Bien dormidos y con el horario cambiado nos levantamos temprano para desayunar en la bakery que también nos había recomendado, y bollito recién hecho y un batido, aunque había cosas con buena pinta, hasta más de uno se zampó un bocata.
Proseguía yo la marcha y tocaba avanzar hasta el oeste de la isla. Salimos de Akranes y pasamos por otro pueblo grande, Borgarnes, donde aprovechamos para cambiar euro por krone (ISK) de ahí tomamos la carretera que circula por el sur del fiordo Borgarfjördur a través de granjas y llegamos a Deildartunguhver Thermal Springs, un lugar donde el agua brota del subsuelo a una increíble temperatura.
Deildartunguhver se encuentra en la zona de Reykholt y se trata del mayor manantial termal de Europa. De él sale 180 l/s de agua hirviendo, todo un récord. Surge a una temperatura media de 100ºC. La capacidad de producción de éste y otros dos pozos cercanos es de 62 MW. De aquí surgen 74 km de tuberías hasta Akranes, Borgarnes y Hvanneyri y sus zonas rurales. A éstas zonas tarda el agua en llegar por las tuberías 24 horas y lo hace a una temperatura media de 74 ºC.
Tomamos algo de calor y nos sorprendemos con la venta “automática” de tomates en mitad de la zona termal. Es hora de coger el desvío hacia nuestra próxima visita y se convierte en nuestro primer camino no asfaltado. En poco tiempo llegamos a Hraunfossar y Barnafoss.
Barnafoss es nuestra primera cascada, antes de que lleguen las hordas de turistas aprovechamos para inmortalizarla en nuestras cámaras. Nos recuerda a las Hukafalls de Nueva Zelanda, y es que se trata de un estrechamiento del río Hvítá por donde fluyen las aguas con un caudal medio de 80 m3/s formando puentes y arcos de piedra espectaculares. Es conocida con el nombre de Children’s Falls por una truculenta historia incluida en una de sus sagas.
Hraunfossar es diferente, es una múltiple cascada de innumerables chorros. Surge bajo el conocido como Hallmundarhraun, un campo de lava almohadillada antiquísimo (800 AD) por donde se cuela el agua de deshielo de los glaciares cercanos. Ambas cascadas alimentan al río Hvítá.
Tras ver nuestro primer campo de lava queremos más, y nos adentramos un poco más para ver los túneles de lava de Surtshellir, formados al circular ríos de lava líquida por debajo de una capa de lava solidificada. A través de un divertido camino por la F578 llegamos a una de las entradas al túnel de lava. Tienen nieve y sólo Jose y yo nos atrevemos a bajar ataviados con un par de linternas. Es muy complicado caminar por la cueva porque hay un montón de piedras derrumbadas y lava solidificada.
La guía pone que la puedes recorrer durante 2 km hasta la salida de Stefánshellir, pero a los pocos metros hay una nueva salida a la superficie cubierta de nieve que nos impide continuar (probé a pasar y casi no salgo). dimos la vuelta mientras fuera pegaba una nevada-granizada que hizo correr al coche a nuestros amigos. Una vez fuera exploramos el campo de lava, las diferentes entradas de los túneles de lava y fuimos de regreso sobre un musgo mullido, con el Eirisjökull de cumbre plana de fondo.
Volvemos por el lado norte del fiordo hasta Borgarnes donde comemos en una N1 unas hamburguesas (y algunos llevan 3) y hacemos compra. Organizamos un poco la tarde y seguimos camino hacia la Península de Snaefellsnes. De camino queremos ascender al volcán Eldborg que se eleva 100 m sobre la planicie que le rodea. Es un curioso volcán con un respiradero de una perfecta forma redondeada y dos anexos. Se creó en una erupción de lava de baja viscosidad creando un estrecho borde típico de los volcanes de escoria. Como la ruta era de un par de horas, y más adelante en el viaje íbamos a subir a otro cráter de escoria decidimos no hacer la ruta.
Como se nos va haciendo tarde para fichar en el albergue tiramos hacia él por el norte de la Península y aprovechar para dejar las maletas. De camino la carretera 54 cruza un par de fiordos que me descolocan. Puede ser debido a que el sol está fuera y se empieza a dirigir hacia su ocaso en el norte, y como yo estoy habituado a verlo por el oeste… el caso es que los fiordos entran tierra adentro y parece como si estuviéramos dando vueltas en círculo y no sabes en qué lugar se encuentra el mar.

Una vez alojados en el albergue de Grundarfjördur, decidimos aprovechar la tarde-noche y salir hacia el oeste del a Península. El paseo por la costa norte de la Península es espectacular, entre el paraje, el mar a la derecha, la montaña a la izquierda y la luz que lo inunda todo, además está todo plagado de aves marinas. Lástima no contar con algo más de tiempo para verlas, pero ficho a mi primer Pato Arlequín. Tras pasar fugazmente por Olafsvik, cerca de Rif nos desviamos para buscar Svödufoss, una cascada por la que baja el agua en forma de hilos rodeada de columnas hexagonales de basalto. La encontramos a lo lejos, tras rodear un pequeño aeropuerto (de los innumerables que hay en Islandia).

De bajada nos paramos a visitar Sönghellir, una cueva de lava formada por el derrumbamiento de un cráter, donde se rumorea resuenan las canciones de los enanos, y donde se podrían encontrar pinturas del s. XVIII. A mi a lo único que me evoca es a la cabañita de la Aserco en la Pedri.
Estamos cansados y acortamos la vuelta a la Península por la 54 que vuelve al norte. Ya en Grundarfjördur observamos cómo atardece sobre el majestuoso Kirkjufell, guardián de la vista norte del pueblo y con unas paredes verticales que se pueden llegar a escalar, dicen… Nos espera una “suculenta” cena en el albergue, y dormimos acompañados del retrato de Gollum enraizado en Islandia.
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