Hace bastante calor en Madrid, pero las piernas piden montaña estos días. Planteo una opción algo diferente estos días, adecuada a mis circunstancias, y acabamos quedando a las 12 en el Puerto de Navacerrada para hacer una rutilla que nos llevará a comer junto al Eresma y a disfrutar del frescor de una tarde de sábado en la Sierra de Madrid, todo un lujo para los días que corren.
En esta ocasión nos hemos juntado Dani, Nacho y yo. El conocedor de la ruta es Dani que se había hecho parte de esta ruta (y algo más duro) hace un par de años. Comienza junto al aparcamiento grande del puerto, entre la carretera que baja a La Granja y la que sigue a Cotos. Debe haber un acceso más sencillo, pero acabamos bajando por un torrente-escombrera muy incómodo. En un rato, que se hace largo, conectamos con un sendero (viene de atrás, quizá de la carretera) que baja con bastante pendiente. Es como si fuéramos siguiente el Camino de la Sotela, pero no coincide nuestra posición con la de dicho camino en el GPS.
Según nos acercamos a la Fuente de la Cantina, junto al puente, comenzamos a ver cada vez a más gente que se ha acercado a pasar el sábado a comer junto al río. Nosotros en ese punto no íbamos a ser menos, pero en ese momento caigo en que me he olvidado el bocadillo en el coche de Nacho, así que tengo que recurrir a las viandas de mis compañeros para no pasar hambre, que no la pasé.
Ya casi son las 18 h de la tarde y conectamos con la Senda de los Cospes que viene del Puerto de la Fuenfría. Decidimos no ir hacia la Fuenfría pues sería ir para volver, y evaluamos nuestro estado físico. Nacho ha estado todo el día afectado por la alergia y de piernas no anda sobrado, Dani también tuvo algo de alergia al principio, y yo ya voy notando la longitud de la ruta. Así pues renunciamos a subir hacia Siete Picos y reanudamos el camino hacia al Puerto de Navacerrada vía Camino Schmidt, encontrándonos de nuevo con bastantes caminantes, personas con cierta edad, jóvenes, padres jóvenes con sus niños a cuestas, hordas de niños, ciclistas desafiando el “cierre” del Camino Schmidt, algún solitario soñador leyendo con Valsaín de trasfondo… en general, lo que la naturaleza ha ido pariendo se va juntando en sus brazos en una agradable tarde de sábado.
Nuestro camino termina junto al puerto, en el bar de la esquina, donde empezamos, con unos tercios de cerveza que nos saben a gloria. Un día muy fino.
ParaDani: para la siguiente me llevo la cámara de fotos y te saco alguna, jeje.
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