ella, y sobrevolando el centro Disappearing Gun Albatross Colony se muestra la majestuosa silueta de un albatros. Es enorme, en comparación con la mayor de las gaviotas, con una envergadura que llama la atención. Ha sido de soslayo, pero lo hemos visto. Debajo de él se debe encontrar el lugar donde cría, sobre tierra firme con algo de vegetación y restringido el acceso público al lugar. Aquí se me plantea un dilema, y es el acceso libre a la contemplación de la naturaleza. Soy partidario de que o lo puede observar todo el mundo o nadie, y en este caso puedes ver la colonia si pagas por verla. Me parece mal, aunque se esté desarrollando un programa que supone un esfuerzo económico, si la especie es vulnerable a las molestias del humano que no dejen a nadie verla. Si quieren limitar el número de visitantes, que lo hagan, pero no con una restricción económica.

En fin, seguimos intentando ver el albatros surcando el cielo pero no hubo suerte. Bajamos al a playa de Taiaroa Head, cuando empezamos a ver que mucha gente estaba haciendo lo mismo, y se congregaban delante de una malla que les separaba de la orilla. Nosotros nos acercamos, y fuimos un poco más allá a ver otro león marino holgazán. En esto que llegó una chica del DOC que nos pidió que fuéramos detrás de la malla. Entonces se presentó ante un concurrido público, una treintena de personas, y comentó que los pingüinos azules estaban desembarcando últimamente a eso de las 21.20 h, que por favor no hiciésemos ruido, no utilizásemos flashes, les dejáramos el camino libre y tuviéramos cuidado de no pisarles al irnos.

Estupefactos y con los ojos como platos decidimos quedarnos a visualizar tal extraño espectáculo de la naturaleza. La malla, típica de obra, de color verde hacía un pasillo que ascendía el escalón que separaba la playa de donde nosotros estábamos, y se dirigía hacia las escaleras por donde habíamos bajado. Suponíamos que los pequeños pingüinos iban a caminar como por una pasarela de moda delante de nosotros, y eso nos parecía tan esperpéntico como ridículo, pero despertaba nuestra curiosidad.

La oscuridad se iba haciendo dueña de la noche, y la espectación crecía por momentos, con la gente apretujada contra las mallas como en un concierto de Bisbal. En esto que me asomo y veo una estela en la tranquila agua, creyendo que era una foca, pero no, ahí estaban cinco pingüinitos más salaos que el agua del mar, pisando la arena de la playa.

Debíamos tener las pupilas más grandes que la bandera del japón, apenas lográbamos ver nada, pero yo,utilizando los prismásticos aún estando a escasos metros conseguía captar más luz. Y ahí estaban ellos, subiendo por las escaleras.

Mientras esperábamos que desfilaran delante de nosotros fueron llegando más, y más pingüinos, ya no les distinguía. Y de repente había un pingüino azul delante de nosotros, dando saltitos para salvar los obstáculos del terreno. Mientras Dani y el primo se afanaban por sacar una fotografía en tales condiciones y sin que se viera la luz roja, un par de pingüinos se acercaron hasta justo mis pies. Debía estar muy quieto para no pisarlos. Estaba realmente emocionado, pero era ridículo que les siguiera mirando con los prismáticos. Seguían apareciendo más pingüinos y ni cortos ni perezosos un grupo de ellos cruzó el grupo de personas que los observaba. Sin darnos cuenta ya había unos cuantos animales detrás de nosotros intentando subir los escalones o escondiéndose en sus nidos en mitad de la hierba. Y comenzaban a hacer un ruido estruendoso y agudo. Era comparable con la berrea del ciervo.

En mitad de la oscuridad nos queríamos mover pero teníamos el temor de que pisáramos a alguno de ellos. Menos mal que las escaleras estaban tenuemente iluminadas. Subimos para la caravana y marchamos con el jaleo que habíamos dejado abajo.

Decidimos seguir avanzando camino en plena noche, gracias a ello hemos podido hacer el viaje que hemos hecho, pero es realmente agotador, y a mi esa noche me costó mucho mantener los ojos abiertos mientras conducíamos.

Después de tomarnos un Mc Menú en Dunedin, por 10 $NZ subimos por la SH1 camino de Moeraki, y paramos a dormir en Shag Point, un cabo donde quizá mañana podamos ver algún pingüino, esta vez de ojo amarillo.

15 de febrero de 2010

15 febrero 2010: Mildford Sound.

Hoy nos hemos levantado con bastante frío, de nuevo, el verano del sur no es nada caluroso. Ya han pasado muchos coches camino de Mildford Sound, son las 8 de la mañana y la guía nos recomienda salir antes de que la avalancha de turistas en autobús se nos eche encima.

Vamos siguiendo al pie de la letra lo que nos va diciendo la Lonely Planet. La carretera discurre por una de las morrenas laterales del glaciar que formó el Lago Te Anau, el segundo lago más grande de NZ

Tras pasar un tramo despejado de árboles y con pasto amarillento que tenía unas buenas vistas de las montañas, ya podemos observar que la carretera está llena de autobuses. Hecho que corroboramos cuando nos detenemos a contemplar el Mirror Lake y el motivo de su nombre.

La siguiente parada la hacemos al sur del Lago Gunn, en un paraje conocido como Cascade Crek. Aquí vamos a recorrer un sendero de unos pocos kilómetros por mitad de un tupido y misterioso bosque de hayas. Las hayas de aquí no son como las europeas, no sé si decir que son falsas hayas, no son del género Fagus sino del Nothofagus. Sus hojas son más pequeñas, lo árboles mucho más altos, aunque el efecto filtrante de la luz es el mismo que en nuestras conocidas latitudes. El bosque es precioso, aunque es difícil hacer buenas fotos con tan poca luz, espero que las de mis compañeros estén bien. En cuanto te detienes comienzas a escuchar todo tipo de ruido generado por el viento, y el diverso trinar de los pájaros envuelve todo. Nos asomamos al Lago Gunn, con un agua cristalina como nunca había visto.

En una hora hemos hecho la caminata, toca avanzar km hacia Mildfor. Al pasar el desvío de la conexión con la Routeburn Track y la ruta a Key Summit, la carretera gira a la izquierda adentrándose en el valle del río Hollyford. En seguida aparecen una par de miradores desde donde observamos las cumbres nevadas de la zona, con sus glaciares, y un solecito que empieza a pegar muy agradable.

Ahora llegamos al túnel más famoso de la zona, el Homer Tunnel de más de 1.200 m que cruza unas paredes verticales de escándalo. Aprovechamos para tomar unas fotos antes de pasar, hay hielo a un lado con una cueva, y al otro un circo glacial desde donde se descuelga una cascada que parece acabar en una porción de hielo. Recorremos un sendero que nos sabe a poco, y tras tomar unas fotos nos decidimos a intentar subir hasta la cascada. Pero no hay camino, y tenemos que ir sorteando agujeros y saltando piedras. Tras una subida por un pedregal Dani y el primo se arrepienten de seguir pues siempre queda un poco más para llegar. Yo decido darle otra oportunidad hasta el siguiente saliente y así, roca a roca, acabo llegando al reducto de glaciar.

La bajada va a ser más rápida, ágil entre las rocas, pero cansada, acabo en la base del aparcamiento donde hemos dejado la caravana y me están esperando, y no encuentro la forma de subir. Acabo a cuatro patas agarrado a las rocas trepando como un gato, y con algún susto y resbalón, pero acabo llegando extenuado.

Nos vamos quedando sin tiempo, tenemos el crucero del Mildfor Sound a las 15.15 y tenemos que estar allí con suficiente antelación. Esperamos delante del semáforo el tiempo necesario para que se vacíe, es de un solo carril y de él salen y entran multitud de autobuses que pasan con sus techos rozando la roca vista de las paredes del horadado túnel.

La bajada después es espectacular, con verticales paredones que rozan las leyes físicas. Se hace difícil controlar la caravana con esta pendiente, pero el primo se va haciendo con ella. Antes de llegar a Mildford nos detenemos en The Chasm para visitar una garganta de aguas cristalinas.

Ya en Mildford tenemos el tiempo suficiente para recoger los tickets del barco y comer un perrito. El barco zarpa puntual, con bastante gente. Por delante un crucero de una hora y media por el archifamoso en la zona Fiordo Mildford.

Debió ser que llevábamos el listón muy alto, o grandes expectativas, pero nos supo a poco el crucero. El sol brillaba en el cielo, y por una vez de vacaciones, esperaba que lloviera, como era lo habitual en un lugar donde la precipitación media anual es de 7.000 cm, para que todas las paredes del fiordo se llenaran de cascadas como yo lo había soñado. Pero no iba a ser así, y nos contentábamos con el majestuoso escenario, visionar las paredes e imaginar por dónde caería el agua si lloviera. La vegetación es exuberante, y no entiendo cómo puede agarrar tanta planta en una pared vertical por completo.

