28 de febrero de 2011

Cascadas del Aljibe

Cansados de tanto nieve y amedentrados por los avisos de avalanchas (de nieve y de gente) en la Sierra, preferimos viajar un poco y echar todo el día en la Sierra del Rincón, en Guadalajara. Nos marchamos a las faldas del Ocejón, donde llegan las aguas de la Sierra de Ayllón, queríamos ver una cascada y prometían mucho las Cascadas del Aljibe. Iba a ser una ruta a priori fácil, aunque avisaban de rachas de viento, pero como había que comer por allí fueron baja muchos de nuestros amigos, quedándonos para la ocasión mi primo David y Dani.

SONY DSC Partimos de El Espinar (Guadalajara), y como el comienzo de la ruta podía ser algo aburrido configuramos la partida: Modo combate: “on”; Estrategia: “militar”; Jugadores: “3 vs computadora”; Enemigo: “vacas”; Nivel dificultad: “experto”. Y allí aparecieron frente a nosotros, un par de avileñas con sendos pares de “velas” sobre sus cabezas, y en su retaguardia un ternero. Oye, que el temor hacia las vacas le superé hace tiempo, pero a un par de velas bien puestas y dos madres protectoras recién paridas… la experiencia me dice que hay que mantenerse alejado, máxime si las vacas levantan la cabeza, te miran, y altivas caminan hacia ti.

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Así que paso para atrás e intentamos el rodeo. A esto que vemos que por el flanco izquierdo se aproxima el resto de la ganadería al trote. Cuando ves correr a una vaca de éstas digamos que se te engrosa el cuello. Nos damos cuenta de que estamos reculando hacia sus comederos y que quizá nos hayan confundido con la persona que viene a darlas de comer. Así que optamos por introducirnos entre las jaras y salir por detrás de donde estaba el grupo. Mientras caminamos vemos que las vacas han cambiado su dirección y ahora se dirigen hacia donde caminamos. Nos agachamos para que no nos vean (comienza el ridículo) y acabamos saliendo a un claro de la dehesa con un par de fresnos grandes. Localizamos al que nos podríamos subir y esperamos que las reses crucen delante nuestra por el camino que nosotros deberíamos llevar.

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Nuestro siguiente nivel de seguridad está junto al camino. Andamos hacia él, comprobamos la localización del enemigo pero no le avistamos. Dani se adelanta, yo me mantengo mirando a un lado y el primo al otro. De repente surge una cabeza de entre las jaras camino adelante. “Maldición, las jaras no son un escondite, son SÚ escondite”. Y el ridículo continúa: cruzamos el camino, esta vez desviándonos para el otro lado entre jaras aún más altas. Las vacas se dirigen al camino de nuevo, “esto es de coña”. Bajamos una loma para que no nos puedan ver. Caminamos unos metros y empezamos a recuperar el terreno perdido hacia el camino. Caminamos agachados como en la guerra. Y por fin aparecemos de nuevo en el camino, hemos dejado atrás a las vacas.

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La ruta continúa durante un par de kilómetros más en fuerte descenso, sin más contratiempos. Y así llegamos al arroyo del Soto. Para ver las cascadas nos tenemos que desviar a mano izquierda. Poco a poco comenzamos a oír el rugir del agua, y el golpeo de su caída. Las cascadas son dos escalones de unos 6-8 metros respectivamente labrados en la pizarra. Una estampa muy bonita.

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Tras las fotos y hacer un poco el cabra por la zona, buscamos la zona para cruzar el río. Buscamos aguas abajo y aguas arriba pero es imposible. La antigua forma de cruzarlo, un puente hecho con pizarras, está desmoronado. Así que acabamos llegando al camino por el que bajamos. Es el mejor lugar para vadear el río: al principio hay unas rocas, pero después la fuerza del agua las ha arrastrado por lo que hay que mojarse. Piso las primeras rocas tanteando el lugar, y me animo a dar el paso, meto un pie en el agua, el otro y de un salto llego a la otra orilla. Es el turno de mis compañeros. No os lo relato, os dejo un vídeo (pinchad sobre él)

algibe (92) Para secarse las botas y los pies decidimos comer allí, al abrigo del viento, y pidiéndole al solecito que nos caliente un poquito.

SONY DSC Conseguido el hito de nuestra ruta de hoy ya solo nos queda regresar a El Espinar, pero no por donde hemos venido (vacas), sino ascendiendo por el camino forestal que nos dejará en Roblelacasa. Pero antes visitamos el puente de Matallana, reconstruido recientemente, sobre las aguas del joven Jarama. Forrado íntegramente (merece la pena buscar una foto del antiguo puente) con pizarra, la misma con la que se levantaron y aún se construyen los pueblos de la arquitectura negra de la zona, del que Roblelacasa es buen ejemplo.

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Ya queda poco para acabar, va atardeciendo, pero el GPS nos revela la última sorpresa: hay que bajar de nuevo al Arroyo del Soto… y cruzarlo!. Y como en estos pueblos lo de los puentes no es que se lleve demasiado (honrosa excepción el de Matallana y algún otro), pues a buscarse la vida para cruzar un caudaloso arroyo. Donde no cubría un metro, llevaba un caudal exagerado, y si no su anchura nos echaba para atrás en el intento. Al final, localizamos un tronco sobre el que cruzar de ésta guisa (ver vídeo pinchando aquí)

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De uno en uno ya estábamos en la otra orilla, ahora quedaba la ardua tarea de recuperar la senda que ascendía hasta El Espinar. Zarzas y más jaras, enganchones, piedras… progresión afanosa hasta llegar de nuevo a la dehesa de nuestras queridas vaquitas.

Acabamos la ruta, con malo números como siempre: 10,5 km, en 7 horas, un track que no merece la pena ni compartir (hay un par de ellos buenos en wikiloc), pero unas fotos maravillosas de los que son ya unos fotógrafos oficiales de rutas. Bravo! eehee vaca!

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