30 de junio de 2009

Piedra sobre piedra: pseudo-integral de La Pedriza (parte II)

No se pasó mala noche. Como es de costumbre cuando duermes en saco, te despiertas cada vez que cambias de posición. El suelo de la cabaña está rodeado de piedras de donde pueden surgir criaturas terribles en tus sueños. En esta ocasión el ratón de la cabaña no nos limpió la cubertería, pero posiblemente del aislante abandonado surgiera alguna que otra pulga que me picó el antebrazo. Lo que me surcaba el pelo por la mañana no era una jauría de opiliones, sino mis pelos azotados por la tenue brisa que se colaba por los troncos, refrescándo el ambiente. Vamos, que me desperté a las 6:55 jodío de frío. Pero bueno, un desayuno energético, colaboración en la repoblación del bosque y a recoger.DSCN9090

DSCN9086 A las 8 estábamos recargando las cantimploras y pimplándonos litros de agua pues en la ruta era complicado encontrarla. Suerte de  este maravilloso arroyo, que como el de los Poyos, nos surte de agua, pura, fresca y cristalina, junto a nuestros dormideros. Eso sí, no la embotelléis durante mucho tiempo ni la expongáis demasiado al sol, no vaya a ser que se reproduzca tanta pureza.

Comenzamos a subir el tramo de la PR-2 de 2 km que nos queda hasta las Torres. Aprovecho un tramo de cobertura para ponerme en contacto con Nando y Susana, que van a subir a esperarnos al Collado de la Dehesilla. Están de camino. Sobre las 12 hemos quedado con ellos, 4 horas más tarde.

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El camino es agradable, duro, pero se deja hacer bajo la sombra del pinar. Cuando éste termina, estaremos apunto de llegar al Collado del Miradero (1.878 m), antesala de Las Torres. Una vez aquí te deleitas con las maravillosas vistas. Ves La Bota y el camino que nos queda por recorrer. Conectas Las Torres de La Pedriza con las torres de la Castellana. ¡Qué contraste! Tomas algo de aire, observas la ruta que hace poco tiempo hicimos en bici por las Z's, en el otro valle. Divisas y fotografías toda la Cuerda Larga de la Sierra Madrileña, la Bola del Mundo, la Maliciosa, Cabezas de Hierro... un verdadero balcón, es comprensible el nombre que toma el collado.

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cuerda larga

Allí vemos a la primera persona que ha debido subir muy temprano, pues son las 10 de la mañana. Nos adelanta mientras dudamos si asomarnos a alguna torre o no. Finalmente desistimos, pues las últimas veces ya lo hemos hecho, y hay que escalar. Debemos continuar por el PR-1, las marcas amarillas y blancas que no son siempre fáciles de encontrar en este brezal lleno de piedras.

He sacado los prismáticos y pronto me llevo la primera sorpresa: una pareja de Buitres negros posados a escasos metros de nosotros. ¡Alucinante!

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Proseguimos la marcha ascendiendo hasta casi los 2.000 metros, el gps se encarga a posteriori de recordarnos que no los hemos superado por escasos metros, pero no es nuestra meta hoy. Me despisto hasta asomarme al Collado de Matasanos, con una caída orientada al este espectacular. Pero tenemos que superar por detrás las cumbres, a través de los Canchos de los Gavilanes, hasta llegar a un patio sobrecogedor, el Circo Tiermes, colgado de lo más alto del Parque. Sobran las palabras, pero hay que estar allí para deleitarse con su esplendor.

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circo termes Tras las fotos comenzamos a bajar pedruscos, pero no podemos dejar de fotografiar la maraña de rocas que forman el paisaje.

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No encontramos El Dedo de Dios, pero sí su falo. Recibimos llamada de nuestros amigos. Ya están en el Collado de la Dehesilla, y no son ni las 11. A nosotros nos queda un rato largo, nos hemos entretenido a hacer fotos.

dsd el ventanilloCaminamos, dudando, hacia El Ventanillo, y algún tramo ya empieza a ser aéreo, haciendo uso de brazos y piernas. Llegamos al Collado de los Hoyos. A partir de aquí el camino va a ser muy duro, salvando en ocasiones fuertes desniveles a través de canales con piedras muy grandes, haciendo destrepes de unos cuantos metros. Empezamos a utilizar el verbo del día: "toca desmochilarse". Es realmente cansado, no sabes por dónde tirar, uno baja, generalmente Dani, le paso su mochila, luego la mía, y pruebo a bajar. Surgen pasos realmente complicados para gente poco experimentada en esto como nosotros, cansada y con mochila.