El barco nos asoma hasta el Mar de Tasman, que veo en primera fila en la proa del barco. Fue un buen momento para colocarse ahí porque en cuanto dio media vuelta viró hacia una colonia de focas que pude ver a escasos metros. Después se acerco a una cascada que nos empapó a todo los que estábamos delante, bastante espectacular. Lo demás era muy bonito, pero lo dicho, esperábamos más, más cascadas, más aves, más focas, delfines o pingüinos como habíamos oído que podíamos ver.

Son las 5 y toca regresar hacia Te Anau, pero antes recorremos el camino que da acceso a la ruta del Hollyford Track. 18 km  de camino recto que al final se hace pesado. Pero de camino paramos en un puente colgante y nos divertimos tambaleándonos. Al final de la carretera esperábamos encontrar una cascada, pero resulta que hay que hacer una ruta de 30 minutos para verla, y ya vamos justos de tiempo. Toca regresar, y con prudencia, por la carretera y porque va quedando poca gasolina y no hay gasolineras por el camino, solo una de emergencia, que no sabemos qué significará.

En Te Anau hemos ido a hacer noche a un camping Top 10, sin arriesgar, al lujo, y nos hemos encontrado con una de las dependientas que era argentina. Ahora tocará desparasitarse, y a ver si se me quita este horroroso picor que tengo en las manos, qué de picaduras de las putas moscas de la arena, oh!

14 Febrero 2010 Dart River

Después de la noche en Queenstown tocaba madrugar ya que habíamos quedado a las 7:30 con la gente de Dart River Safari. Suponíamos la esquina de la calle Shotover en la que estaban, pero contratiempos intestinales de ultimísima hora hicieron que nos presentásemos en el mostrador 10 minutos tarde. Cuando saludamos la respuesta, creímos entender, fue: “oh por fin, Miguel de Luis, llevamos 10 minutos esperándoos”. En fin, buen recibimiento, pero que entramos en el autobús y no había prisa por nada, además luego estuvimos recogiendo a gente por el camino cuando se suponía que salía únicamente de Queenstown.

Hubo unas presentaciones, a reseñar unos americanos (como no), una mujer que parecía alemana y una pareja de saudís. En seguida empezamos a observar el gran lago Wakatipu, y en la primera parada enfrente a nosotros el Parque Nacional del Monte Aspiring, esta vez sí, nevado, precioso y espectacular. A parte de eso, lo que notamos era un frío intenso nada apropiado para las vestimentas que llevábamos: bañador y chanclas (yo al menos).

Sophie, una delgada mujer con pinta alemana, quizá de alemán, que fue la borde que nos atendió, es la que nos está amenizando los 45 minutos de viaje hasta Glenorchy. Algo interesante nos debe estar contando, pero, de nuevo, no entendemos ni papa, pero ni de lejos oigan.

Cuando llegamos a Glenorchy nos dicen que vayamos a pagar, y aquí continúa del lío que comenzó hace un mes. No pude reservar las plazas a través de la empresa, sino a través de Nueva Zelanda Reservations, los cuales me pedían los datos de mi tarjeta pero no me cobraron nada. Ahora tenía que aclarar ese embrollo con la empanada mental que tenía encima. Pero vamos, para acabar cobrándome de la tarjeta no creo yo que hiciera falta tanto rodeo como nos dieron.

En fin, que ya estábamos dispuestos para ponernos la equipación: primero los botines de neopreno, luego un forro polar y a continuación el mono completo de neopreno. He de decir que tuvieron un ojo excelente con las tallas porque no fallaron con ninguno, salvo los botines grandes de Dani. Nos cambiamos en unas taquillas, y salimos abrigados, menos mal, y embutidos. Pero aún quedaba un poncho impermeable y el chaleco salvavidas. Digo yo que si hiciera calor lo íbamos a flipar, pero no era el caso.

Unas foticos oficiales y a montar en un jet boat. El artilugio debe ser un invento que mezcló una lancha rápida que modificaron para quitarle la hélice y ponerle propulsión a chorro para así poder navegar a toda máquina por lugares poco profundos. Y efectivamente, en seguida pudimos comprobar la potencia de aquel bicho.

Ya preparando el viaje estuvimos dudando si elegir una de estas actividades, pero la descartamos por lo extravagante, fuera de lugar y macarra que parecía, aunque molaba. Pero como este paquete lo incluía, pues no podíamos rechistar. Y nada más lejos que la realidad con la que nos encontramos: un cúmulo de buenas sensaciones, emoción, adrenalina, velocidad, riesgo, frío… y unas vistas insuperables. El tío que lo pilotaba nos indicó lo básico para no salir despedidos, y nos recordó la señal para saber que iba a efectuar un giro de 360º, marca de la casa de estos artilugios. Un detalle: las barras para agarrarte estaban calefactadas, al principio no sabíamos si era de lo fuerte con que te agarrabas o  por qué era, pero era una sensación placentera pues con la velocidad hacía un frío que pelaba.

Un acelerón, un giro brusco, pasar rozando un árbol, un 360, enfilar la curva del río a toda velocidad, ya lo veréis en un vídeo. Lo que no sé si se podrá apreciar es la belleza del paraje. Tenía puestas esperanzas en este lugar y se cumplieron con creces, era aún más espectacular de lo que yo creía.

La geología glaciar del lugar era para cortar la respiración, un valle encajado en forma de U con paredones a los lados y multitud de cascadas, las montañas nevadas del Aspiring al fondo, glaciares colgando, bosques alpinos y de ribera, agua, rocas, aves… Solo lo podría comparar con el esplendor del valle de Ordesa, pero esto es como 5 veces más grande.

No os engaño si os digo que en algún momento he pensado que era lo más bonito que había visto nunca. Era hermoso con todas sus letras, saturaba los sentidos de tal manera que no eras capaz en algunos momentos de asimilar tal magnificencia. He pasado momentos de gran felicidad montado en ese bote, he tenido la cara sonriente como la de un niño durante largos ratos. No sé si soy capaz de transmitiros lo que sentía, pero os puedo asegurar que este aspecto es lo más bonito que he hecho nunca.

Tras subir el río Dart hasta donde pudimos, la lancha dio media vuelta entre rocas, bajó, se cruzó con un par de ellas y volvió a subir, y nos dejó finalmente en un apartadero del río con las canoas hinchables a punto de ser hinchadas.

De eso nos ocupamos nosotros, luego de darnos unas instrucciones de cómo hacer las cosas bien y cómo hacerlas mal. En inglés claro, esta distinción no es tan evidente, así que la cosa pintaba mal. A estas alturas ya había intercambiado algunas palabras con la mujer alemana, que había estado un año en Barcelona y chapurreaba el castellano. Y los mosquitos se estaban dando un festín con la veintena de personas que allí se encontraban.

Como pudimos finalmente nos metimos los 3 hombretones en una canoa y empezó la fiesta. Solo para dar la vuelta ya estuvimos a punto de volcar, menos mal que las primeras paladas las dábamos todas las canoas unidas. La segunda curva del río era un rápido donde nos metimos con bastante velocidad, rotamos y chocamos contra la orilla. Menos mal que éramos 5 canoas, pero yo iba en el lado en que rebotamos.

Después nos separamos y cada uno remó como pudo. Nos dispusimos Dani delante, el primo en medio y yo atrás de capitán, manejando el timón como podía y dirigiendo a estos canallas. No parábamos de dar vueltas y encallar. Teníamos la sensación de que la canoa estaba poco inflada, y en efecto se iba desinflando, pero es que al ser nosotros 3 y los demás 2, nos hundíamos más que nadie y rozábamos en todas la rocas. También es cierto que no éramos capaces de llevar la canoa por el lado bueno.

Cuando ya le íbamos cogiendo el tranquillo el grupo se paró y se bajó a la orilla pero nosotros íbamos retrasados y todavía teníamos que superar un rápido con poca profundidad en el que nos ganamos el aplauso de la afición, y unos cuantos vídeos que quizá salgan en youtube.

Tras esto tocaba empujar la canoa afluente arriba para estacionar e ir a comer. Transportamos unas neveras de donde surgieron infusiones, termos, panecillos, ensaladas, embutidos y quesos para preparase sándwiches y kebabs, y las quichés famosas en NZ. Echamos de menos la cervecita, el jamón, el chorizo y la tortilla, y nos preguntamos qué hacen en el país de las ovejas que no tienen lechazo.

Después de comer, ni nos dejaron hacer la digestión, de nuevo al bote para subir a la Rockburn Chasm, una garganta de agua iluminada de azul que nos dejó boquiabiertos. Y a las pruebas me remito.

Tras esto, aún sin demasiadas ganas, volvimos a remar río abajo. Empezamos muy bien, pero enseguida la canoa se volvió ingobernable y giraba para donde quería. Lo estábamos pasando bien de todas formas pero la guía nos propuso “relax” o “riesgo" y como no sabíamos que nos quería decir pues elegimos relax, que significó agarrarnos a la canoa de la guía y bajar juntos. Y qué diferencia! con un remo gobernaba dos canoas con 5 personas. Si la que sabe sabe, pero era un poco borde. Cómo sería la cosa de paquetismo, que nos llegó a decir “move fordward, move backward, left and right, my english is very simple” porque no acertábamos a remar en el sentido correcto. Pero vamos, que en esta ocasión el problema no era el idioma ya que ni en castellano nos aclarábamos qué era izquierda ni qué derecha.

