25 de agosto de 2009

Caminando con lobos: Sierra de la Culebra

ruta culebraLlevaba un tiempo queriendo hacer una ruta por la Sierra de la Culebra, en Zamora, pero no encontraba nadie por la red que hubiera hecho btt por allí, tan solo etapas de la vía de la plata, o rutas de pueblo a pueblo, pero ninguna por los innumerables caminos con los que cuenta. Así que saqué Google Earth, y haciendo zoom fui trazando una rutilla para una de las mañanas de mis vacaciones en el pueblo.

La Sierra de la Culebra es una Reserva Regional de Caza donde los corzos, los javalís y los ciervos campan a sus anchas sin más molestia que la guardería de la reserva, y la poca explotación de los pinares de repoblación de la zona. Como muchas de las zonas forestales de nuestro país se trata, en su mayoría, de bosques de repoblación de pino que han ido a sustituir (o recuperar) lo que antes eran robles, jaras y encinas. Aún quedan mánchas de éstos, pero bien es cierto que buena parte es pinar, aunque, al menos en intenciones, explotado sosteniblemente. En la zona también hay ganadería, y agricultura, de hecho la concentración parcelaria ha hecho que aparezcan caminos bastante anchos, muy visibles desde fotografía aérea, junto con los innumerables cortafuegos que se han construido.

Stitched Panorama

Y si juntamos estos ingredientes: caza acotada, ganadería, poca presión humana... obtenemos la recuperación del depredador más importante, para mí, de la Península: el lobo ibérico (Canis lupus signatus). Esta reserva resulta ser la zona de la Europa occidental donde mayor concentración de lobo existe.

Pero bueno, vamos a lo que es la ruta. Tras hablar con mi hermano, gran conocedor de la zona, y recopilando algunos paseos que he hecho por la reserva, decidí salir de Tábara, que ese día se encontraba en fiestas. Salí del pueblo pronto, madrugando, pero tardé en llegar una hora, y entre que esperé a comprar un buen pan, no empecé a pedalear hasta pasadas las 11:30, bastante tarde para el calor que estaba apretando estos días. Pero no había más problema que éste, porque no había más plan que disfrutar de un día entero por el campo.

La tónica de la ruta iba a ser constántemente la misma: parar en cada cruce, en cada hito, para comprobar en mi "mapa-imagen" dónde me encontraba. El siglo XXI ha llegado, pero de momento sólo me ha traído la imagen satélite. Pero había trazado un recorrido bastante intuitivo que recorría una de las entresierras (no llega a ser un valle) para pasar a la contígua y volver por ella. No había más meta que recorrer la zona.

Tras unas primeras dudas para coger los caminos que salían de Tábara, me dirijo hacia la Ermita de San Mamés, que me temo sigo sin reconocer. Para ello cojo un camino de concentración parcelaria, un tanto aburrido, que acaba junto a una dehesa pobladísima de helechos debido a la cercanía del nivel freático. Y amigos, humedad y calor, aparte de agobio, se convierte en mosquitos. Me persiguieron más de un kilómetro, pegados a mi, literalmente. Mú pesaos. Éstos desaparecen en cuanto empiezo a oír el canto de los abejarucos, que le dan color a un cielo terríblemente azul (por lo poco que filtraba la luz del sol). Cruzo un par de veces un arroyo que tiene acoplado un lagunajo, para tomar unos desvíos que me conducen ya por el camino definitivo.

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Éste camino va a ir cruzándose con los cortafuegos, donde posíblemente, en un horario mejor, con calma y sigilo, se pudiera ver algún "bicho". Finalmente la bicicleta no es el mejor medio para recorrer la zona y disfrutarla, porque tienes que ir con el 90 % de tu atención al camino, y no te quedan ojos para mirar a los lados, donde, lo sé, se esconden ciervos y corzos.

El camino se estrecha y se hace bonito, pero no me engaño, a pesar de ser un camino, y de disfrutar en él, no es mi medio, este medio es el del lobo, y el de sus presas. Me siento observado en todo momento, como si un montón de ojos desorbitados estuvieran mirando, pasivos, a mi paso.

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Entre cortafuegos y cortafuegos surgen, a derecha e izquierda algunos caminos que tienen buena pinta, pero que  seguro se pierden en los pinares o llevan a otra entresierra. Pruebo con uno, muy chulo, me tiro detrás de una oropéndola que quiere jugar con -migo hasta que sale a campo abierto. Éste camino vuelve de regreso y no me interesa.

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Prosigo mi marcha planificada y cambio de "valle". Hago una bajada vertiginosa con un para de saltos y llego a un cruce de caminos que no reconozco en mis "mapas". Recorro un poco más el camino, ya de vuelta, y al llegar a una zona con caballos me doy cuenta que mi intención no era ir por aquí. Digamos que llegaría al mismo sitio, pero quería ir por un camino que discrurre a media ladera, más cerrado en el pinar. Así que asciendo ese par de saltos que antes había dado y cojo el camino, que con la velocidad, me había pasado.

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Y sigo pensando que fue una buena elección, porque empecé pasándomelo bien en un camino más angosto, con la sensación más intensa de estar rodeado, pero me empezaba a sentir como Indi en la última cruzada, cuando el puente se derrumba a sus pies. Y es que el camino está sembrado de restos de rocas cuarcíticas y de pizarra, de tamaño medio, que no son estables al paso de las ruedas. Es verdaderamente costoso avanzar por este lugar, incluso a pie, por lo que sigo haciendo equilibrio para seguir pedaleando. Incluso las bajadas suaves son un inconveniente. Se hace eterno, pero tras cruzar un nuevo cortafuegos, el camino vira para la derecha y comienza a descender, primero suavemente para acabar pronunciándose su verticalidad, que sumado a la cantidad de piedras sueltas hizo que tuviera que bajar el sillín al estilo Dani, y fuera avanzando con las piernas colganderas fuera de las calas.

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Ese camino termina, y ya estoy en el otro "valle". Ya son las 14 horas y voy justo de agua, evidentemente, si no sabes dónde están el par de fuentes naturales que hay no hay agua por el camino, y yo no lo sabía. Y me había reservado subir hacia la otra sierra hasta llegar a un cortafuegos por donde podría subir hasta el mirador de El Casal. Pero tras las primeras rampas el cuerpo no daba para más, sigo por la ladera y continúo sin hacer ese apéndice de la ruta.

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Desciendo haciendo un par de eses, hasta llegar al valle del que salí. Y ya dándolo todo, a ritmo (el que tenía) iba pensando que no había elegido el mejor horario, que no había visto mucho animal, en esto que se oye el golpe de maderas y huesos, y la tierra levantándose bajo unas pezuñas. Casi me los como, tres ciervos estaban regresando de abrevarse, cuando asustados por mi presencia se atrancaron en una cerca, quedando a pocos metros de mi. Me quedé atónito.

Continué el camino que se unió al que llevé al principio, pero intento trazar una alternativa. En esto que acabo llegando de nuevo a Tábara atravesando un par de explotaciones ganaderas y huyendo de los mastines que las custodiaban. Ya en el pueblo me vuelvo loco por encontrar una fuente, han pasado las 15:30, hará más de 38 ºC, y tan sólo un feriante por la calle que muy amablemente me indica dónde poder abrevar. 36 km, y muchos más por descubrir.

Track de la ruta

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