Volvemos a hablar como podemos con nuestros compañeros, van a subir a nuestro encuentro. Mientras prosigue nuestra ruta por el Collado de la U y el Collado de la Ventana, donde ya nos empezamos a cruzar a más gente. Volvemos a perder la senda, y a encontrar de nuevo las señales amarillas y blancas.

Nos encontramos una cabra que no nos quiera dejar pasar, se acerca a nosotros, y al final ocurre lo que tenía que ocurrir, sucumbe a nuestro bestialismo.

Nos despistamos con la anécdota y la gracia, pero toca seguir destrepando piedra, en ocasiones túneles y pasadizos estrechos difíciles de franquear, como el que hay después de la Pared de Santillán. Lo que son las cosas, hay gente subiendo en vertical y nosotros con este ritmo.

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Bajando hacia El Torro la situación se hace difícil. El cansancio es agobiante, tanto como pensar que nuestros amigos nos están esperando desde hace ya unas horas. Nando nos dice que subió a por nosotros pero que se dio la vuelta. Le damos un par de pistas para saber si ha estado por donde nosotros estábamos y parece que es así. Nos dice que estamos "a 10 minutillos". Son las 13:15 y seguimos bajando, como la moral.

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Al final es más duro psicológicamente que físicamente el ver que nunca llegas. Lo que hace desconocer el camino. Me paro, tomo aire e intento recobrar fuerzas, si por mi fuera me paraba a comer ya mismo, pero hemos quedado. Junto a El Torro nos cruzamos con un hombre barbudo que nos despista y nos hace estar perdidos durante un cuarto de hora, lo que nos faltaba. Como algo, tengo hambre, prosigo.

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DSCN9200_1Finalmente encontramos el camino, toca subir un poco. Deberíamos encontrarnos con Nando. Nada. Tras Matalevicial empezamos una bajada muy empinada, hay que agarrarse a las ramas de los árboles, descolgarse, saltar, agacharse, agarrarse al granito. Podría hacer el anuncio de Neutrógena sin trucos televisivos. Nos cruzamos con unos chavales, que me dicen que el Collado está "a 10 minutos". Ante el gesto de mi cara me dice que “subiendo, bajando serán 5”. Le explico que llevo 4 horas bajando piedras, desde Las Torres, y sus acompañantes no entienden cómo la Pedriza puede ser tan grande.

Finalmente, a las 14:30, tras un nuevo túnel (este sí) llegamos por fin, extenuados, al Collado de la Dehesilla (1.453m) a reunirnos con nuestros amigos.

Nos queda descansar, quejarnos, fliparnos, alucinar con la proeza y lo paquetes que somos, y recuperar fuerzas, comiendo y durmiendo. Mientras, los pacientes Nando y Susana se suben hasta la Pradera del Yelmo.IMGP1391

Cuando bajan les estamos esperando, para coger camino descendente (cómo no) hasta el Tolmo. El camino no tiene nada que ver con lo andado, pero el cansancio se acumula, también en nuestros amigos que se han subido al Yelmo como unos machotes. Tras observar “El Pájaro”, la fuente del Tolmo sacia nuestra sed, y de ahí, sin parar, a Giner de los Ríos, la Autopista de la Pedri y Cantocochino. 400 metros de desnivel nada desdeñables a estas alturas de la jornada.

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Finalmente llegamos a los coches, hechos polvo (los coches, jua) a las 7 de la tarde. 24 horas después, con 1.000 metros de ascensión ensombrecidos por la tortura de los 1.000 metros de descenso. Y es que, ¡qué mal acostumbrados estamos a bajar con la bici!

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29 de junio de 2009

Piedra sobre piedra: pseudo-integral de La Pedriza (parte I)

Este fin de semana tocaba dejar las ruedas aparcadas, y calzarse las botas y echar a andar. Los que me venís siguiendo desde mi otro blog sabréis que de vez en cuando nos gusta dejarnos caer por la Pedriza del Manzanares, nuestra Pedri.