Con el fluir del agua empezamos a  intercambiar alguna palabra con Sophie y Tyna (la alemana que chapurreaba español, que llevaba 26 años en NZ, era de Hamburgo, y era guía en las Pankake Rocks) y cómo no, enseñamos alguna palabra en español, eso que nunca falte.

Acabamos a nuestro aire, separados de la monitora y manejando un poco mejor el bote. Nuestro problema era el ímpetu con el que remábamos, había que relajarse mucho más, para así poder apreciar el paisaje sobre el que navegábamos.

La actividad terminó con una ruta en bus 4x4 por Paradise, y los alrededores donde se grabaron El Señor de los Anillos (Isengard, Lothlorien, Amon Hen, Caradhras…), las Crónicas de Narnia, Límite Vertical o Lobezno. Seguro que algo de esto explicó, pero estábamos cansados, no seguíamos el discurso, y no nos pareció tan espectacular como esperábamos ni como la actividad estaba siendo.

Ya solo quedaba quitarnos las empapadas prendas y cambiarnos. De vuelta a Queenstown hicimos nuestras compras de subsistencia, llenamos carburante y caminamos hacia Te Anau, donde esta noche dormimos, frente a su gran lago, a las puertas de Mildford Sound.

13 de febrero de 2010

13 Febrero 2010: Queenstown (Nuevo!)

En busca del bullicio

Hoy proseguimos con el viaje de enlace a Queenstown, pero queríamos aprovechar para ver bien el Haast Pass, por el que nos va a conducir directamente la SH6. Salimos del Lago Paringa, lloviendo como lo dejamos, por lo que no se pudieron hacer fotos muy decentes. Pasamos por el Lago Moeraki y llegamos de nuevo a la Costa Oeste. Por ella hasta el desvío de Haast Junction, justo después de haber cruzado el río Haast.

Discurrimos ahora en paralelo a él, siendo el valle cada vez más y más estrecho, con cascadas a ambos lados. Según avanzamos parece que se empiezan a abrir claros, pero de nuevo entran nubes más bajas aún, será la tónica de este tramo, y es que la Costa Oeste es así. Gracias a estas lluvias podemos ver cascadas como la de Thunder Creek Falls o la Fantail Falls en todo su esplendor, y con bellos paseos en medio de tupidos bosques, que han de albergar numerosos animales, difíciles de ver, pero que los podemos escuchar.

Paramos unas cuantas veces más por el camino para seguir echando numerosas fotos. Y así vamos dejando atrás el desfiladero de Haast y llegando a Makaroroa, donde el paisaje es más abierto y ya se empiezan a ver las cumbres de los Alpes. A nuestra derecha vamos dejando el Mount Aspiring National Park, intentando adivinar cuál podría ser el alto pico del Aspiring (Tititea) con 3.027 m. Nos vamos acercando al enorme Lago Wanaka ya con los rayos del sol calentándonos la cara. Según vamos avanzando podemos apreciar que aquí el clima es menos húmedo, la vegetación no es tan exuberante, empieza a estar algo más seco, y es normal, pues los vientos húmedos del Mar de Tasman no son capaces de superar las altas cumbre de los Alpes del Sur, y de ahí las selvas de la Costa Oeste.

Cuando cruzamos al Lago Hawea, gemelo del Wanaka, el sol ya brilla lustroso en la superficie del lago, mientras algunas nubes remolonean en las cumbres más altas de las montañas. La SH6 continúa bordeando el extremo meridional del Lago Hawea. Cuando acaba continuamos por terrenos ya muy secos, que recuerdan al antiguo oeste americano, y es que aquí la fiebre del oro también hizo mella, en la tierra y en las gentes. De ahí nombres de localizaciones como Albert Town, Luggate, Queensberry o Cromwell, que de maorí ya tienen poco.

Y así llegamos al divertido río Kawarau, sede en invierno de las expediciones de rafting, cuando el Shotover se pone más violento. Ahora aquel se muestra tranquilo con aguas azul claro por los sedimentos disueltos. Remontando en paralelo el río por una sinuosa  carretera nos vamos acercando a Queenstown, y kilómetro a kilómetro empieza a aumentar la cantidad de gente, el bullicio y la adrenalina en el ambiente. Queenstown, la ciudad del deporte extremo no es más que un pueblo de  8.500 habitantes, pero es sede de innumerables empresas de actividades de riesgo, y es de los lugares más bulliciosos de Nueva Zelanda.

Por ello buscamos un lugar más tranquilo donde poder aparcar la caravana para comer. Llegamos hasta los Queenstown Gardens en la península que se abre junto a la Bahía de Queenstown en mitad del Lago Wakatipu. Por la tarde aprovechamos a dar una vuelta por el pueblo. Echaremos a la tarde aquí, y aprovecharemos para hacer compras. El Lago Wakatipu se muestra tranquilo en su playa, pero no se sabe qué secreto esconde que le hace variar su nivel cada 5 minutos, dicen. Podemos comprobar como su orilla está mojada en varias franjas, pero en 5 minutos no parece haber variado nada.

La gente plácidamente toma el sol en la orilla, y algunos chavales toman sus cervezas en césped, bancos o terrazas de pub. Nosotros intentamos buscar la sede de la empresa que mañana nos llevará a recorrer el río Dart en plan multiaventura (jet boat, kayak hinchable, pateo y 4x4); la ubicación del Mediterranean Market, que solo por el nombre nos da buen rollo; y una tienda de regalos que una forera de losviajeros.com recomendó como barata. ¡Y vaya que si aprovechamos la ocasión! Debimos estar en la tienda como hora y media y nos dejamos una pasta entre regalos, recuerdos y camisetas para nosotros incluidos. Se estaban frotando las manos con nosotros.

Después estuvimos buscando la tienda de los All Blacks donde también mercamos indumentaria. Y después de una tarde de compras qué mejor que parar en una taberna irlandesa a tomarnos una pinta de la cerveza local, tranquilamente, comentando la jugada y escribiendo postales.

Y así pudimos decidir los planes siguientes: ir a ver dónde pasábamos esa noche. Para ello fuimos hasta Arthur’s Point, y nuestra intención era entrar en el Oxenbridge Tunnel, pero desistimos en la primera cuesta abajo. Dimos como bueno el aparcamiento que había junto a l río Shotover, mañana nos íbamos a levantar tan temprano que no le iba a dar tiempo a nadie a molestarnos.

De vuelta a la ciudad, desistimos de ir al café Patagonia, donde informaba la Lonely que te podías tomar un helado mientras navegabas gratis por internet. Pero eran casi las 22 h y estaría a punto de cerrar. Así que tuvimos que ir a un cyber donde dimos cuenta del peazo pantalla de los ordenadores. Vimos que el Atleti se había metido en la final de la Copa del Rey, llamamos a nuestra familia a través de Skype, y despertamos a Nando para ver si quería churros o porras, jajaja. Allí con encontramos con un chaval español que estaba de vacaciones en Queenstown pero que residía en Sídney, al menos ese año. Y nos vino a confirmar nuestras informaciones: que el mejor sitio para cenar será el Fergburguer calle abajo, donde hemos leído que son míticas sus hamburguesas y que no cierran hasta las 5 de la mañana (milagro!).

Yendo hacia el local vemos que esta ciudad tiene más marcha, hay más gente joven por la calle que tiene pinta de salir, pero es que es sábado. Lástima que mañana madruguemos tanto. El Fergburguer nos sorprende con una carta de hamburguesas escrita en castellano, con hoja a parte incluso. Pero para sorprendente el tamaño magno de la hamburguesa, y todo ello por 10 $NZ, vamos 5 pavos europeos. Muy bien! Nos la pedimos para llevar, porque el local tenía gente. Y en la caravana hemos dado buena cuenta de ella, muy rica, con una salsa de ajo que le da un toque especial, y una lechuga rizada que le da un toque elegante y contundente. Un 10 para la Fernburguer, y a dormir que mañana será duro. Que aproveche.

12 de febrero de 2010

12 Febrero 2010: Glaciares Fox y Franz Josef

Aseaditos y descansados nos despertamos en el camping dispuestos a  disfrutar de los glaciares de montaña que más cerca están del mar (junto con alguno que otro), y que ya hemos podido observar de lejos desde el camping.

A pesar de haber dormido en Franz Josef (FJ) tenemos contratada la visita del Fox, tras largas deliberaciones pre-viaje. El primo cree que ha quedado para la excursión de las 9:35 así que salimos del pueblo de FJ con tiempo de sobra para llegar a Fox. Lo que no nos esperábamos era un tipo que conducía muy mal en carretera de montaña, ni una carretera muchísimo más curveada que la propia del Arthur`’s Pass. Finalmente llegamos y nos metemos en el edificio de la empresa que lo organiza: Fox Glaciar Guides. Tras registrarnos en la actividad esperamos un rato y vamos a ver qué pasa con el tema de las botas. En principio ellos dan el material para subir allí, pero tras preguntar un par de veces, e incluso hablar con una chica de Costa Rica, allí no nos dan nada, y nos hacen esperar sentados. Bueno, lo único que nos dicen es que nuestras botas no valen para alta montaña, que las mías quizá si podrían llevar los crampones, pero que igual la dañan así que decidimos cambiarnos todos por sus botas.

