18 de febrero de 2010

18 Febrero 2010

Los caminos de El Señor (de los anillos) son inescrutables.

No ha parado de llover en toda la noche, a intervalos bastante fuerte, aunque el primo dice que se ha despertado y ha llegado a ver el sol. Pero después de desayunar no hay más que nubes bajas en el horizonte, una lástima, pero albergamos esperanzas.

Subimos hasta el desvío que se encuentra poco antes del Hermitage, que nos conducirá hasta el mirador del glaciar Tasman. Hay dudas de si es posible entrar con la caravana allí, pero yo he leído a gente que lo ha hecho y que lo prohibido es desde el aparcamiento del mirador hasta la Ball Hut, así que nos adentramos en el camino.

Lo más parecido al camino Congosto, con infinidad de ondulaciones en el terreno. Además con la bicha que llevamos va todo temblando, y del propio bote y rebote de los amortiguadores se llega a perder el control de la caravana, culeando en algún momento, pero sin mayor problema que la incomodidad. Cruzamos el estrecho puente sobre el río Tasman y en unos kilómetros nos plantamos en el aparcamiento.

Sigue lloviendo y algunas de nuestras ropas siguen mojadas de ayer, pero es lo que tenemos. Caminamos hacia el mirado, son unos 50 minutos aun que nos desviamos antes al mirador del Lago Tasman. Cuando nos asomamos a la morrena terminal la vista tan solo nos da para divisar un gran bloque de hielo que flota en el agua cual iceberg. Y al rato se disipa entre la niebla. Ni glaciar, ni fotos, solo un oriental que se dirige hacia nosotros, y un poco apáticos le respondemos en castellano (él nos habló en medio japonés medio inglés y no le entendimos nada).

Ante la imposibilidad de ver nada desistimos de intentar ver el glaciar desde el otro mirador. Nos volvemos para la caravana con el rabo húmedo entre las piernas (qué humor! juass)

Las vistas deben ser espectaculares, con las cumbre medio nevadas, multitud de glaciares, un ancho cauce, ríos serpenteantes… lo tendremos que ver todo en diferido, como lo conocí, desde el Google Earth, cuando no hará ni un año lo estube recorriendo en vuelo 3D deseando que algún día de mi vida pudiera verlo en directo. Pero no todos los sueños se pueden cumplir al 100 %.

No son ni las 11, y la otra alternativa que manejábamos era ir a ver el Monte Sunday, donde Peter Jackson ubicó Édoras en su saga del Señor de los Anillos. Para ello debíamos salir del valle del Tasman y bordear el Lago Pukaki primero, y Tekapo después, ascender por el Burkes Pass y adentrarnos en una zona bastante desértica, que en ocasiones me recordaba a las zonas yesíferas de Rivas. De Fairlie a Geraldine el paisaje se hace más verde, y llueve con más intensidad. Repostamos y cambiamos el agua a los canarios.

Nos desviamos por la 72 hasta Mt. Somers, y allí cogemos el último de los desvíos para enfilar la cuenca del río Rangitata. No sabemos qué tipo de carretera será. El GPS nos dice que son casi 50 km y que tardaremos más de hora y media. Pero el caso es que la carretera tiene buen asfalto y está limitada a 100 kh/h. Pero eso será solo hasta el poblado de Hakatere. Desde ahí el camino será de pequeños cantos rodados con una anchura de unos 4 ó 5 metros pero sin rodada.

Dani conducía y empezó con buena velocidad, pero en cuanto empezó a notar que le culeaba en las curvas y en las rectas cuando pisaba gran acumulación de piedras, redujo la marcha. Entonces nos encontramos con el gran obstáculo del día: un rebaño de ovejas gigantesco comandadas por un pastor en una pickup que estaba montando a sus perros atrás y que nos dijo que siguiéramos adelante por nuestra cuenta.

Uno ha cruzado algún que otro rebaño de ovejas, pero no de tal magnitud. Además el camino está amojonado por una valla de una anchura de no más de 10 metros, es decir, las ovejas o avanzaban o retrocedía. Y eso hicieron. Según íbamos penetrando en el rebaño las ovejas se iban amontonando a los laterales de la caravana, con mucho miedo corrían para adelante y se apretaban unas contra otras, cuando llegaba un momento corrían hacia atrás. De este modo estábamos partiendo el rebaño en dos mitades, y el pastor se estaría acordando de nuestros ancestros.

