13 de febrero de 2010

13 Febrero 2010: Queenstown (Nuevo!)

En busca del bullicio

Hoy proseguimos con el viaje de enlace a Queenstown, pero queríamos aprovechar para ver bien el Haast Pass, por el que nos va a conducir directamente la SH6. Salimos del Lago Paringa, lloviendo como lo dejamos, por lo que no se pudieron hacer fotos muy decentes. Pasamos por el Lago Moeraki y llegamos de nuevo a la Costa Oeste. Por ella hasta el desvío de Haast Junction, justo después de haber cruzado el río Haast.

Discurrimos ahora en paralelo a él, siendo el valle cada vez más y más estrecho, con cascadas a ambos lados. Según avanzamos parece que se empiezan a abrir claros, pero de nuevo entran nubes más bajas aún, será la tónica de este tramo, y es que la Costa Oeste es así. Gracias a estas lluvias podemos ver cascadas como la de Thunder Creek Falls o la Fantail Falls en todo su esplendor, y con bellos paseos en medio de tupidos bosques, que han de albergar numerosos animales, difíciles de ver, pero que los podemos escuchar.

Paramos unas cuantas veces más por el camino para seguir echando numerosas fotos. Y así vamos dejando atrás el desfiladero de Haast y llegando a Makaroroa, donde el paisaje es más abierto y ya se empiezan a ver las cumbres de los Alpes. A nuestra derecha vamos dejando el Mount Aspiring National Park, intentando adivinar cuál podría ser el alto pico del Aspiring (Tititea) con 3.027 m. Nos vamos acercando al enorme Lago Wanaka ya con los rayos del sol calentándonos la cara. Según vamos avanzando podemos apreciar que aquí el clima es menos húmedo, la vegetación no es tan exuberante, empieza a estar algo más seco, y es normal, pues los vientos húmedos del Mar de Tasman no son capaces de superar las altas cumbre de los Alpes del Sur, y de ahí las selvas de la Costa Oeste.

Cuando cruzamos al Lago Hawea, gemelo del Wanaka, el sol ya brilla lustroso en la superficie del lago, mientras algunas nubes remolonean en las cumbres más altas de las montañas. La SH6 continúa bordeando el extremo meridional del Lago Hawea. Cuando acaba continuamos por terrenos ya muy secos, que recuerdan al antiguo oeste americano, y es que aquí la fiebre del oro también hizo mella, en la tierra y en las gentes. De ahí nombres de localizaciones como Albert Town, Luggate, Queensberry o Cromwell, que de maorí ya tienen poco.

Y así llegamos al divertido río Kawarau, sede en invierno de las expediciones de rafting, cuando el Shotover se pone más violento. Ahora aquel se muestra tranquilo con aguas azul claro por los sedimentos disueltos. Remontando en paralelo el río por una sinuosa  carretera nos vamos acercando a Queenstown, y kilómetro a kilómetro empieza a aumentar la cantidad de gente, el bullicio y la adrenalina en el ambiente. Queenstown, la ciudad del deporte extremo no es más que un pueblo de  8.500 habitantes, pero es sede de innumerables empresas de actividades de riesgo, y es de los lugares más bulliciosos de Nueva Zelanda.

Por ello buscamos un lugar más tranquilo donde poder aparcar la caravana para comer. Llegamos hasta los Queenstown Gardens en la península que se abre junto a la Bahía de Queenstown en mitad del Lago Wakatipu. Por la tarde aprovechamos a dar una vuelta por el pueblo. Echaremos a la tarde aquí, y aprovecharemos para hacer compras. El Lago Wakatipu se muestra tranquilo en su playa, pero no se sabe qué secreto esconde que le hace variar su nivel cada 5 minutos, dicen. Podemos comprobar como su orilla está mojada en varias franjas, pero en 5 minutos no parece haber variado nada.

La gente plácidamente toma el sol en la orilla, y algunos chavales toman sus cervezas en césped, bancos o terrazas de pub. Nosotros intentamos buscar la sede de la empresa que mañana nos llevará a recorrer el río Dart en plan multiaventura (jet boat, kayak hinchable, pateo y 4x4); la ubicación del Mediterranean Market, que solo por el nombre nos da buen rollo; y una tienda de regalos que una forera de losviajeros.com recomendó como barata. ¡Y vaya que si aprovechamos la ocasión! Debimos estar en la tienda como hora y media y nos dejamos una pasta entre regalos, recuerdos y camisetas para nosotros incluidos. Se estaban frotando las manos con nosotros.

Después estuvimos buscando la tienda de los All Blacks donde también mercamos indumentaria. Y después de una tarde de compras qué mejor que parar en una taberna irlandesa a tomarnos una pinta de la cerveza local, tranquilamente, comentando la jugada y escribiendo postales.

Y así pudimos decidir los planes siguientes: ir a ver dónde pasábamos esa noche. Para ello fuimos hasta Arthur’s Point, y nuestra intención era entrar en el Oxenbridge Tunnel, pero desistimos en la primera cuesta abajo. Dimos como bueno el aparcamiento que había junto a l río Shotover, mañana nos íbamos a levantar tan temprano que no le iba a dar tiempo a nadie a molestarnos.

De vuelta a la ciudad, desistimos de ir al café Patagonia, donde informaba la Lonely que te podías tomar un helado mientras navegabas gratis por internet. Pero eran casi las 22 h y estaría a punto de cerrar. Así que tuvimos que ir a un cyber donde dimos cuenta del peazo pantalla de los ordenadores. Vimos que el Atleti se había metido en la final de la Copa del Rey, llamamos a nuestra familia a través de Skype, y despertamos a Nando para ver si quería churros o porras, jajaja. Allí con encontramos con un chaval español que estaba de vacaciones en Queenstown pero que residía en Sídney, al menos ese año. Y nos vino a confirmar nuestras informaciones: que el mejor sitio para cenar será el Fergburguer calle abajo, donde hemos leído que son míticas sus hamburguesas y que no cierran hasta las 5 de la mañana (milagro!).

Yendo hacia el local vemos que esta ciudad tiene más marcha, hay más gente joven por la calle que tiene pinta de salir, pero es que es sábado. Lástima que mañana madruguemos tanto. El Fergburguer nos sorprende con una carta de hamburguesas escrita en castellano, con hoja a parte incluso. Pero para sorprendente el tamaño magno de la hamburguesa, y todo ello por 10 $NZ, vamos 5 pavos europeos. Muy bien! Nos la pedimos para llevar, porque el local tenía gente. Y en la caravana hemos dado buena cuenta de ella, muy rica, con una salsa de ajo que le da un toque especial, y una lechuga rizada que le da un toque elegante y contundente. Un 10 para la Fernburguer, y a dormir que mañana será duro. Que aproveche.

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