Tras darnos unas explicaciones un par de chicos que serán nuestros guías (uno de ellos sabía alguna palabra en español) nos montamos en el bus rumbo al parking de acceso al glaciar.

Cuando llegamos nos reparten en dos grupos, no entendemos con qué criterio, porque nos equivocamos. Nos queríamos ir con Scott que era el que sabía alguna palabra de español, pero nos toca con Jared, que habla muy rápido.

Nos aproximamos hasta la cara frontal del glaciar y ya van cayendo las primeras fotazas, espectacular con un día soleado. De aquí tenemos que subir por la ladera del valle por medio de un espeso bosque  a través de una escalinata hecha de madera en el camino (qué novedad!). La subida es larga y extenuante más que nada porque no nos hemos enterado de cuánto asciende. Pero en breve cogemos bastante altura. Un par de paradas para refrescarnos y en un rato paramos y el guía nos explica que debemos permanecer en grupo (seremos unos 15) no llevar nada colgando, ni la cámara de fotos, porque no se pueden hacer fotos en este punto, y los bastones en la mochila. Todo para pasar por una zona con caída, provista de una cadena para que te sujetes. Pero si sigues con la cadena te pillas las manos con la piedra. Dani se arriesga a hacer una foto y le llaman la atención. Llegamos a un balcón desde donde las vistas son espectaculares con la parte final del glaciar a nuestros pies flanqueado por las paredes verticales del valle glaciar, la morrena lateral junto a nosotros, hielo y piedra erosionada en frente, a la izquierda la basta inmensidad del hielo y en lo alto las cumbre nevadas de los Alpes, con el pico Tasman y el Monte Cook presidiendo.

Nos ponemos los crampones, al segundo intento bien, y accedemos por fin al hielo. Son las 11.30 y han pasado ya 2 horas desde que nos presentaron la guía. Se supone que estaremos 1 hora pisando hielo. El camino es  de nuevo una escalinata, pero esta vez labrada en el hielo a golpe de pico. Empiezan a caer las fotos: hielo, agua, roca erosionada, polvo, lodo… unas vistas espectaculares, una sensación única la de andar sobre hielo, un nuevo sueño cumplido la de pisar un glaciar. Disfrutamos del momento, inmortalizamos… Mientras Jared nos nuenta muchas cosas, pero no le entendemos, algo está explicando de Hollywood y del Gran Cañón y tratamiento de la imagen. Lo que si pillo es porqué el hielo es azúl, porque deja escapar todos los colores del espectro cromático, y tan sólo absorbe el color azul. Pero para verlo ay que limpiar el granizado que tiene encima de las pisadas de todos nosotros. El crampón, pese a lo rudimentario (una pletina dentada que se coloca en el puente y te hace pisar plano) funciona bien, solo hay que tener cuidado con los movimientos laterales que te destrozan la rodilla.

Va siendo hora de ir bajando, y nos cruzamos con el resto del grupo que está con el otro guá, y otro grupo que ha subido más tarde. Seguimos escuchando los helicópteros que sobrevuelan el glaciar en vista panorámica y te dejan en la cima.

Descendemos por la escalinata y los pies nos arden con las botas. Echo de menos a las mías, y me parece que les he hecho un feo no dejándolas pisar hielo glaciar, con la de nieve y hielo que ha pisado en sus salidas.

Llegamos al bus y de vuelta al pueblo. La visita ha finalizado, y nos hemos ganado un diploma-certificado. Wau!

Decidimos ir al Lago Matheson a comer, pero antes intentamos visitarlo. Descubrimos que es un típico lago, el que podríamos encontrar en España, la característica que tiene es que refleja las cimas de las montañas en sus aguas, pero se ha nublado el día y no merece la pena. Regresamos rápido a la caravana y comemos.

La tarde la teníamos reservada para el Glaciar Franz Josef, así que nos toca deshacer la tortuosa carretera que une ambos pueblos glaciales. Desde el parking del glaciar salen tres rutas, hacemos primero la más corta, la Sentinel Rock de unos 20 minutos que asciende hasta un mirador frente al glaciar. Ya podemos observar que éste queda más lejano, pero que parece más grande. Las vistas no nos parecen suficiente, y bajamos para hacer la ruta de acceso al frente del glaciar, la Ka Roimata o Hime Hukatere, de 1hora y media. Discurre primero por un bosque tupido donde ya se van viendo los paredones verticales. Cuando se asoma ya al despejado valle glaciar las vistas al Franz Josef son asombrosas. Según te vas acercando se puede ir viendo mejor el hielo acumulado en su cabecera, aun que es de suponer que habrá mucho más tras él. Si te bajas al río observas la zona de ablación del glaciar que se manifiesta en una cueva donde “nace” el río Waiho.

En la vuelta a la caravana no puedo dejar de darme la vuelta para observar una y otra vez la magnificencia del glaciar. Creo que hubiera sido mejor opción subir a éste, porque el acceso le haces desde el frente del glaciar, y debe ser mucho más emocionante subir por las escaleras de hielo.

Nos acercamos al pueblo a aprovisionarnos de consumibles y nos clavan 33 $NZ por dos cajas de Heineken… Empredemos ruta hacia nuestra próxima etapa, Queenstown, pero hoy conduciremos hasta Haast. Hemos detenido la caravana en el lago Moeraki, donde nos están atacando los mosquitos que se han metido en la caravana cuando hemos parado en la Maori Beach donde la gente ha ido colocando sus montoncitos de piedras y troncos a lo largo de toda la playa que recorre la SH6.

Pica, pican mucho los granos de los jodidos mosquitos, y mañana seguramente habrá más…

11 de febrero de 2010

11 Febrero 2010: West Coast y Arthur’s Pass (Nuevo!)

Nos hemos levantado tranquilamente al lado del Mar de Tasmania. Llegamos en pocos minutos a Punakaiki y aparcamos junto al centro de visitantes del Paparoa National Park. Yo tengo que ir rápidamente a formar mi particular pancake rocks y a la que vuelvo empiezo a oír corretear algún animal entre la vegetación. Resultan ser una par de Wekas que estaban haciendo pillerías, jugando al pilla pilla, cruzando la carretera. Qué curiosas son estas aves no voladoras, imagino que emparentadas con los kiwis. Son como las gallinas de Nueva Zelanda, en cuanto al movimiento que tienen.

Nos acercamos a ver las Pancakes Rocks y los Blowholes. Las Pankake Rocks son un depósito de calizas del Dolomite Point que se encuentra en esta zona, que han sido erosionadas hasta quedar una forma de gruesos crepes amontonados unos y otros. Hasta los árboles de esta zona parecen que siguen esta deposición. Lo que no hemos podido apreciar son los respiraderos tan famosos como las Pancakes. No sabemos muy bien porqué, por que consultando en el centro, la marea estaba alta. Debía ser que el mar no estaba muy violento hoy.

Tras visitar estas curiosas formaciones proseguimos ruta por la SH6 sin separarnos de la costa hasta Kumara Junction, donde tomamos la carretera alpina SH73 para llegar a Arthur’s Pass. Partimos del nivel del mar, y llegaremos al paso de Arthur que se encuentra a casi 1.000 m sobre el nivel del mar, y es el antiguo paso que primero los maorís, y luego los colonos, utilizaron para comunicar la costa este con la oeste.

Nos esperábamos una carretera mucho peor, con lo que ya nos habíamos encontrado, pero tampoco era para tanto, salvo los último kilómetros, una vez que te metes por el desfiladero del río Otira. En ésta ocasión le tocó al primo subir la caravana hasta allí. De camino paramos en un mirador donde pudimos entretenernos con los primeros Keas que veíamos (aun que aún no sabría diferenciarlos de los Kaka). Ya en la población de Arthur’s Pass nos detenemos junto a la estación del Tren Transalpino, y de nuevo visitamos el Centro del DOC, con una interesante muestra de la evolución de la carretera, y cómo se tuvo que construir el viaducto por el que hoy pasamos.

Nos informamos de las rutas que hay, y decidimos hacer la Devils Punchbowl Waterfall (“cascada del ponche del diablo”) de una hora ida y vuelta. Es una lástima porque hay caminatas con muy buena pinta, pero para ello hay que venir con más tiempo.

La ruta sale del norte de la población y cruza por un puente el río Otira y después el arroyo Devils Punchbowl, y asciende rápidamente hasta la base de la cascada a través de una escalinata (cómo no) de madera construida para la ocasión. La imponente cascada brinda unas buenas fotografías, tanto arriba en su base, como abajo con ella de telón de fondo, subidos al puente sobre el arroyo epónimo.

Volviendo a la población seguimos escuchando a multitud de Keas, y vamos hasta la capilla, desde donde se puede acceder a otra cascada, la del Avalanche Creek, esta más pequeña. Bajando encontramos a un grupo de niños y niñas jugando entre las casas, y nos sorprende que en vez de a fútbol jueguen a rugby (como debe ser).