Al grupo delantero no había forma de adelantarle, corrían delante de la caravana como las personas en los Sanfermines. Dani iba de un lado a otro pero no se apartaban, y entonces las ruedas motrices de la caravana empezaron a no traccionar, se estaban quedando encalladas en las piedras. Pasamos temor pensando que ahí nos íbamos a quedar tirados, y tuvimos que hacer uso del claxon de los gritos que aprendimos en los pueblos, para al final, en una parte más abierta del camino, adelantar al resto del rebaño.

Pero la emoción no iba a quedar ahí. Cruzamos otro poblado, desierto, que se encuentra entre dos lago. Y más allá el camino tenía cada vez más piedras. Llegó el momento de decir “no” a Édoras, no merecía la pena el la tensión que se estaba mascando en el ambiente. Pero… ¿cómo dábamos la vuelta? el camino era suficientemente ancho, pero había algo de rodada y cualquiera se ponía las ruedas sobre el montón de piedras que había a los lados.

En un sito un poco más despejado paramos, y bajamos para indicar a Dani la forma de dar la vuelta. Atravesados completamente tuvimos que quitar piedras con los pies y con el recogedor para mostrar la tierra más firme.

Una vez dados la vuelta condujimos con muchísima cautela y tensión, porque las piedras estaban cada vez más mojadas y resbalaban, así que teníamos que tener cuidado de mantener la trazada y elegirla bien. Qué tensión pasamos!

Fuimos avanzando cuando nos volvimos a encontrar al rebaño de ovejas, con el pastor y los perros a punto de juntar las dos mitades del rebaño. Nos devolvió el saludo, pero pudimos suponer el cabreo que tenía dentro de sí.

Ordenó, esta vez sí, hábilmente a los perros que fueran apartando a las ovejas, y en esta ocasión fue mucho más fácil hacernos paso entre la fauna ovina.

Se nos hizo largo hasta que pisamos asfalto, para entonces estaba cayendo un buen aguacero, habían pasado las 3 de la tarde y apretaba el hambre. Así que en Mt. Somers paramos a comer, junto a la escuela.

Pero los incidentes no iban a cesar. Cuando ya estábamos con los postres empezaos a escuchar la típica bocina de alarma de bombardeo o se está quemando Puertollano. En un principio pensamos que es la exagerada sirena del colegio, aunque nos extraña que salgan tan tarde los niños, sabiendo a en 2 horas la gente cena. Pero la bocina que no deja de sonar. Y empezamos a ver que un par de personas corren hacia una caseta que está cerca de nosotros., un camionero para y se baja, un ciclista llega deprisa y corriendo y un todoterreno aparca encima del jardín de la caseta. Vemos que la bocina que suena es la de esa caseta y empezamos a preguntarnos si habrá realmente una alarma, tipo terremoto o tsunami. Pero lo descartamos ya que estamos lejos del mar. Incluso llegamos a pensar que el pueblo se ha movilizado al ver una caravana extraña al lado de la escuela de sus hijos, pero está cerrada. Cuando estamos recogiendo todo para salir pitando y sin fregar, oímos sirenas, lo que faltaba, y aparece un coche de bomberos que sale de la caseta a toda velocidad. Así que suponemos que todo ha sido un aviso de incendio o inundación, que los propios vecinos del pueblo son la patrulla de bomberos y que eran esas personas que veíamos correr.

Debía ser algo serio porque vemos llegar pasar hasta 3 caminoes de bomberos, pero nosotros nos marchamos que tenemos que avanzar el camino ya hasta nuestro punto final Christchurch.

Esta noche la pasamos en camping, así adecentamos la caravana, y nos aseamos para afrontar el largo viaje. Aprovecharemos también para hacer el checing on-line de los billetes de avión y avisar a la familia de que todo sigue bien. Y lo más importante: haremos la maleta, a ver si repartiendo peso logramos no superar el peso máximo permitido para el equipaje. Va a ser difícil…

No hay comentarios:

Publicar un comentario