21 de marzo de 2009

Hacia el Valle del Jerte

Llevaba un par de años rondando la cabeza, y el pasado Día del Padre, en plena celebración mis padres me lo dejaron caer: "Nos podrías llevar uno de estos días a ver el Valle del Jerte, tiene que estar bonito". Como todos los planes que proponen los padres a estas alturas de temporada, era un poco descabellado, y de inicio la respuesta fue "no". Pero un par de meditaciones fueron suficientes para entender que era una buena ocasión de hacerle ese regalo a mis padres, de hacerle un buen viaje al León, y de aprovechar el puente que me había cogido en el trabajo.

Así que en menos de medio día, y con el consejo de mis hermanos preparamos el viaje relámpago que hicimos el 20 de Marzo del 2009. Salimos de casa a las 8 de la mañana, un viernes laborable, en plena hora punta de cualquier laborable. Emprendimos camino hacia la Comarca del Jerte, accediendo a la misma desde el Puerto de Tornavacas. Como se trataba de una paliza de kilómetros deberíamos disfrutar del viaje tanto como del propio Jerte, y con la única preocupación de no marearnos nos recorrimos los pueblos de la cara norte de Gredos.

Desde la M-501 llegamos a El Tiemblo, camino y pueblo que ya conocíamos, y desde ahí, Guía Repsol en mano, atravesamos el Embalse de Burguillo camino a Burgohondo para realizar la primera parada. Pasadas las 10 y con inicios de mareo nos tomamos un café y mis padres, cómo no, entablan conversación con los que regentan el bar, una familia muy amable que nos atiende mejor que atienden su urinario. Nos recuerdan que la carretera que habíamos tomado tenía más curvas que la que deberíamos haber cogido, y nos corrigen el camino que íbamos a tomar. Si hubiéramos hecho caso a su hijo habríamos ido por autovía a Ávila y pagando peaje hasta el Valle del Jerte, pero ese no era hoy nuestro camino.

Navaluenga, Navalmoral, Navandrina, Navarredondilla, Navalosa, Navatalgordo... !Navatalgordo! era el camino correcto, cómo no me podía acordar (bendita toponimia). Proseguimos a la aventura por carreteras de alto valor natural y escaso presupuesto de obra, atravesando prados de montañas de las estribaciones nororientales de Gredos, hasta salir a la N-502 que lleva a Puerto del Pico. Justo antes de llegar allí nos desviamos a la derecha hacia el Barco de Ávila, pudiendo observar el esplendor de las cumbres nevadas de Gredos, con el Almanzor en su apogeo, recordando la ascensión de hace unos años y otras fallidas de juventudes perdidas.

Finalmente desde Barco de Ávila la N-110 nos lleva hasta el Puerto de Tornavacas, espectacular antesala desde donde se aprecia el estado de todo el Valle del Jerte. Allí confirmamos lo que vi a través de internet, el valle se encontraba en su pleno de floración durante este fin de semana. ¡Qué ojo! Y si teníamos un poco de suerte no encontraríamos demasiada afluencia de gente, no fue festivo el día 19 en Extremadura y en Castilla y León los niños no tenían fiesta el 20.

Emprendimos la bajada del Puerto de Tornavacas enfilados por su tortuosa y empinada carretera. A poca velocidad por la acumulación de coches podíamos ver cómo a medida que descendíamos en altura los cerezos, los verdaderos protagonistas de esas fechas, estaban cada vez más espléndidos. Pasamos el pequeño pueblo que da nombre al puerto, ahí se encuentra el Centro de Interpretación de la Montaña y la Trashumancia, pero hoy no tendríamos tiempo de visitarlo. Nuestro próximo destino era el Centro de Interpretación de la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos, pasado el pueblo de Jerte. Atravesándolo comprobamos que estaban de fiesta, y la densidad de personas y coches iba en exponencial progresión, alcanzando su máximo en pleno camino de acceso al Centro de Interpretación.