En esta ocasión me toca a mi coger el volante de la caravana para descender la carretera del Arthur’s Pass después de haber comido algo. Y me encuentro con un camión que tiene que ir a unos 10 km/h para no embalarse. El freno motor hace un ruido infernal, al igual que el nuestro, que de no ser por él, dejaría a la caravana ingobernable en tales pendientes. Aunque el camión se aparta en la primera ocasión para dejar pasar a la numerosa cola que se ha formado tras él, nosotros nos desviamos al mirador del viaducto para que se desvanezca la aglomeración de coches. Desde aquí podemos comprobar el antiguo trazado de la carretera y cómo era anualmente arrasada por avalanchas de piedras y nieve, hasta que se construyó el viaducto que estamos observando. Este tramo de carretera es toda una obra de ingeniería de puentes, túneles y viaductos que hemos podido apreciar en el centro de visitantes.

Pero la tenemos que dejar atrás porque nuestro camino retorna a la costa oeste para llegar a Hokitika. Antes de llegar a ella nos habían comentado la posibilidad de ver una gruta de luciérnagas. Después de haber tenido que descartar ir a Waitomo en la Isla Norte, era la consolación que teníamos para ver a estos extraños insectos. Pero nos íbamos a quedar con las ganas, porque lo único que encontramos es un paredón con vegetación, y aún demasiada luz como para poder ver ninguna luz. De hecho en un principio pensábamos que era otra cosa, y nos fuimos a buscar las luciérnagas hasta la casa de un paisano. Pero no, se trataba de eso.

Dejamos atrás Hokitika, el pueblo del antiguo oeste, para adentrarnos en las estribaciones de los Alpes Meridionales. El tramo de carretera que afronto ahora es una auténtica delicia de recorrer, y pido al primo que saque un vídeo para el recuerdo. Es la típica carretera que sale en los juegos de coches, tanto antiguos (Out Run) como modernos (Need For Speed), con curvas amplias entrelazadas, con helechos arbóreos, palmeras y diversidad de árboles y plantas a ambos lados, con una anchura de unos 20 metros. Realmente se me ha quedado clavada esta imagen, es una grata sensación conducir aquí.

Y así iremos llegando hasta Franz Josef, donde mañana veremos su glaciar. Hoy dormimos en el camping del Top 10 Holiday Park. Hemos llegado a las 20.30 pensando que estaría cerrado, pero ellos abren hasta las 21 h. Nos ha atendido una señora que hablaba un perfecto inglés. ¡La hemos entendido todo! Y las instalaciones del camping son fenomenales (por eso es la mejor cadena de campings del país). Hoy tenemos internet pagando a través de un Hot Spot y una sesión de ducha muy reconfortante (no me quería salir del chorro del agua caliente nunca). En la zona de ordenadores hemos coincidido con unos suizos que hablaban castellano y hemos estado comentando la jugada, conociendo a los próximo rivales del mundial, como ellos han señalado.

10 febrero 2010: Abel Tasman Nacional Park (Nuevo!)

Como hemos dormido al final pasado Motueka, y cerca de Kaiteriteri, podemos dormir algo más pero sin despistarnos, que hoy hemos quedado para antes de las 9 para hacer un circuito por el Parque Nacional de Abel Tasman, que comprenderá paseo en kayak, en barco y andando, por las aguas de este intacto lugar.

Cuando llegamos a la caseta de Wilsons ATNP con los que vamos a hacer la actividad Kayak, Seals and Walk, aún no hay nadie. Por una vez llegamos pronto, y es que no empieza hasta las 9.30, cuando tenemos que quedar con nuestra guía Katherina. Descubro que nuestra reserva está a nombre de “De Lues ????” (literal). Ya nos aclaran que estaremos haciendo kayak un par de horas, comeremos aquí y a las 13.30 nos llevará un barco a una playa donde nos dejará para que hagamos una caminata de 2 horas, y vuelta para Kaiteriteri, un total de 8 horas, a darle caña. Tengo que preguntarle al chico si tenemos incluida la comida, ya que eso es lo que nos decía la Agencia. Lo tenían que corroborar.

A las 9.30, con las chanclas, el bañador, y las cámaras en bolsas nos presentamos a Katherina, una chica joven, de veintipocos con pinta de haber estudiado ambientales si hubiera estado en España. Nos presenta a nuestros compañeros de actividad, dos señoras y dos caballeros que venían de Estados Unidos, aunque yo a alguno entendí Mexico. En fin, tenían buen rollo, sobre todo una de las mujeres, y les entendíamos mejor que a los neozelandeses. Es curioso que nos hacen firmar un papel donde  damos permiso a que nos socorran en caso de incidente, y nos piden un número de teléfono y persona de contacto por si pasase algo…

Nos vamos hasta la playa donde están los kayak. La monitora nos explica un poco el funcionamiento del bicho. Nos enteramos de las cosas más importantes ya  que lo hace bastante entendible. Nos colocamos el poncho protector que nos queda tipo can-can, lo cual hace gracia a los americanos (los españoles cómo no, haciendo el payaso), y un salvavidas que da tranquilidad al primo. El poncho es de los que te cierra dentro de la canoa, por lo que la maniobra de salida de ésta en caso de vuelco nos parece un tanto arriesgada. Parece fácil salir de allí, pero habría que verlo cabeza abajo de dentro del agua. Esperemos que no haya ocasión de ensayarlo.

Como los kayaks son de dos plazas, Dani es el voluntario para ir con la monitora. Emprendemos el paseo y pronto comenzamos a ver los primeros cormoranes posados en los árboles. Creo que son cormoranes moñudos como los de aquí, pero con el vientre blanco. Katherina, muy simpática, va haciendo la visita guiada. Nosotros prestamos atención al principio, pero no nos enteramos de casi nada. Le pregunto que si se pueden ver aquí pingüinos, y creo entender que sí, pero que en verano no. Cuando avanzamos Dani y sus guardaespaldas intentamos mantener alguna conversación con Katherina, y aprovechamos para enseñarla español. “Hola, me llamo Katherina” y cosas del estilo. La pregunto que si conoce a algún cantante español, y me dice Shakira, a lo cual nos reímos todos.

Averiguamos que la ruta es de 2 km ir y otros 2 volver. Al principio le damos fuerte a las palas, y cansa bastante. Avanzamos y descansamos, aunque creo que el primo, que le llevo de timonel, en algún momento me engaña y deja de remar más de la cuenta.

Vamos haciendo paradas, y al rato llegamos a una playa, la de Split Apple Rock, con su característica roca partida por la mitad. Aprovechamos para hacer fotos, llega un barco de visitas y chupamos cámara. Katherina nos comenta que si queremos parar en la orilla, y entonces tenemos que remar fuerte y en perpendicular a la playa para conseguir encallar en la arena.

Nos bajamos del kayak con los brazos ya doloridos. Caminamos hasta una cueva que hay donde la guía nos muestra la diferencia entre los tipos de sedimentos que encontramos. Los que forman la arena de playa que son ligeros, y otros más oscuros que vienen arrastrados de la montaña que son mucho más pesados. También podemos observar una especie de fósiles que hay en la roca, como si de trilobites se tratara, es muy curioso.

Llega el momento de darse la vuelta. Montamos en el kayak y siguen pasando cormoranes, y alguna garza que no puedo identificar. Es increíble la de pájaros y de chicharras que pueblan los cercanos árboles. Las aguas son cristalinas, pero diría que no tanto como las de Menorca en sus mejores momentos.

En la vuelta nos encontramos con algo más movidita el agua, ya sea porque vamos más alejados de la costa, o porque están pasando embarcaciones que dejan su estela. El primo pasan algún apuro con los meneos, pero estabilizando el kayak no hay mayor problema. Ya en la bahía de Kaiteriteri disfrutamos relajados de la experiencia y de lo que el Parque nos ofrece. No está siendo como pensaba en cuanto a que imaginaba las playas soleadas con gente bañándose. El día ha salido nublado, lo que quita algo de belleza al lugar, creo yo. Y en las playas no hay absolutamente nadie bañándose, y tampoco es que haga tanto frío.

Concluimos con unas fotos con la simpática Katherina, y nos vamos hacia la caseta a recoger la comida. Solo tenían dos bolsas y no tienen nuestro nombre, así que nos da que no lo tenían calculado, pero comemos. Un trozo de quiché de espinaca, un rollo vegetariano, un muslo de pollo, una barrita de chocolate, una pasta, zumo, una naranja y una manzana. Nos vamos a por la bolsa que faltaba en la que pone escrito en el cartón “De Luis”, ¡qué ilusión!

Ahora toca esperar al barco que nos llevará hasta la playa de Tonga Quarry. Tenemos que esperarle porque viene con retraso, pero nos avisan oportunamente. Cuando atraca empiezan a bajar señoras con maletas y sus perritos. Algo extrañados al final nos damos cuenta de que un poco más al norte existen unos Beachfront Lodges bastante lujosos.