El viernes me escapo un poco antes del trabajo para llegar a buena hora a Manzanares el Real. Allí me espera Dani, ataviado con casi todo para pasar un par de días pedriceros 100 %. La idea en esta ocasión es subir una vez más a Las Torres, y descenderlas por la PR-1 dirección El Yelmo, es decir hacer la ruta circular en sentido de las agujas del reloj. La novedad era esta última parte, pues siempre habíamos descendido por donde habíamos subido, desde Cuatro Caminos. Pues bien, ahora me entero que casi conseguimos hacer la famosa Integral de la Pedriza (casi na), aunque haciendo noche a mitad de camino con lo que ello conlleva (macutazo).

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Tras proveernos cuidadosamente de lo que íbamos a subir a la montaña, poco después de las 19 h emprendemos camino desde Canto Cochino. Dani va provisto de GPS y yo de mapa, pero aún así el comienzo es dubitativo. Mi primera sorpresa es que no vamos a subir al Collado Cabrón por la PR-1, sino por un camino que asciende directamente hasta el Cancho de los Muertos.

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Este camino, no es más que la torrentera seca de un arroyo, que en estío te permite ascender  por él, cobrándote como peaje numerosos arañazos y magulladuras, amén del esfuerzo que supone avanzar con la mochila y el aislante atravesando entre las ramas de pinos, jaras y enebros. Enseguida el corazón se pone a latir a cien, menos mal que la temperatura acompaña suavemente, y que al rato vamos superando obstáculos, y asomándonos a miradores que nos dejan fantásticas estampas.

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Por fin llegamos al Collado Cabrón, por esta senda que nunca habíamos recorrido. Parece que había pasado lo peor de la subida, pero aún había que continuar subiendo.

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Sin cruzarnos con nadie, intentamos seguir el camino que marca el gps en su (anticuado) mapa, sorteando los riscos que se encuentran antes del Collado de la Romera. Algún día nos tendremos que entretener en intentar averiguar qué rocas son el Pajarito, la Campana, la Vela o el Carro del Diablo. Pero hoy no es el día, queremos llegar al vivac con algo de luz, y nos queda camino por recorrer. Sí os puedo dejar un par de detalles de los lugares por los que hemos de pasar:  Las cumbres de Las Torres, y el Tolmo.

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Tras los últimos pasos escarpados emprendemos descenso por un pinar desviándonos de la PR-1, hasta el cruce de Cuatro Caminos, dejando a la derecha el camino que sube hasta Puente Los Poyos. En Cuatro Caminos tomamos la PR-2, que ascenderá hasta nuestro lugar de pernocta.

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Aquí tengo que darle un tirón de orejas a Dani pues en un tramo reculó para cambiar de ruta por no querer hacer el cabra por unas rocas como siempre hemos hecho, y nos metió en un atolladero peor, del que tuvimos que salir emulando a la susodicha cabra. Mal.

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En este tramo más despejado seguimos teniendo hermosas vistas mientras la luz va decayendo, y creo divisar encima de mi la Terracita de la Aserco (si ese es su nombre). Enseguida vamos a dejar de subir por piedras para comenzar un sendero dentro de un bosque de pinos, a la orilla de un arroyo que nos va a llevar la mítica Cabaña de la Aserco, donde pasaremos la noche, el campamento 1.

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La Cabaña se encuentra deteriorada, si cabe más que la anterior vez que estuvimos, y es una lástima que la dejemos que se deteriore, pero, me incluyo, tenemos poco respeto por estos vivacs que se construyeron ya hace tiempo.

Estamos ya cansados, yo especialmente tras la semana de trabajo, con sueño acumulado. Así que nos cambiamos, y adecentamos el lugar para pasar la noche. La anécdota la protagonizará la comida, o más bien el modo de consumirla, pues además de embutido y queso hemos traído lo necesario para prepararnos un cous-cous (precocinado), pero ambos hemos olvidado el utensilio para comerlo!! Recordamos las enseñanzas de El Último Superviviente, Survivor Man y Jesús Calleja, pero nada, no decían nada de cómo comerselo sin utilizar las andrajosas manos que en esos momentos teníamos. Así que finalmente improvisamos una cuchara con el envase de un dónut, toma ya! Ah! y la Sangría Don Simón, qué buena estaba!

