14 de marzo de 2010

En carretera por Nueva Zelanda

Hay varios tipos de carreteras en NZ: las aburridas con rectas interminables, y las divertidas con curvas. De estas últimas, las hay: espectaculares con curvas enlazadas entre altos árboles y selvas de helechos (como el Need For Speed, o el Outrun), y tortuosas con curvas a 75, 65, 55, 45, 35, 25 ó incluso 15 km/h.

Las primeras que comentábamos, las aburridas con rectas interminables, las encontramos mucho por la Isla Norte, entre el centro y el sur, en la vertical de Wellington. Y así pudimos alcanzar el máximo de velocidad de la caravana, quizá hasta con el recuerdo de alguna foto. Estas carreteras, aún con curvas, poseen lo que llaman “Passing Lane” cada ciertos kilómetros. Son lo que conocemos aquí como carril lento. El vehículo lento se queda pegado a la izquierda y el rápido le adelanta por la derecha, salvo camino de Wellington donde me pude aburrir de hacer adelantamientos a toda clase de coches, incluidos Porsche. Les cogía el rebufo para no perder tiempo, e incluso me llevé algún susto por lo cerca que me dejaba.

Algo que observamos en estas carreteras es que la gente en NZ apenas mira en las incorporaciones, lo justo para ver que no te les vas a llevar inmediatamente por delante. Pero si ven que te echas encima porque no han esperado lo suficiente, se apartan al arcén para dejarte pasar. Me convence poco esta medida, porque el que llega por detrás ve cómo su autocaravana no va a ser capaz de frenar, y tampoco adelantarle por el trozo de carril que queda.

Las carreteras con curvas divertidas las encontramos principalmente en la Costa Oeste de la Isla Sur, en concreto entre Punakaiki y la zona de los glaciares. Flipaba cuando pasé Hokitika y empezamos a entrar a las estriaciones de los Alpes Meridionales, por carreteras sinuosas pero abiertas, con alto arbolado, con vegetación por todas partes, miles de helechos… De repente se abre la vegetación y te deja ver el cauce de un río pedregoso con mermadas aguas lechosas, que hace poco portaban millones de litros de caudal. Y como telón de fondo montañas que superan los 2.000 m de altura, con alguna cumbre nevada.

Las carreteras más sinuosas evidentemente están en la escarpada Isla Sur. Son famosas las carreteras alpinas de Arthur´s Pass y Haast Pass, o la que te concede acceso a Mildfor Sound. Cierto es que alguna parte puede ser empinada y complicada, como la bajada del viaducto de Arthur`s Pass, o tras pasar el túnel de Homer camino de Mildfor. Pero sin duda fueron otras las que nos sorprendieron con sus curvas y su dificultad: la garganta del Buller, la carretera del Whangamoa camino de Abel Tasman, o la llegada a Keiteriteri.

Pero sin duda en donde peor lo hemos pasado ha sido en la “carretera” que nos iba a conducir al Monte Sunday. Sus piedras y sus ovejas nos impidieron llegar a ver el lugar donde se rodó Édoras de El Señor de los Anillos. O la carretera de vistas panorámicas que nos llevaba de Kaka al Cabo Nugget, o la carretera desde Dunedin hasta la península de Otago con sus curvas al pie del agua. Y la peor de todas creo que fue en la misma Península de Otago, cuando quisimos llegar a la Bahía Sandfly, con una carretera retorcida, empinada, aunque de hermosas vistas.

Un común denominador en todas estas carreteras era la existencia de obras por todas ellas, y en cualquier estado. Te podías encontrar con un carril cortado, para lo cual te hacían ir por el lateral de la carretera, pero sin asfaltar. O encontrarte la carretera enteramente sin asfaltar, entonces o podían cortar un carril y regulaban el paso con un semáforo portátil, o circulabas libremente y con mucho cuidado. También nos encontramos con muchos tramos señalizados con obras pero que tan solo se cortaba el arcén con conos y no había ningún resto de trabajo realizado. De todos modos, tampoco vimos mucha gente trabajando en las obras, si acaso cuando más vimos fue el día entre Rotorúa y Taupo, y era domingo!

En todas ellas, salvo en las capitales claro, los puentes era de un único carril. El que llegara antes pasaba, y sino, estaba señalizada la preferencia. En los más largos, al igual que en el túnel de Homer, había unos apartaderos para que fueras cruzándote con otros vehículos. Incluso hubo un puente, creo que por la Costa Oeste, en donde se compartía el puente con el tren. Es decir, circulabas por las vías del tren. Y no creáis que estaba regulado por un semáforo, no, un ceda al paso!

Bueno, lo de los trenes también era alucinante. Sobre todo en la zona anterior a Dunedin, coexistías por completo con la línea férrea. En pocos cruces existía barrera, y en menos semáforo. Había numerosos cruces con tan sólo un ceda al paso, y de difícil panorámica. Incluso llegamos a ver una vía de tren atravesando una rotonda! Podíais creer que las vías estaban en desuso, o que pasaba un tren cada semana, pero nos llegamos a cruzar con uno, que eso sí, circulaba lento. Menos mal que en ese caso nos tocó un cruce con semáforos.

Hablando de cruces, allí no son rectos, es decir cruzas una carretera pero no continúas recto, tienes que incorporarte unos metros para girar de nuevo, es como si el cruce estuviera movido, discontinuo. Era algo que nos parecía peligroso.

Y en las ciudades, pues lo curioso es que en los cruces de calles tienes tu semáforo en la línea de detención previa al cruce, y otro semáforo enfrente, que te corresponde a ti. De forma que si tu efectúas un giro te encontrarás con un semáforo posiblemente cerrado, pero que no te afecta a ti sino al que ahora dejas tras de ti.

Para acabar, desde el punto de vista del peatón, en Auckland nos sorprendió lo poco que duraban los semáforos, y que éstos no tenían muñeco verde, sino ausencia de muñeco rojo, increíble. Bueno, y los pasos de cebra en diagonal, que obligan a detener el paso de todos los vehículos.

Menos mal que con tantas cosas no tuvimos ningún percance, salvo la pedrada que nos lanzó un tractor que estaba limpiando una cuneta, y que nos dejó un hermoso regalito en la luna. Hay que recordar que en este país no existe un examen práctico de conducir, de forma que la gente que conduce es como si no hubiera ido nunca a una autoescuela. Qué mejor sitio que la carretera para hacerse conductor. De hecho nosotros hemos pensado en sacarnos el carné de camión ya que con las carreteras que hemos sufrido y el bicho que hemos tenido que conducir, nos vemos capaces de llevar cualquier trailer.

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