Montamos en cubierta, pero el día no está siendo para nada soleado y hace fresquete, aunque la ocasión merece la pena. Pasamos por delante de la playa de Medlands donde luego nos recogerán. Y avanzamos más allá de Tonga Quarry para ver la colonia de focas que están dormidas encima de la roca. Alguien desde la playa habrá echado cinco duros y empiezan a moverse al estilo Cortilandia. Qué majas. Quizá porque vamos con retraso no estamos mucho tiempo viendo a las focas, y en seguida vamos a desembarcar en Tonga Quarry.

No nos termina de quedar clara la duración de la caminata, porque el tío del mostrador nos dijo que 50 minutos, pero los carteles ponen 2 horas, que es justo el tiempo que nos han dado para recogernos. En cuanto se va el barco al fin y al cabo estamos abandonados en una playa incomunicada. Así que nos ponemos a andar para intentar no ser como siempre los más retrasados. Los primeros metros son cuesta arriba para tomar altura, y se hacen cansados. Pero enseguida comienzas a caminar por una especie de selva con cientos de helechos. Por fin encontramos el famoso “Silver Fern” característico de este país. Es hermoso y llamativo, con su envés blanquecino.  Seguimos caminando con un grupo de francesas detrás de nosotros que será referencia para saber si tardamos o no.

Proseguimos serpenteando por la ladera de la montaña, parece que va acabando la caminata, y cuando bajamos aparece un cartel que te indica por abajo cuando la marea está baja, y que subas un poco cuando la marea está alta. Nos ha parecido que la marea estaba baja, así que continuamos para abajo.

Cuando llegamos a la orilla nos topamos con una masa de agua que nos separa de la arena. No es que esté demasiado alta la marea, pero lo justo para no poder meternos en el agua con las zapatillas, las cámaras y demás parafernalia turista. Nos planteamos subir para ir por el lado largo, pero podemos avanzar saltando por las piedras de la orilla, como si de la Pedri se tratara. Las francesas tiran para adelante, y nosotros no seremos menos.

Ya en la orilla, relajados, caen unas cuantas fotos a este rincón del Mar de Tasmania. Son las 16 h y no nos recogen hasta las 16.30. Pero vemos que llega una embarcación pequeña que se lleva a la gente que había en la playa, y nos quedamos solos. Es extraño que hayamos sido los primeros en llegar, y de la gente que había tomado de referencia no había nadie. Tan solo aparece un matrimonio que anda tan despistado como nosotros. Consultamos un mapa y nos percatamos de que el lugar donde nos van a recoger no es esta playa sino una cala que está al lado, así que comienzan los nervios y aumenta la tensión. Salgo rápido para la cala mientras éstos se colocan de nuevo las zapatillas. Me da que si no estamos en la cala no esperarán.

Por suerte en unos 10 minutos llegamos y allí vemos aún a los compañeros de viaje. El barco llega tarde, y parte rumbo a Kaiteriteri haciendo numerosas escalas recogiendo a gente que está en otras playas, bien porque les han dejado antes por allí, o porque están haciendo alguna ruta. El caso es que paramos en sitios que antes no hemos parado.

Y así, acabamos llegando de nuevo a Kaiteriteri, donde tan sólo nos queda coger de nuevo la caravana, para emprender viaje, por tierra esta vez, hacia nuestro próximo destino: Punakaiki.

Al acabar tan pronto las actividades nos queda tiempo de luz por delante para ver algo el camino. Tomamos una carretera que atraviesa numerosas poblaciones aunque de pocas casas. Dejamos a la derecha el Parque Nacional de Kahurangi, hermano de Abel Tasman, donde no hay poblaciones ni carreteras hasta la costa. En lazamos con la SH-6 y se nos hace de noche atravesando la  garganta del Buller. Preciosa angostura de tortuosa carretera. No llegamos a entrar a Westport, y ya circulamos en paralelo a la selvática Costa Oeste.

He leído en la Lonely Planet que en Charleston hay un café-bar que cierra tarde, y es el centro de operaciones de Norwest Adventures, una empresa que organiza rafting subterráneo por cuevas cargadas de luciérnagas. Nos apetecería tomarnos una cerveza y meditar la posibilidad de hacer la actividad mañana, que además incluye un traslado en tren (el único medio de transporte que nos falta por coger) a través de la selva tropical. Pero cuando pasamos por Charleston está todo a oscuras, no hay rastro de actividad y lo que parecía un bar tiene aspecto de traspasado, así que continuamos nuestro camino y nuestros planes.

Cerca de Punakaiki dejamos hoy la caravana. Dormiremos medianamente horizontales a un lado de la carretera, y muy cerquita del mar violento.

9 febrero 2010

Hoy tocaba día de enlace, y como en las grandes vueltas ciclistas, no iba a suponer un descanso. Comenzaba el día viendo  el monte Ruapehu, imaginando a Frodo con su pesada carga subiendo por sus laderas.

Partimos dirección Wellington, toca cambiar de isla y tenemos el ferry Interislander a las 18:25. Pero de camino teníamos deberes pendientes: confirmar las actividades que tenías próximamente. La más inmediata era la del kayak en Abel Tasman, que la teníamos que tener confirmada ya. Paramos en la primera cabina que nos encontramos de camino y ahí empezó la odisea “in inglis”. Lo primero que te sale es una grabación que no hay forma de entender, deja paso a una operadora, a la que saludo y lanzo mi requerimiento. Iba preparado con unas frases y con lo que supondría me iba a preguntar, pero la cosa se fue complicando por momentos, y lo mejor que me salió fue cuando le dije que mi inglés era muy malo que lo sentía mucho pero que no la entendía. Les dices que te hablen despacio y te vuelven a soltar un rollo larguísimo, que a la segunda frase ya has perdido el hilo. ¿No pueden dar instracciones en breves pasos? Por lo visto me estaba contando que tenía que estar minutos antes de la hora indicada, que si tenía comida contratada y que si dormíamos lejos ellos nos acercaban en bus gratuito, y que sino podíamosdormir en sus hoteles. Pero claro, eso lo supongoa  toro pasado.

Luego le tocó el turno al primo, confirmando la actividad del glaciar Fox. Una auténtica aventura, pudo decir la hora unas veinte veces, la cambiaron y la descabiaron. Y lo más sangrante, que también me pasó a mi, es que te preguntan el apellido veinte veces y como no lo entienden se lo tienes que deletrear.

El siguiente paso era hacer compra, para ello paramos en Wanganui. Iba todo bien, compramos lo necesario y poco más, echamos el ojo a un sitio donde comer rápido y seguro, pero cuando estábamos guardando la comida se nos rompió el cajón de la vajilla, no pudiéndose cerrar. Así que nos tuvimos que poner de manitas para arreglarlo, buscando tornillos y destornilladores, al final nos decantamos por lo único que había, una resina epoxy que a día de hoy parece que va aguantando.

A todo esto el tiempo había pasado, y cuando el primo mete en el GPS el destino de la ruta, Wellington, nos pone que llegaríamos a las 17:30, y teníamos que estar una hora antes para sacar los billetes.

Así que ahí me veis a mi cogiendo la caravana por esas carreteras que posee NZ, pegado a la costa rebajando tiempo al GPS. Primero fue adelantar un tractor, luego una caravana en un “passing lane”, luego adelantar con tráfico de frente, luego adelantar coches, y cuando me puse a adelantar a un Porsche Cayene, a 120 km/h y las ruedas casi despegaron del suelo (literalmente) reduje un poco la marcha. A todo esto nos estábamos quedando sin gasolina así que tenía que combinar el darle caña con el ahorro de carburante.

Finalmente tuvimos que repostar antes de llegar a Wellington y llegamos con la hora pegadísima, ns separamos para lo billetes y llevar la caravana a la cola y finalmente pudimos entrar, muy por los pelos y haciendo todo tipo de pillerías, pero llegamos a tiempo.

En el ferry, disfrutar de las vistas y el frescor, decir adiós a la isla norte, y hola a la isla sur, aun que ya de noche.

Y para continuar con este ajetreado y estresante  día, otras tres horas de viaje que condujo Dani hasta Motueka. Y cuando quisimos aparcar para echarnos a dormir todos los sitios viables tenían el cartel de prohibido acampar, prohibido aparcar o prohibido pasar la noche. En fin que dimos más vueltas que un tonto para acabar en un sitio inclinado, sin cenar y reventaos.

8 Febrero 2010: Tongariro Alpine Crossing

Alguien dijo “camina o reviente” y tenía muchísima razón.

Nos despertamos en el Camping Kiwi Holiday Park de Taupo a las 6 de la mañana, estaba amaneciendo ya pero allí nadie se movía. Estos turistas son los que antes se van a la cama o no es para madrugar, aunque claro, están de vacaciones.

Habíamos quedado a las 8 con el gitano de Tongariro Crossing, el que nos iba a llevar desde Ketetahi Car Park hasta Mangatepopo Car Park. Salimos con tiempo, sin desayunar y llegamos justos, para preparar la mochila y salir corriendo que casi se nos escapa con el resto de la gente. 20 $ por persona el viaje. Unos compañeros entretenidísimos, todos con caras largas, como de muy concentrados ante lo que iban a hacer, o haciéndose los interesantes. Nos cayeron mal. A la llegada se fueron inmediatamente.

