26 de enero de 2010

Valle de la Fuenfría

Tenía una cuenta pendiente con la Sierra Madrileña. Víctima de la aglomeración de personas en los fines de semana la había abandonado durante años de senderista, incluso de ciclista. Pero dado que estamos preparando un poco el cuerpo para la caña down under que se nos avecina, pues tenemos que hacerlo en plena época de nieves, que hay menos gente y es más bonito. DSC08843 Tocaba ir a Cercedilla, cuna de multitud de rutas serranas que tendremos que ir descubriendo. En esta ocasión al plan solo estamos apuntados Dani y yo. Le recojo en el aparcamiento y subimos hasta la Dehesa. El día se ha levantado mojado en Madrid, y aquí ya están cayendo las primeras gotas, chispea y hay niebla meona, y yo sin chubasquero. Estreno mochila, y la llevo a reventar, meto el cortavientos y me pongo el abrigo “impermeable”.

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Vamos a ascender por el Valle de la Fuenfría hasta el puerto del mismo nombre a través de la Calzada Romana, y nuestra intención es bajar por la Carretera de la República, manejando dos versiones: la corta y la larga.

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En cuanto empieza a subir la cosa, piedra a piedra, empieza a sobrar ropa, pero llueve y nos mantenemos abrigados. Pasamos el Puente del Descalso, la cosa se empina, y tras una cancela giramos erróneamente hacia la pista de la República. Retrocedemos, y tomamos el camino correcto pisando algo de nieve y piedras ya muy machacadas por la erosión y el paso del tiempo sin ningún atisbo de mantenimiento.  El sol comienza a brillar y caminamos con más brío. La niebla deja entrever el Mirador de la Reina en lo alto en la otra vertiente, y un paredón cubierto de nieve que nos confirma que esa misma noche debió soplar el viento fuerte y frío mientras el cielo descargaba la nieve para que se pudiera agarrar en la roca vertical.

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Tras un giro a la izquierda enfilamos el último duro tramo de la calzada romana antes de llegar al puerto. La nieve en este lugar se hace más presente, helada en las zonas más resguardadas.

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Los pinos siguen lloviendo nieve derretida, pero a medida que nos acercamos a nuestra cima el camino desaparece completamente cubierto por la nieve, muy pisada por otros senderistas, numerosos como los que nos hemos encontrado en el camino. Coronamos no sin esfuerzo con espesa niebla y el pelo chorreando.  

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Arriba una sorpresa, un grupo de ciclistas familiar, el Club MTB Rivas con el que hemos compartido salidas había subido desde Cercedilla por la carretera de la República y alguno se estaba preparando para bajar por la calzada. Una auténtica locura increíble de no haber sido presenciada por nuestros propios ojos. Tres intrépidos encabezados por Javier calzada helada abajo, unos auténticos titanes. El resto de sus compañeros no se quedan atrás y prosiguen hacia el Puerto de los Leones. Curiosamente en ese momento también coincidimos con un grupo de chavales que son también de Rivas, el barrio se ha quedado vacío.

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Avituallado me coloco de una vez por todas las dichosas polainas, podían hacer falta. Bajamos un tramo de calzada que discurre por dominios segovianos y descubrimos lo ya anunciado: este tramo está mucho mejor señalizado y mejor mantenido, a pesar de que solo apreciamos nieve se ve que es uniforme y lisa, es decir no tiene piedras desperdigadas por mitad de la calzada. A los pocos metros damos la vuelta con un cambio de planes, recorrer parte del Camino Schmid para bordear el primer pico antes de Siete Picos, el Cerro Ventoso. Pero, o estamos confundidos, o interpretamos mal el mapa del GPS, porque acabamos en la Senda de los Cospes, que por otra parte está espectacular, cargadísima de nieve, con el terreno muy pisado y compacto, helado, en ocasiones con gran pendiente a la izquierda. (He comprobado que fuimos por donde queríamos ir, y que la Senda de los Cospes una vez llegas al arroyo Ventoso es el Camino Schmid)

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Avanzamos hasta llegar al Arroyo Ventoso y nos damos cuenta de que no estamos haciendo lo que esperábamos, pero que se puede solucionar. Lo que era subir primero fue bajar después, pero ahora que nos localizamos tenemos que subir hasta el Collado Ventoso para acceder de nuevo a la Carretera de la República. Pero claro, el camino que aparece en el mapa no lo encontramos por ninguna parte tapado por la muy abundante nieve. Hacemos caso de nuestra intuición y tiramos campo a través en paralelo al arroyo. No tiene mucha pérdida: seguir un arroyo ladera arriba, sin cruzarlo, hasta llegar a un collado. Pero claro, se tiene que complicar: nieva, graniza o caen peta zetas como Dani apunta. El arroyo termina por desaparecer debajo de la nieve, y así nos encontramos hundidos hasta las rodillas siguiendo las huellas de lo que queremos que sea una persona, pero probablemente sea un animal del bosque.

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En este momento nos arrepentimos de criticar al que no hace pocos metros dejó sus huellas de raquetas sobre la nieve, y desearíamos, a cada paso con más fuerza, tener un par de esas. Qué suplicio caminar ladera arriba con tal cantidad ingente de nieve…DSC08818 Finalmente el pánico no cunde, aunque sí el cansancio, y llegamos hasta el Collado Ventoso. La niebla es muy cerrada y la nieve arrecia. ¡Menudo percal! Tiramos camino abajo, es hora de comer pero ya esperaremos a un lugar más propicio. Lo encontramos cuando llegamos a la Fuente de Antón Ruiz, cuando la nieve se comienza a convertir en lluvia y nos moja todas las viandas.

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Como el tiempo está loco, acaba nevando granizo, y en cuanto recogemos y nos abrigamos con todo lo que llevamos, el sol asoma sobre Siete Picos, mostrándonos de nuevo el Mirador de la Reina por el que al final no hemos pasado. Esta alternancia meteorológica, aunque ya sin lluvia, nos acompañará de vuelta por la versión corta de la bajada planificada por la Carretera de la República, acortando en algún tramo por los innumerables caminos, siguiendo nuestro compañero el punto naranja.

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En un par de horas estamos de regreso al coche, con despiste generalizado incluido, y es que para nada nos sonaba el tramo que coincide de bajada con el que habíamos subido hace unas horas. Y es que la niebla y la lluvia es lo que tiene. Gran día de montaña, de nuevo, una vez más, sobre nieve.

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