11 de noviembre de 2010

Conclusiones de mi camino por el Camino: la voluntad de la lógica.

Con buena parte del Camino de Santiago en mis pies, muchas son las conclusiones que he podido ir sacando durante el tiempo de mi “peregrinaje” (llamémoslo andadura), porque otra cosa no, tiempo tienes hasta aburrirte y decir basta.

Lo que más me ha impactado en esta nueva experiencia no ha sido el conocer a mucha gente, porque de hecho no he conocido a nadie: las experiencias en este caso han sido realmente vagas. Tampoco llegas a lograr una comunicación profunda con tu yo interior: creo que aquí el problema es mío puesto que mi yo interior va siempre con Migo y solemos encontrarnos y charlar muy a menudo, no necesito irme a caminar en solitario al norte de la Península para ello.

Egoístamente, el Camino ha servido, como tantos retos, para ponerme una meta y evaluar hasta dónde llego. Quizá haya cometido el error de obsesionarme con llegar, peor, ansiarme por intentar llegar, y eso ha hecho que algunas cosas pasen al lado sin degustarlas. Creo que hemos manejado mal la variable tiempo, y esta variable era quizá la única (sé de sobra que para otros no, que los hándicaps son otros) que me ligaba a nuestra rutina diaria ciudadana. Me quejaba en el viaje hacia el aeropuerto de haber contado con los días justos. Digamos que de algún modo no habíamos desconectado con nuestro mundo ordinario puesto que habíamos incluido esta experiencia dentro del espacio temporal común en nuestra vidas. Hablando claro: salimos el 29 de octubre con un billete de autobús, y regresábamos el 10 de noviembre con un billete de avión. Bien es cierto que contábamos con más días, que ahora mismo me están viniendo de lujo.

Creo que la verdadera experiencia del camino se vive desconectando las variables nimias de tu vida cotidiana, y el tiempo es una de ellas: Disfrutar de cada etapa sin ponerte metas, disfrutar del tiempo sin ponerte fechas. Ese es el Camino que no he recorrido.

Y agobiado por la meta diaria iba pisando los detalles que suelen acompañar mis pasos, buscando el ritmo adecuado para llegar, no para caminar. Ya no se trata de prisa ni de rapidez, se trata de avanzar.

Pero no hecho la culpa a esta prisa por llegar, a la apretura de fechas, a lo cerrado del asunto. Nuestro bache en el Camino, mi bache, vino por la desmotivación a largo plazo, la falta de sentido más que el marcado por las flechas amarillas. Cuando el hastío y la humedad me iban pudriendo por dentro se iban desmoronando ciertas vigas que creía bien apuntaladas. Quizá en ese momento de debilidad, de vaivén de cimientos, creí ver la magia del Camino.

Mi cabeza ya olvidaba el número 30, y sólo pensaba en el 3. Llevábamos casi 10 km recorridos, y faltaban casi 3 para la próxima población con refugio, y nunca llegaba. Tras ellos, casi 20 hasta el final. Tenía frío, me dolían los pies, estaba calado, me pesaba más que nunca la mochila, los tirantes se hincaban en los hombros. Mi único sentido era llegar por llegar, por demostrarme a mí mismo que podía hacerlo, de forma completa, sin ayudas. En ese momento los factores de la lógica medraban mis fuerzas y mucho más mi voluntad. No encontraba motivo.

Pensé como siempre en el prójimo, en el que hacía esto por una cuestión de fe, y me imaginaba cómo caminaba contra viento y marea sin miedo al cansancio ni al paso de los kilómetros. Todo ello movido por una fe, una voluntad cristiana en este caso, que hacía que todo dolor se convirtiera en reto y ánimo. En ese preciso momento la voluntad de la fe metía un gol a la voluntad de la lógica.

Sé que hablo de mi caso, porque por ejemplo, a mi hermano, mi compañero, le movía otra voluntad muy poderosa. Su meta, no una promesa, más una dedicación, le daba fuerzas para seguir caminando.

¿Habré errado en mi meta, en mi motivo? Creo que no, no tenía otro. He fallado a mi motivo, que era yo mismo. Quizá una vez más no haya conseguido lo que me proponía por falta de voluntad, pero por supuesto que no reniego de la voluntad de la lógica, la única que me mueve. Tan solo fue una batalla perdida, al final la guerra la ganamos.

Camino 2010 (985)

2 comentarios:

  1. Reconozco que no son las palabras que esperaba leer. También es cierto que no creía que las conclusiones fueran a ser todas inmaculadas, porque sé que has sufrido y mucho, y que a ti lo de los ritmos marcados cómo que no te va mucho. Así que me has dejado con sensaciones contrarias. No obstante, creo que eres un poco cruel con-tigo.

    Lo que si te digo y que ya ampliaremos es que me encanta que el título que le das a tus conclusiones del Camino, sea la voluntad de la lógica, un ole para ti!

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  2. Enhorabuena, ¡llegaste a Finisterre! :D
    Un beso Patri

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