4 de junio de 2011

4 de Junio: los Fiordos del Oeste

Todo empezó con un hueso de aceituna en el bar Tomasa, pero aquella península con forma de mano abierta nos llamaba poderosamente la atención. Estaba muy alejada de lo que es el núcleo de Islandia, por supuesto nos teníamos que desviar de la N1, y sabíamos por experiencia que llevaría tiempo recorrerla. Pero no, no podíamos dejar a un lado la zona de los Fiordos del Oeste, cuanto estuviéramos en los del Este (dicen que menos espectaculares) no nos lo perdonaríamos.

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Para hacer menos cansina la ruta habíamos decidido tomar el ferry Baldur que comunica Stykkishólmur con un lugar muy difícil de pronunciar para mi (Brjánslaekur) pasando por la pequeña isla de Flatey (una de las tantas que hay). Las 5 personas con un coche todoterreno nos salió por 20.700 ISK (unos 120 €).

Nos presentamos allí poco antes de las 9 de la mañana y desayunamos en el barco, decisión de la que alguna se arrepentiría en pocos minutos. Enseguida zarpó el barco y no había ni acabado de desayunar. No me quería perder la salida del puerto así que me quedé con el queso y la tostada a medias. Había algo de neblina por lo que las vistas no merecían mucho la pena, y hacía bastante frío así que rápidamente volví para abajo. Entonces la gente ya se estaba preparando para subir, porque abajo se movía bastante el barco y daba mucha sensación de mareo.

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Pasé el viaje subiendo para hacer fotos e intentar ver pájaros, y bajando para recuperar algo de calor y repasar el poster con las aves de Islandia que había bajo cubierta. En poco tiempo dejamos de ver tierra y empezamos a ver pájaros que volaban fugazmente ante nosotros. Ese vuelo no lo había olvidado de mis épocas del Migres: batir de alas ultrarrápido, cuerpo rechoncho, mucha proporción de cabeza y un pico de colores… Frailecillo a la vista!! Después veo pasar otro que me recuerda a un Alca, pero me extraña la mancha blanca en las alas y las patas rojas, bajo al poster-guía (cualquiera empezaba a sacar guías con el frío) y compruebo que es un Arao Aliblanco (nuevo!!). Seguimos viendo aves, y cuando se acerca a islotes en seguida empiezan a aparecer los abundantes Eider y Charrán Ártico. Al barco le sigue siempre la típica gaviota con cara de enfado, pero luego caigo en que es un Fulmar.

DSCF5206 Así llegamos a Flatey, un pequeño islote plano en la que abundan aves marinas mucho más que las personas, a pesar de estar habitada. El servicio de ferry te da la opción de bajarte aquí para observar aves y coger el ferry de por la tarde mientras depositan el coche en Brjanosequé. Nosotros nos quedamos, y sobre las 12 estamos en ese sitio. Desembarcamos, le saco el coche al primo y ahora es él el que toma el volante. Por delante unos cuantos kilómetros hasta el extremo más occidental de la isla, de hecho el punto más occidental de Europa (Azores a parte): la Península de Látrabjarg.

DSCF5269 Pero antes de llegar al gran fiordo del sur, hacemos una parada para contemplar el valle glaciar que desemboca en el fiordo, y la extraña figura de “alguien” al que llaman Kleifabúinn Kleifaheiði, al que (por lo que he podido comprobar después) le han puesto una especie de toga y le han colgado un silbato con ancla (extraño…).

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Llegamos de nuevo al mar, junto a lo que parecen unas salinas, y pasamos junto al barco varado Gardar y la carretera se convierte en pista de tierra. Un poco más adelante empezamos a encontrarnos con un campo de dunas, y “pinn” aviso de neumático con baja presión: el primo ha pinchado, vaya suerte! Ahora toca la típica aventurilla de cambiar una rueda en un coche al que nunca le has cambiado la rueda, que si encuentra el gato, móntalo, cómo se saca la rueda, que no sale, dónde pongo el gato, mira cómo se ha quedado la rueda, esto que cuesta que suba, que si no está bien montado el gato, que si la palanca no va, que si el agujero… que no hay forma de que suba el coche lo necesario y el gato que no tira. Menos mal que Nacho sacó su multiusos y con el alicate conseguimos a duras penas levantar el coche lo suficiente para colocar la rueda de repuesto. Recoger todo y a seguir camino. Menos mas que nos ha pasado en un día que hacía sol y no hacía viento que si no las pasamos putas. Pero estamos en el confín del Universo y no contamos con rueda de repuesto, es un riesgo.

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Disfrutamos del camino y del día que ha quedado, mu rico ambas cosas. Pasamos por las playas doradas (en España hay, pero son bonitas de todos modos) de Breidavik (impresionante) y Hvallátur (más pequeña y tranquila). Me pregunto si alguna vez alguien habrá disfrutado aquí del típico día de playa, espero que sí, y debe ser una gozada.