Logramos entrar y observar lo que la Reserva nos ofrecía. En un vetusto vídeo nos enteramos que la Reserva cubre a partir de donde acaban los cultivos de cerezos, por tanto, como era de esperar, no nos iban a hablar de los cerezos sino de las variadas gargantas que allí se han formado por la acción de las aguas. A pesar de lo rancio de las imágenes la ganas de volver allí con más tiempo se van alimentando. Su otoño no debe desmerecer para nada lo que ofrece en primavera. Poblados bosques de galería, apagados rebollares y prados de altura debían contrastar intensamente con los vivos colores otoñales de los cultivos. Aparte, la Garganta de los Infiernos nos ofrece interesantes zonas fluviales en forma de hoyas que se manifiestan en su máximo carácter en la Ruta de los Pilones, que ha de ser fruto de divertimiento de numerosos turistas en los días más calurosos del verano.

DSCN8304 Con la mente puesta en los futuros meses otoñales, nos dirigimos de forma prematura a buscar sitio para comer. Lo que nos depara la casuística del lugar y sus circunstancias es una monumental montonera de coches para salir de allí, teniendo que salir furtivamente por una vía pecuaria que discurría opuestamente al camino natural de salida, y que nos había de conducir al pueblo de Jerte. Y a partir de allí una serie de despropósitos y conjunción de mala suerte. Llegamos al Pueblo a la altura del puente sobre el Jerte, pero se encuentra cortado porque un equipo de TVE está grabando una conexión con los informativos. Acabamos continuando por la vía pecuaria que da acceso al Centro de Reproducción de Salmónidos, y que discurre entre numerosos cultivos de cerezos, el camino es realmente bonito, pero somos media docena de coches los que circulamos como pollos sin cabeza, para acabar en un camino que no continúa a ninguna parte, y sólo tenemos la opción de continuar por un camino bacheado en mal estado por el que algún conductor desquiciado finalmente opta. Reculamos hacia el puente de Jerte, aprovechando para hacer las primeras fotos con los cerezos. Finalmente, y tras algún que otro agobio, conseguimos comer un en un mesón de la carretera, que discurre de forma paralela a la calle principal del pueblo, que en ese día se encuentra decorada con arcos de flores en honor a la Primavera. De forma un tanto extraña esta celebración de la primavera se encuentra mezclada con referencias a Dios, que a día de hoy no consigo entender ni relacionar. Pero en fin el pueblo se encontraba muy bonito, y la gente disfrutaba de la Fiesta de la Flor junto al río que baña la comarca.

Stitched Panorama

Después de descansar la comida nuestra próxima meta sería el Monasterio de Yuste, y para llegar hasta allí nos complicaremos la vida por un tortuosa carretera que conduce al Puerto del Piornal, y que sin embargo nos ofrece unas espectaculares vistas del Valle con la luz de la tarde. Lo que sí es cierto es que la carretera es muy estrecha, y luego se encuentra en obras, el coche se llena de polvo y barro, pero está mereciendo la pena. Pasado el puerto seguimos hasta Garganta la Olla, por una carretera aún más sinuosa y estrecha, repleta de curvas ciegas, que discurre por la sombra de la montaña y de bosques de roble. Estoy disfrutando al volante tanto como mis padres sufren, jeje.

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Las vistas al atardecer de Garganta la Olla, desde el mirador que regenta la Serrana de la la Vera (leed y si podéis escuchad su Romance), son, una vez más, espectaculares. Y no menos espectacular es la estancia del Monasterio de Yuste, lugar de retiro del emperador Carlos V, que tras abdicar decidió hacerse construir una casa-palacio junto al monasterio de la orden de los Jerónimos para meditar y recuperarse de un ataque de gota, y acabó muriendo de paludismo por la picadura de uno de los mosquitos que habitaban en uno de los estanques de la plácida estancia. Allí, aún los monjes siguen conviviendo, y es visitable, pero ya es tarde para ello. Nuestro viaje ha de continuar para ir acabando. Nos pegaremos una nueva panzá de kilómetros, pero esta vez por las rápidas vías de comunicación del Estado. 13 horas después, y tras 650 km volvemos felizmente a casa.

Espero que esta larga y retórica historia sirva algún día para que alguien disfrute del viaje tanto como nosotros lo hicimos.

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