Nosotros como españoles que somos tardamos en prepararnos e hicimos toda la ruta muuuuy tranquilos. El track, de los más valorados como caminatas de un día, consta de algo más de 19 kilómetros de sentido único ( en principio), que asciendo de los 1.100 metros de Mangatepopo, hasta los más de 1.900 de m de los cráteres centrales del volcán Tongariro.

Las imágenes, muchas, hablan por si solas, y en los vídeos las comento yo, jeje. Solo comentar algunos detalles: que los extranjeros son unos secos que no dicen nada y ni siquiera saludan, les debe faltar la sangre latina. Únicamente destacar un hombre que viajaba solo que nos preguntó sobre el trípode de Dani y estuvimos intentando explicarle las características, luego coincidimos en unos cuantos puntos más del recorrido. Y una chica koreana que arriba del todo se ofreció voluntariamente a hacernos una foto, comentó que si éramos españoles, no sé con qué fin, pero algunas palabras intercambiamos, pues estuvo haciendo unas cuantas fotos, al igual que nosotros en la cresta del cráter central.

Otra anécdota para recordar fue ese momento en el que el que suscribe se le ocurrió, en plena cresta, intentar tocar con la punta del bastón una discontinuidad geológica en el borde. Como el cerebro humano es muy joputa, pues decidió ordenar a mi mano abrirse, resbalándose de mi muñeca el bastón y cayendo un par de metros precipicio abajo. Era jugarse la vida intentar bajar a recuperarlo, ya que solo existía un rsbalón y caías hasta el fondo del cráter. Cuando ya me estaba despidiendo de él celebrando que ningún sitio podía ser mejor para al fin separarnos, a Dani se le ocurrió utilizar su trípode que con el mando consiguió llegar a la cinta del bastón y subirlo. Qué espectáculo, quizá andemos por youtube.

La ruta es espectacular, la primera parte hasta  Soda Springs es tranquilita, con algún repecho, pero disfrutando del valle volcánico. A partir de ahí una dura subida con escaleras (toda la ruta iba a estar bien señalizada y muy intervenida para evitar erosión y riesgos) para llegar a la base del Monte Ngarauhoe. No subimos porque es espectacular la pendiente que tiene. La cima además estaba nublada.

De ahí por la llanura del cráter Sur del Tongariro. Y luego una fuerte subida por la falta sur, hasta la cresta que da acceso al Red Crater. Hermosas vistas desde allí, con estratos de rojo intenso, caídas espectaculares (incluida la del bastón), restos piroclásticos, pero entraba la niebla… y se ponía a llover.

En la bajada, espectacular también y muy empinada, por fin los lagos Esmeralda y Azul, no hay palabras. Se alternaba la niebla con la lluvia y el sol, y con las fumarolas que salían del las laderas del cráter. Enfrente teníamos el Blue Lake, grandísimo, debajo el Emerald Lake, y a nuestra izquierda el cráter central del Tongariro. Las vistas hacia atrás desde el Blue Lake (Te wai-whakaiata-o-te Rangihiroa) son magestuosas, con poca imaginación puedes pensar cómo era el volcán y cómo al explotar se fue desmenuzando y creándose cráteres y luego lagos. De impresión.

Tras esto comienza la insufrible bajada hasta Ketetahi, a través de un piso alpino-subalpino, que no está mal pero que cansa en ese momento de la ruta. Ademças no termina nunca, pasas la Ketetahi Hut y sigues bajando, pudiendo ver muuuuuy lejos dónde está aparcada la caravana. Hacia arriba puedes ver las fumarolas y vapores de Ketetahi Hot Springs, y oler de primera mano sus gases.

La sorpresa final son los últimos kilómetros de la ruta, a través de una laurisilva impresionante, cargada de verdor, infinidad de plantas tropicales, algún Kauri, diversidad de helechos en un metro cuadrado, el río, con sus cascadas… y por fin tras mucho, mucho esfuerzo, 10 horas de ruta, llegamos al fin.

7 febrero 2010

Nuestro propósito de hoy es ver las zonas geotermales de Rotorúa y alrededores. Tras unas dudas y pasar por el I-site para nada, vamos hasta Te Puía a ver su conjunto de geíseres y zonas termales. Contratamos una visita guiada (XX $), de la que no nos vamos a enterar de nada, pero que nos da acceso a la zona y donde echamos toda la mañana.

Por la tarde vamos a Wai-o-tapu, pero paramos a comer en el Lago Oakara. Al llegar a la zona termal donde queremos ver la Champagne Pool, nos damos cuenta que está cerrado, son las 5 de la tarde y la última visita era a las 15:45.

Solo nos queda ir hasta Taupo a un camping Kiwi, e intentar ver las Huka Falls. Al final no salió mal la jugada, porque es espectacular. Un canal de agua blanquecina espumeante y rabiosa que baja desde el lago Taupo, con una sección inicial de 100 m y 4 de profundidad, pasa a una sección en el canal de 25 m de ancho y 10 de profundidad. Qué violencia el salto final.

Después nos fuimos a ver los rápidos de Airrrrrrrrr pero como han construido una central hidroeléctrica solo hay agua suficiente en los rápidos a unas determinadas horas, que no iban a ser en las que estábamos nosotros. Una vueltecita por el lugar y al camping a cargar pilas, que mañana es duro.

6 febrero 2010

Nos hemos despertado hoy en el Hotel Oakwood Manor Motor.

Hemos ido a por la campervan y hemos conseguido que nos atendiera un chaval mexicano muy majo que nos ha exlicado tod el funciomamiento de la caravana. Mu completa la oficina de United Campervans, con conexión a internet y máquina de café que nos ha servido para desayunar y despejarnos.

Hemos conocido a una pareja de alemanes muy majos, l hombre había vivido en Vitoria y ha reconocido nuestro lenguaje. Hemos estado charlan sobre nuestro viaje, y alguna cosa más.

El primo ha sido el primero en ponerse a conducir por la izquierda un bicho de tan magnas dimensiones. Hemos ido a hacer la compra, ha sido un poc locura porque el supermercado Food Town Airport era grandecito y tenía muchos tipos de cada cosa que mirábamos para comprar. Al final ha salido todo por 342 $, hemos comprado bastantes cosas, pero lo hemos tenido que pagar con cash porque no conseguíamos que pasara la cartera.

Después hemos ido al centro de Auckland, una nueva aventura para conducir. Hemos conseguido aparcar y hemos pagado la novatada, bueno, hemos pagado 4 h de aparcamiento (4$) un día de fiesta en el que no se cobra el servicio de parking.

Íbamos a visitar la Sky Tower, subimos hasta lo más alto que se podía subir, un Total Tower hasta el Sky Deck (28 $) a 220 msnm. Asombrosas panorámicas y gente mu loca descolgándose desde lo más alto y paseando por las pasarelas exteriores de la torre. A esos les quería yo ver trabajando en una refinería.

Esperçabamos algo más, pero bueno, las vistas están bien, de toda la bahía. Hemos hecho una compra y al bajar hemos experimentado lo que es cruzar un cruce en diagonal. Hemos aprovechado para tomarnos un perrito caliente estilo Baviera (como el alemán pesado!) por 5’50 €, o eso creemos. A la vuelta a la campervan, la anécdota de ayudar a unos pintas a arrancar un coche cuesta arriba. Ay que ver la de maquis y coches de maquis que hay por esta ciudad, y nos referimos a coches tipo NFS underground. Ah, lo que también hay es buen género femenino, eso o que nos hemos encontrado de golpe y porrazo con el veranito sus prendas y las mujeres.

Tocaba salir de Auckland, y tras mirar campings, tiramos hacia Rotorua. 240 km en más de 3 horas en las que hemos conducido el resto de integrantes. Hemos experimentado lo que es conducir una caravana en NZ (que si derecha cerrada, izquierda abierta, que te vas hacia la izquierda y te sales de la carretera, la piernas que pegan en el volante, la palanca de cambios en el otro lado, arranca en 2ª, utiliza el freno motor, no te pases de revoluciones, que no se te muera en un subida, la marchas duras, que no entrar… una locura.

Todo para qué,? para llegar al camping seleccionado y encontrarlo cerrado, sabíamos que podíamos entrar y pagar el día siguiente pero hacerlo el primer día sin saber dónde están las plazas, como te conectas ni nada del estilo era arriesgar. Así que aprovechamos nuestra condiciçon de caracolillos, y tiramos por la carretera del Lago hasta que se acabó y allí hemos dejado la caravana, en medio de la más oscura noche. Cenita en horno de gas (una especie de fajitas de pollo y un bollo) deshacer la maleta, birras y a dormir. Y eso es lo que voy a hacer que se me llevan cerrando los ojos unas cuantas horas.

7 de febrero de 2010

4-5 febrero 2010: Comienza la aventura (NUEVO!)

Salimos con más pena que gloria de casa, sin haber dormido nada o unas pocas horas, y tras haber envuelto las maletas cual chopped que será el alimento de cada día.

