13 de noviembre de 2010

Sensaciones y consejos en el Camino de Santiago – Fisterra

Nuestra experiencia empezó en Piedrafita D’Ocebreiro, primer pueblo de la provincia de Lugo, pasó por Santiago de Compostela a los 7 días y en 4 más llegó a Finisterre. La media de km ronda los 20 km. Quiero aclarar que todo lo que comente se centra en esta experiencia:
  • El primer día fue el más duro de la parte hasta Santiago, muy largo, empezamos a caminar de noche, sobre las 6 AM sin encontrar el camino, nos empezó a llover, sangrando por la nariz, sin desayunar… pero a pesar de eso continuamos con fe. Piedrafita D’Ocebreiro no está en el Camino, no es O’Cebreiro, y no contábamos con los 4 km de enlace.Camino 2010 (35)
  • Conseguimos tomarle la distancia a las etapas hasta que llegué al final de la parte de Fisterra. Los primeros km se hacen bien, pero los últimos nunca llegan, lo mismo pasa a una escala mayor, las primeras etapas se van pasando, pero las últimas son un muro.
  • Andar solo se hace duro, aunque a veces se encuentra la motivación, la música incluso puede ayudar, pero como mejor se pasan los km es con una buena conversación. En algunos momentos ha faltado eso…
  • Se conoce a gente pero muy poco, motiva ir detrás de alguien y cogerle, pero desmotiva lo contrario. Hasta Sarria la gente que encontrábamos venía lazada, hacía km fácilmente y nos pasaba, a partir de Sarria hay más gente que va a por los 100 km y anda algo peor y les adelantábamos. Desde Santiago no encontramos a nadie en el camino, y eso desmotivaba mucho y hacía de las etapas un Camino aún más largo.
  • Por esta experiencia, la gente de Galicia no es nada hospitalaria. La única persona que me ha ofrecido algo fuera del negocio (mi hermano dice que le ofrecieron manzanas para los peregrinos) fue la señora de las filloas, que aparece de una cuadra con un plato de éste dulce. Pero al final insistió en que le diéramos alguna moneda cuando ya le habíamos dado algo. Nadie nos ha asistido ni se ha preocupado por que estuviéramos bien, si no era con dinero de por medio, y a veces ni con eso.
  • El olor a heno húmedo, ácido, y a mierda de vaca mojada está relacionado, a partir de ahora, con el de las filloas.
  • No existen ventajas por ser peregrino, en poco albergues (privados) nos han pedido la credencial, y para comer nos hemos encontrado con menús de peregrino en torno a los 9-10 € con apenas tres platos para elegir, cuando hemos podido elegir. Incluso hemos visto sitios en los que el menú del día eran 10 € y el menú del peregrino 15 €. Así que en ocasiones ocultábamos que éramos peregrinos.
  • El Camino es un negocio, pero que encima está mal explotado, en muchos lugares falta oferta (caso extremo las etapas Negreira-Olveiroa-Cee).
  • En Galicia llueve, aunque no tan continuo como podíamos esperar.
En cuanto a las cosas que me llevé al camino:
Camino 2010 (2)
  • Pantalón para días lluviosos, pantalón fino, 4 camisetas cortas de poliester, 1 camiseta corta de algodón-poliester, 2 camisetas largas de poliester, 3 calzoncillos, 3 mallas, 3 pares de calcetines gordos de montaña y 2 finos, casi todo ello dentro de una bolsa estanca compresora de 15 L. A parte: saco para 5º, gorro de lluvia, guantes, braga para cuello, pañuelo palestino, gorra, gafas de sol, cantimplora con funda, frontal, navaja, imperdibles, botiquín, neceser baño, toalla de microfibra, 2 pares de chanclas (ducha y albergue), prismáticos, móvil y cámara de fotos con sus cargadores, botas, 1 impermeable, 1 forro polar y 1 cortavientos . Todo esto lo llevaba, cabía o colgaba de una mochila de 33 litros que pesó 10 Kg.
  • Es indispensable que un chubasquero transpire si vas a andar con él. Hubo días que acabé más mojado por mi sudor que por la lluvia.
  • No siempre es buena idea dar un agua a tu camiseta de poliester sudada. Si no eliges bien el jabón huele mucho peor.
  • Mejor un sobrepantalón impermeable que un pantalón de andar con membrana. Más ligero e impermeable.
  • Para mí un invento la bolsa estanca compresora en la que llevaba toda la ropa. No me preocupaba de que se mojara y era cómoda de sacar, comprimir y meter en la mochila.
  • Las botas que llevaba pesaban mucho, eran demasiado técnicas para el Camino, pero su membrana Gore Tex me aseguró estar el 99 % del tiempo seco.