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Y en nada llegamos al fin del camino, al Fisterra de Islandia, el faro de Bjargtangar en Látrabjarg. Estoy cansado del viaje y con pereza, creo que mi cuerpo sabía a lo que se iba a exponer en pocos minutos. Observamos con gracia la señal curiosa del aparcamiento, pero pronto comprobamos que es cierta: la tierra se acaba a nuestros pies, y aparece un mar impresionante con pájaros revoloteando. Seguimos por la orilla, con cuidado, y de pronto aparece un cortado plagadito de pájaros, estoy a punto del orgasmo. Me tiro al suelo para disimular la erección (jeje) y me lio a mirar por los prismáticos y tirar fotos. Una colonia gigante (la de Latrabjarg es la colonia de aves más grande del mundo mundial) de Araos se encuentra bajo nuestros pies a escasos metros. Hay miles, cerquísima. Son increíbles los araos con anteojos, les llaman “bridados”. siempre me ha impresionado de esta ave el negro del plumaje, como mate pero brillante a la vez. Vemos a algún individuo cómo se esfuerza por mantenerse en el borde del acantilado. en el de enfrente parecen que están cabreados con el fondo contrario porque todos miran hacia la pared.

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Estoy disfrutando como un niño, es el súmmum del ornitólogo. Unos pasos más hacia arriba aparece un larguísimo acantilado de pared vertical, definitivamente el paraíso de un pajarero. 12 km de acantilado con hasta 400 m de altura en caída directa al mar. Crea impresión asomarse al vacío, y alucino con la discontinuidad tierra-mar que se ha generado. Brutal!

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Sigo con Nacho unos cientos de metros más adelante porque queremos encontrar a los famosos frailecillos, que aquí son confiados te se acercan a escasos metros, pero no hay suerte, vemos a una pareja de franceses que bajan con la misma mala suerte, deben estar en alta mar buscando comida, qué mala pata! Estaría allí un día entero, más, es precioso el lugar, pero tenemos que andar el camino o no llegaremos a nuestro próximo albergue al otro lado de los fiordos.

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Pero por el camino voy descubriendo huevos de álcidos, un cuervo merodeando, me hago una foto y descubro que debajo de mi hay un  grupo de Alca Torda. Está todo cagado y el olor no es demasiado bueno, huele a pescado digerido, pero me pasaría el día rebozándome por aquí (lo he dicho ya?) Repasaré fotos a ver si alguno de esos araos era Arao de Brünnich, diferenciable sólo por una raya blanca bajo el pico. También es una lástima que no se vea por aquí un Pigargo, nunca lo he visto.

Bueno tenemos que comer y volver a deshacer el camino a ver si podemos reparar el pinchazo. 60 € que nos cuenta la broma (un pinchazo gordo y un clavo) en Patreksfjördur (el fiordo dedicado a San Patricio) que además están de fiesta. Se está celebrando la fiesta marinera y al menos mientras esperamos a la reparación somos testigos de ella. Un barco cargado de gente persigue a otro barco cargado de más gente, desconozco en este momento la diferencia de unos y otros, iba gente hasta en una zodiac. Van dando voces y hacen sonar las sirenas, de un lado a otro recorren la bahía, puro jolgorio. Hasta los barcos de salvamento con el personal enfundado en los monos de rescate participan del evento. Realmente bonito.

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El albergue le tenemos en Broddanes, al otro lado de los fiordos, al este, lo que implica cruzarlos y bordearlos. No recuerdo los km que marcaba el GPS, sólo sé que decía que llegábamos a las 00:30 del día siguiente. De todos modos arriesgamos y fuimos por el norte, un poco más largo, pero veríamos más zona de los fiordos. El primo le fue dando al acelerador en una carretera por la que nos cruzaríamos 3 coches a lo sumo.

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Cruzamos una zona montañosa inhóspita y desembocamos en un valle glaciar con una perfecta forma de artesa, en cuyo fondo se encontraba Bildudalur, un pueblo pequeño, pero con una ubicación encantadora. Recorremos los dedos de esta mano que son los fiordos del oeste, con alguna sorpresa en forma de desprendimiento por el camino. Las cascadas caen por todos lados. Volvemos a cruzar la península hacia los fiordos de la zona sur. Estos fiordos son bastante diferentes a los que yo conocía en Noruega o Nueva Zelanda, más cerrados y más boscosos estos últimos. Estos son abiertos, menos encajados, pero mucho más grandes sin cabe, más espectaculares por la geología que se aprecia. Impresiona imaginar al glaciar bajando por los valles, horadando la roca.

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Pero como en todos los fiordos el camino se hace sufrido, larguísimo al ver la otra orilla que nunca llega. Los pasajeros se empiezan a incomodar, pero el Rubino le está rebajando la hora al GPS a marchas forzadas, y antes de las 23:30, cuando habíamos avisado, llegamos al HI Hostel de Brodannes, que ocupa una antigua escuela, casi enterito para nosotros solos, muy chulo.

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