11 de febrero de 2010

10 febrero 2010: Abel Tasman Nacional Park (Nuevo!)

Como hemos dormido al final pasado Motueka, y cerca de Kaiteriteri, podemos dormir algo más pero sin despistarnos, que hoy hemos quedado para antes de las 9 para hacer un circuito por el Parque Nacional de Abel Tasman, que comprenderá paseo en kayak, en barco y andando, por las aguas de este intacto lugar.

Cuando llegamos a la caseta de Wilsons ATNP con los que vamos a hacer la actividad Kayak, Seals and Walk, aún no hay nadie. Por una vez llegamos pronto, y es que no empieza hasta las 9.30, cuando tenemos que quedar con nuestra guía Katherina. Descubro que nuestra reserva está a nombre de “De Lues ????” (literal). Ya nos aclaran que estaremos haciendo kayak un par de horas, comeremos aquí y a las 13.30 nos llevará un barco a una playa donde nos dejará para que hagamos una caminata de 2 horas, y vuelta para Kaiteriteri, un total de 8 horas, a darle caña. Tengo que preguntarle al chico si tenemos incluida la comida, ya que eso es lo que nos decía la Agencia. Lo tenían que corroborar.

A las 9.30, con las chanclas, el bañador, y las cámaras en bolsas nos presentamos a Katherina, una chica joven, de veintipocos con pinta de haber estudiado ambientales si hubiera estado en España. Nos presenta a nuestros compañeros de actividad, dos señoras y dos caballeros que venían de Estados Unidos, aunque yo a alguno entendí Mexico. En fin, tenían buen rollo, sobre todo una de las mujeres, y les entendíamos mejor que a los neozelandeses. Es curioso que nos hacen firmar un papel donde  damos permiso a que nos socorran en caso de incidente, y nos piden un número de teléfono y persona de contacto por si pasase algo…

Nos vamos hasta la playa donde están los kayak. La monitora nos explica un poco el funcionamiento del bicho. Nos enteramos de las cosas más importantes ya  que lo hace bastante entendible. Nos colocamos el poncho protector que nos queda tipo can-can, lo cual hace gracia a los americanos (los españoles cómo no, haciendo el payaso), y un salvavidas que da tranquilidad al primo. El poncho es de los que te cierra dentro de la canoa, por lo que la maniobra de salida de ésta en caso de vuelco nos parece un tanto arriesgada. Parece fácil salir de allí, pero habría que verlo cabeza abajo de dentro del agua. Esperemos que no haya ocasión de ensayarlo.

Como los kayaks son de dos plazas, Dani es el voluntario para ir con la monitora. Emprendemos el paseo y pronto comenzamos a ver los primeros cormoranes posados en los árboles. Creo que son cormoranes moñudos como los de aquí, pero con el vientre blanco. Katherina, muy simpática, va haciendo la visita guiada. Nosotros prestamos atención al principio, pero no nos enteramos de casi nada. Le pregunto que si se pueden ver aquí pingüinos, y creo entender que sí, pero que en verano no. Cuando avanzamos Dani y sus guardaespaldas intentamos mantener alguna conversación con Katherina, y aprovechamos para enseñarla español. “Hola, me llamo Katherina” y cosas del estilo. La pregunto que si conoce a algún cantante español, y me dice Shakira, a lo cual nos reímos todos.

Averiguamos que la ruta es de 2 km ir y otros 2 volver. Al principio le damos fuerte a las palas, y cansa bastante. Avanzamos y descansamos, aunque creo que el primo, que le llevo de timonel, en algún momento me engaña y deja de remar más de la cuenta.

Vamos haciendo paradas, y al rato llegamos a una playa, la de Split Apple Rock, con su característica roca partida por la mitad. Aprovechamos para hacer fotos, llega un barco de visitas y chupamos cámara. Katherina nos comenta que si queremos parar en la orilla, y entonces tenemos que remar fuerte y en perpendicular a la playa para conseguir encallar en la arena.

Nos bajamos del kayak con los brazos ya doloridos. Caminamos hasta una cueva que hay donde la guía nos muestra la diferencia entre los tipos de sedimentos que encontramos. Los que forman la arena de playa que son ligeros, y otros más oscuros que vienen arrastrados de la montaña que son mucho más pesados. También podemos observar una especie de fósiles que hay en la roca, como si de trilobites se tratara, es muy curioso.

Llega el momento de darse la vuelta. Montamos en el kayak y siguen pasando cormoranes, y alguna garza que no puedo identificar. Es increíble la de pájaros y de chicharras que pueblan los cercanos árboles. Las aguas son cristalinas, pero diría que no tanto como las de Menorca en sus mejores momentos.

En la vuelta nos encontramos con algo más movidita el agua, ya sea porque vamos más alejados de la costa, o porque están pasando embarcaciones que dejan su estela. El primo pasan algún apuro con los meneos, pero estabilizando el kayak no hay mayor problema. Ya en la bahía de Kaiteriteri disfrutamos relajados de la experiencia y de lo que el Parque nos ofrece. No está siendo como pensaba en cuanto a que imaginaba las playas soleadas con gente bañándose. El día ha salido nublado, lo que quita algo de belleza al lugar, creo yo. Y en las playas no hay absolutamente nadie bañándose, y tampoco es que haga tanto frío.