  • El saco de invierno me salvó en una noche que no había calefacción en el albergue y hacía mucho frío, pero entre calefacción y mantas creo que es suficiente con un +15ºC incluso en invierno. Por tamaño y peso.
  • Hay secadoras en los albergues que son una mierda, no meter toda la ropa junta y ojo con los materiales sintéticos y el calor.
Si quieres ver algo más, aquí tienes las fotos, de Miguel y Gonzalo de Luis.

11 de noviembre de 2010

Conclusiones de mi camino por el Camino: la voluntad de la lógica.

Con buena parte del Camino de Santiago en mis pies, muchas son las conclusiones que he podido ir sacando durante el tiempo de mi “peregrinaje” (llamémoslo andadura), porque otra cosa no, tiempo tienes hasta aburrirte y decir basta.

Lo que más me ha impactado en esta nueva experiencia no ha sido el conocer a mucha gente, porque de hecho no he conocido a nadie: las experiencias en este caso han sido realmente vagas. Tampoco llegas a lograr una comunicación profunda con tu yo interior: creo que aquí el problema es mío puesto que mi yo interior va siempre con Migo y solemos encontrarnos y charlar muy a menudo, no necesito irme a caminar en solitario al norte de la Península para ello.

Egoístamente, el Camino ha servido, como tantos retos, para ponerme una meta y evaluar hasta dónde llego. Quizá haya cometido el error de obsesionarme con llegar, peor, ansiarme por intentar llegar, y eso ha hecho que algunas cosas pasen al lado sin degustarlas. Creo que hemos manejado mal la variable tiempo, y esta variable era quizá la única (sé de sobra que para otros no, que los hándicaps son otros) que me ligaba a nuestra rutina diaria ciudadana. Me quejaba en el viaje hacia el aeropuerto de haber contado con los días justos. Digamos que de algún modo no habíamos desconectado con nuestro mundo ordinario puesto que habíamos incluido esta experiencia dentro del espacio temporal común en nuestra vidas. Hablando claro: salimos el 29 de octubre con un billete de autobús, y regresábamos el 10 de noviembre con un billete de avión. Bien es cierto que contábamos con más días, que ahora mismo me están viniendo de lujo.

Creo que la verdadera experiencia del camino se vive desconectando las variables nimias de tu vida cotidiana, y el tiempo es una de ellas: Disfrutar de cada etapa sin ponerte metas, disfrutar del tiempo sin ponerte fechas. Ese es el Camino que no he recorrido.

Y agobiado por la meta diaria iba pisando los detalles que suelen acompañar mis pasos, buscando el ritmo adecuado para llegar, no para caminar. Ya no se trata de prisa ni de rapidez, se trata de avanzar.

Pero no hecho la culpa a esta prisa por llegar, a la apretura de fechas, a lo cerrado del asunto. Nuestro bache en el Camino, mi bache, vino por la desmotivación a largo plazo, la falta de sentido más que el marcado por las flechas amarillas. Cuando el hastío y la humedad me iban pudriendo por dentro se iban desmoronando ciertas vigas que creía bien apuntaladas. Quizá en ese momento de debilidad, de vaivén de cimientos, creí ver la magia del Camino.

Mi cabeza ya olvidaba el número 30, y sólo pensaba en el 3. Llevábamos casi 10 km recorridos, y faltaban casi 3 para la próxima población con refugio, y nunca llegaba. Tras ellos, casi 20 hasta el final. Tenía frío, me dolían los pies, estaba calado, me pesaba más que nunca la mochila, los tirantes se hincaban en los hombros. Mi único sentido era llegar por llegar, por demostrarme a mí mismo que podía hacerlo, de forma completa, sin ayudas. En ese momento los factores de la lógica medraban mis fuerzas y mucho más mi voluntad. No encontraba motivo.

Pensé como siempre en el prójimo, en el que hacía esto por una cuestión de fe, y me imaginaba cómo caminaba contra viento y marea sin miedo al cansancio ni al paso de los kilómetros. Todo ello movido por una fe, una voluntad cristiana en este caso, que hacía que todo dolor se convirtiera en reto y ánimo. En ese preciso momento la voluntad de la fe metía un gol a la voluntad de la lógica.

Sé que hablo de mi caso, porque por ejemplo, a mi hermano, mi compañero, le movía otra voluntad muy poderosa. Su meta, no una promesa, más una dedicación, le daba fuerzas para seguir caminando.

¿Habré errado en mi meta, en mi motivo? Creo que no, no tenía otro. He fallado a mi motivo, que era yo mismo. Quizá una vez más no haya conseguido lo que me proponía por falta de voluntad, pero por supuesto que no reniego de la voluntad de la lógica, la única que me mueve. Tan solo fue una batalla perdida, al final la guerra la ganamos.

Camino 2010 (985)