La tensión que llevábamos por facturar el equipaje quedó dispersada después de que una operadora con mucho sueño nos lo arreglara todo para mandárnoslas hasta Auckland. Primer objetivo conseuido, íbamos a poder desembarcar tranquilos del vuelo Madrid-Barcelona, que tardaba en despegar. El vuelo aterriza a las 8.15, le echamos un ojo las cintas de las maletas para corroborar que no han salido, y en el mostrador de Singapur Airlines nos activan el check-in online que el primo llevaba. Va todo bien…

A las 10.00 hora española montamos en un peazo avión mucho más grande que cualquier otro en el que hubiéramos montado. La primera sensación tras ver los asientos de la clase bussines es de los ojos como platos por el tamaño del sillón-cama que tienen. Nuestros asientos son más pequeños, evidentemente, incluso un poco más de lo que esperaba, Vienen equipados con enchufe a 110V, la típica toma de auriculares y una pantalla plana de 11” con su mando para poder acceder a multitud de juegos, películas, documentales, libros, programas para aprender idiomas, música y la posibilidad de conectar nuestras propias memorias (aunque acabamos de comprobar que solo podemos reproducir audio). El espacio para las piernas es amplio, con reposapies, y asiento reclinable aunque poco. Lo que más me gusta es que tanto en nuestra pantalla como en la del fondo del avión hay una reproducción sobre mapa tipo google earth con el recorrido del avión, incluso la orientación del aparato. E información sobre altitud, temperatura, velocidad del vuelo, distancia recorrida, hora de destino, hora de llegada, y lo peor: lo que nos queda por recorrer. Pero la primera escala solo son 70 minutos, hasta Milán.

Durante el recorrido ya nos empiezan a agasajar, nos dan el menú de este vuelo, con aperitivos, menú de comida, bebidas, más aperitivos y desayuno. Estarán continuamente pasando ofreciéndote bebida, y cada cierto tiempo pues con snacks, sandwiches (el primero hecho en Valladolid, por cierto), etc.

La comida muy bien: una tarrinita con pasta con jamón, un panecillo con mantequilla, unas crackers con queso blanco, a elegir entre pechuga de pollo con verduritas y champiñones y tortilla o ternera guisada a la pimienta con verduritas y arroz frito. La verdad es que muy rico que estaba. Y de postre un pastelito rico, y un café o un té, pero el primero que me tomé me dejó tocado, no arriesgo.

Y lo dicho, aquí seguimos viendo cómo se va reduciendo el tiempo hasta nuestro próximo destino, un tanto agobiante porque tras intentar dormir algo al despertar descubres que aún te quedan 10 horas de vuelo, y que al aterrizar en 50 minutos te montarás en otro avión similar frente a otras tantas 10 horas.

Y es que, qué grande es el mundo por dios! es una lástima que casi todo el viaje ha sido con nubes y sol de frente porque no hemos podido ir viendo por donde pasábamos: Sofía, Montenegro, Turquía, Israel, Damasco, Dubai, Bahaerin, Arabia Saudí, Bombai… Ahora son las 20.10 hora española, viajamos a 1000 km/h 10.600 m sobre la India, es de noche, la primera noche de las dos que nos encontraremos en nuestro VUELO…

Se hace realmente interminable. En Singapur el trasbordo se hace relativamente rápido y sin problemas, hemos podido conectarnos a internet. Estamos ya muy cansados, y en el vuelo nos siguen dando comida, nuestro estómago no admite más. Nos dormimos unas horas que hacen que el vuelo sea más llevadero. Volamos sobre el basto desierto australiano, con dunas y formas extrañas en su superficie.

Tenemos que rellenar un cuestiorio de entrada al país neozelandés en el que tenemos que declarar si llevamos o no ciertas cosas que no puedes introducir en el país, como comida, semillas, ornamentos hechos con partes animales o vegetales, y si llevas botas de senderismo, material de acampada, elementos de pesca o submarinismo, etc así como declarar cuál es tu trabajo actual, si has estado trabajando con animales o en alguna granja, y dónde has estado últimamente. Vamos que te van metiendo miedo.

Yo a estas alturas estaba jugando a los juegos del avión y me quedaba dormido literalmente moviendo el mando, o entre tirada y tirada. Ha sido curioso cuando una hora antes de llegar Dani ha dicho que podíamos dormir un ratito antes de llegar, y los tres sin mediar más palabra nos hemos quedado sumidos en un profundo sueño.

Por fin tocamos suelo en las antípodas españolas, y ahora toca la tensión de la entrada al país. Según desciendes del avión ya vas viendo intercalados los carteles de bienvenida muy bonitos, con los que te avisan de que o declaras, o pagas o dejas tus objetos que no puedes introducir.

Antes de poder recoger nuestras maletas pasamos por el control de inmigración. Primeras tensiones en una cola interminable. Viajamos juntos, pasamos por los controles junto. Como no hemos puesto dirección de residencia en la isla nos pregunta que qué vamos a hacer: “motorhome for 2 weeks” y que dónde vamos a pasar la noche. Pasamos sin mayor problema.

En la siguiente puerta nos encontramos con nuestras maletas saliendo a la cinta. Nos parece increible que hayan llegado aquí sin problema, estamos asombrados. El siguiente paso será pasar la aduana. Como hemos declarado las botas de montaña pasamos por la puerta roja de elementos sospechosos. Nos preguntas si llevamos “foof” y si tenemos “boots” anda, que las palabras podrían ser más diferentes. Pero no hemos tenido problema.

Nos enfrentamos a la zona donde te abren las maletas, y ya ves alguna persona con las botas chorreando dentro de una bolsa plástica. Solo se preocupan de las botas, con las de Dani y con las mías no hay problema, pero las del primo se la llevan a limpiar. Sin mayor problema, un desinfectado y listo.

La siguiente prueba es la de los rayos X en la maleta. Y aquí vienen las primeras tensiones, porque una mujer maorí con malas artes nos echa a Dani y a mi para atrás y nos manda de nuevo a pasar los controles. Intento explicarla que ya los hemos pasado, y tras una discusión bastante tonta le digo literalmente “ya hemos pasado el control” a lo que me mira con mala cara. Menos mal que Dani estaba alli y me dice que nohay problema,que pasamos de nuevo. El asunto debía ser que el OK solo lo llevaba escrito el primo en su tarjeta, y que no nos lo había escrito en las nuestras. Así que de nuevo a pasar la revisión de las maletas.

Y como no, surgen más problemas, porque me encuentran el haki que llevo mugroso. El tio (otro diferente) lo coje con asco, lo inspecciona, lo aprieta, y Dani dice “rice”, noooooo “it’s plastic"!” a lo que el tio asevera y seguimos sin problema.

Con los rayos X ya no hay problema así que por fin estamos fuera, legalmente, con nuestras maletas, reventados deseando llegar al hotel. La agencia nos pagaba un taxi hasta el hotel, pero no teníamos ganas de estar llamando, así que cogemos el primero que encontramos.

Momento de la noche cuando el primo se fue a montar con el conductor, por la puerta del conductor!! jajaja, que aquí conducen por la izquierda, con el volante a la derecha!.Nos lleva hasta el Hotel, con las primeras rayadas sobre cómo conducen aquí, y el tipo del hotel para registrarnos nos pregunta la altura… en fin, a dormir que mañana prosigue la aventura.

4 de febrero de 2010

Aotearoa

Llegó el día. Partimos en unas horas para Nueva Zelanda, la tierra de la larga nube blanca. Afrontamos la mayor aventura, en lo que a viajes se refiere, de nuestra vida. Serán 24 horas volando, 30 horas de aviones y aeropuertos. Cruzaremos Europa, Asia, la Polinesia y Oceanía, para perder medio día de nuestra vida, viviendo por unas semanas boca abajo con 12 horas de diferencia horaria.
Afrontaremos 14 días entre la Isla Norte y la Isla Sur, a bordo de una auto-caravana para 4 que deberemos conducir por la izquierda. Recorreremos cerca de 4.000 km para poder disfrutar de la cosmopolita Auckland, de las termas y fumarolas de Rotorua, los volcanes del Parque Nacional de Tongariro, las playas cristalinas de Abel Tasman, la angostura de Arthur's Pass, los glaciares de los Alpes del Sur, la multiaventura de Queenstown, los fiordos de Fiordlan, las focas, alcatraces y pingüinos de la península de Otago, los aires irlandeses de Dunedin, nieves perpetuas en el Monte Cook... Prados, volcanes, ovejas, ballenas, pingüinos, helechos gigantes, gusanos de luz... todo un verdadero espectáculo!
Así se empieza a escribir uno de mis sueños, que a su vez englobará alguna que otra de mis metas y anhelos.
Deseo que nos vaya todo bien. Suerte para mis compañeros Daniel y David. Viviremos todo al máximo, aprovechando cada momento como si lo estuviéramos compartiendo con vosotros.

De hecho lo intentaremos a través de este blog, espero que nos sigáis, y disfrutéis un poco también de nuestro viaje. Espero que os guste.