Concluimos con unas fotos con la simpática Katherina, y nos vamos hacia la caseta a recoger la comida. Solo tenían dos bolsas y no tienen nuestro nombre, así que nos da que no lo tenían calculado, pero comemos. Un trozo de quiché de espinaca, un rollo vegetariano, un muslo de pollo, una barrita de chocolate, una pasta, zumo, una naranja y una manzana. Nos vamos a por la bolsa que faltaba en la que pone escrito en el cartón “De Luis”, ¡qué ilusión!

Ahora toca esperar al barco que nos llevará hasta la playa de Tonga Quarry. Tenemos que esperarle porque viene con retraso, pero nos avisan oportunamente. Cuando atraca empiezan a bajar señoras con maletas y sus perritos. Algo extrañados al final nos damos cuenta de que un poco más al norte existen unos Beachfront Lodges bastante lujosos.

Montamos en cubierta, pero el día no está siendo para nada soleado y hace fresquete, aunque la ocasión merece la pena. Pasamos por delante de la playa de Medlands donde luego nos recogerán. Y avanzamos más allá de Tonga Quarry para ver la colonia de focas que están dormidas encima de la roca. Alguien desde la playa habrá echado cinco duros y empiezan a moverse al estilo Cortilandia. Qué majas. Quizá porque vamos con retraso no estamos mucho tiempo viendo a las focas, y en seguida vamos a desembarcar en Tonga Quarry.

No nos termina de quedar clara la duración de la caminata, porque el tío del mostrador nos dijo que 50 minutos, pero los carteles ponen 2 horas, que es justo el tiempo que nos han dado para recogernos. En cuanto se va el barco al fin y al cabo estamos abandonados en una playa incomunicada. Así que nos ponemos a andar para intentar no ser como siempre los más retrasados. Los primeros metros son cuesta arriba para tomar altura, y se hacen cansados. Pero enseguida comienzas a caminar por una especie de selva con cientos de helechos. Por fin encontramos el famoso “Silver Fern” característico de este país. Es hermoso y llamativo, con su envés blanquecino.  Seguimos caminando con un grupo de francesas detrás de nosotros que será referencia para saber si tardamos o no.

Proseguimos serpenteando por la ladera de la montaña, parece que va acabando la caminata, y cuando bajamos aparece un cartel que te indica por abajo cuando la marea está baja, y que subas un poco cuando la marea está alta. Nos ha parecido que la marea estaba baja, así que continuamos para abajo.

Cuando llegamos a la orilla nos topamos con una masa de agua que nos separa de la arena. No es que esté demasiado alta la marea, pero lo justo para no poder meternos en el agua con las zapatillas, las cámaras y demás parafernalia turista. Nos planteamos subir para ir por el lado largo, pero podemos avanzar saltando por las piedras de la orilla, como si de la Pedri se tratara. Las francesas tiran para adelante, y nosotros no seremos menos.

Ya en la orilla, relajados, caen unas cuantas fotos a este rincón del Mar de Tasmania. Son las 16 h y no nos recogen hasta las 16.30. Pero vemos que llega una embarcación pequeña que se lleva a la gente que había en la playa, y nos quedamos solos. Es extraño que hayamos sido los primeros en llegar, y de la gente que había tomado de referencia no había nadie. Tan solo aparece un matrimonio que anda tan despistado como nosotros. Consultamos un mapa y nos percatamos de que el lugar donde nos van a recoger no es esta playa sino una cala que está al lado, así que comienzan los nervios y aumenta la tensión. Salgo rápido para la cala mientras éstos se colocan de nuevo las zapatillas. Me da que si no estamos en la cala no esperarán.

Por suerte en unos 10 minutos llegamos y allí vemos aún a los compañeros de viaje. El barco llega tarde, y parte rumbo a Kaiteriteri haciendo numerosas escalas recogiendo a gente que está en otras playas, bien porque les han dejado antes por allí, o porque están haciendo alguna ruta. El caso es que paramos en sitios que antes no hemos parado.

Y así, acabamos llegando de nuevo a Kaiteriteri, donde tan sólo nos queda coger de nuevo la caravana, para emprender viaje, por tierra esta vez, hacia nuestro próximo destino: Punakaiki.

Al acabar tan pronto las actividades nos queda tiempo de luz por delante para ver algo el camino. Tomamos una carretera que atraviesa numerosas poblaciones aunque de pocas casas. Dejamos a la derecha el Parque Nacional de Kahurangi, hermano de Abel Tasman, donde no hay poblaciones ni carreteras hasta la costa. En lazamos con la SH-6 y se nos hace de noche atravesando la  garganta del Buller. Preciosa angostura de tortuosa carretera. No llegamos a entrar a Westport, y ya circulamos en paralelo a la selvática Costa Oeste.

He leído en la Lonely Planet que en Charleston hay un café-bar que cierra tarde, y es el centro de operaciones de Norwest Adventures, una empresa que organiza rafting subterráneo por cuevas cargadas de luciérnagas. Nos apetecería tomarnos una cerveza y meditar la posibilidad de hacer la actividad mañana, que además incluye un traslado en tren (el único medio de transporte que nos falta por coger) a través de la selva tropical. Pero cuando pasamos por Charleston está todo a oscuras, no hay rastro de actividad y lo que parecía un bar tiene aspecto de traspasado, así que continuamos nuestro camino y nuestros planes.

Cerca de Punakaiki dejamos hoy la caravana. Dormiremos medianamente horizontales a un lado de la carretera, y muy cerquita del mar violento.

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