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Es medianoche, los ojos ceden, la cremallera se cierra, la noche es fresca así que los mosquitos no molestarán en esta ocasión. Hay que descansar, mañana se prevé un día duro.

17 de junio de 2009

Tarde tormentosa

Sólo a mi se me ocurre, después de la paliza del domingo, salir en bici el martes. Pero como había dejado la bici en Rivas, pues a la salida del curro fui para allá, a echar un ojo a la huerta y de paso explorar algún camino que tenía quemado desde el Google Earth.

Bajé por el Pueblo de Rivas hasta el Soto de las Juntas. Ya pude observar cómo a lo lejos, sobre el cerro de Coberteras estaba descargando una tormenta, pero no me iba a pillar, lucía el sol y hacía buena temperatura.

Imagen306-Imagen307 - 1226x2526 - SCUL-SmartblendTenía ganas de explorar un camino que va desde la Depuradora de Rivas, en paralelo a la A-3, hasta la Cañada Real. Hice el tramo de carretera y me desvié por tal camino. En seguida llegué a un desvío que me acercaría a la salida 17 de la autovía. Crucé el cauce pedregoso que construyeron después de la riada del año pasado que hizo que se cortara en ambos sentidos la autovía, y comprobé que no había forma de incorporarse a la calzada, ni haciendo el cabra siquiera, así que no sería una forma de volver a casa, evitando pasar por el pueblo.

Aproveché la ubicación para hacerme una idea de cómo fue aquel día que este arroyo seco se desbordó causando tal caos. Entendí que todo derivaba de la construcción de la salida 17 en mitad del cauce paralelo a la A-3. En fin, que ahora esa poca agua que llevaba se metía por un tubo, y el cauce de piedras iba seco.

Me adelanto unos metro para girar a otro camino que baja en perpendicular a la A-3, y compruebo que efectivamente se acaba en una alambrada, pero me asombra que ese camino es de asfalto, y que debía ser una antigua incorporación, quizá de cuando la autovía era una Carretera Nacional.

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Cuando me doy la vuelta veo la que está cayendo detrás del cerro que tenía a mis espaldas, y me empiezo a temer lo peor: me voy a mojar, y mucho. Pero a lo lejos diviso los restos de lo que pareciera una antigua fábrica. Me dirijo hasta allí cuando empiezo a oler a tierra mojada y el cielo se empieza a iluminar.

 

El panorama era tétrico, la típica fábrica derruida donde pasan cosas malas, habitan perturbados mentales y donde perfectamente te puedes encontrar un cadáver. Pero no, esto está entre Rivas y la Cañada Real, ahí no puede pasar eso. Así que localizo un lugar donde cobijarme de la lluvia que comienza a caer, y decido por meterme en una torre de transformador, por supuesto obsoleta, pero en pie y con cubierta. Como aún no llueve demasiado la curiosidad me lleva a ver qué más hay por allí, y salvo ladrillos rotos, paredes sin techo, pintadas, basura y muchos conejos no hay "nada más".

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En esto que se pone a llover como si hubiera agua en los cielos (literal). Es como si de las nubes hubieran abierto una compuerta soltando el agua de golpe. Los truenos zumban cada vez más cerca, los rayos los veo por la puerta. Rivas ya no está. Un relámpago rompe la roca a escasos metros, retumban todas las paredes donde me encontraba. Mando un SMS a mi amigo Nando para que al menos alguien sepa dónde estoy, por si me ocurriese algo (hasta ese punto llega el acojone que tengo).

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El tiempo pasa lento, pero se empieza a divisar el Polígono de Santa Ana. Finalmente escampa, salgo de mi escondite y empiezo a oír las sirenas de bomberos y policía. La autovía está cortada y todos los coches, de ambos sentidos, parados. Subo al cerro que tengo al lado a ver qué ha pasado. Por lo visto un camión ha volcado cruzándose en mitad de la calzada sentido Madrid. Doy una vuelta por lo que ha sido mi cobijo, comprobando cómo el terreno está anegado y la rueda se encaja en los surcos.

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Tan sólo chispea, pero se va haciendo tarde. Basta por hoy, vuelvo para casa. No va a ser fácil. El terreno por el que voy es plenamente aluvial, arcilloso, y está repletito de agua, las ruedas van para donde quieren, debo hacer verdaderos equilibrios para no acabar con los huesos en el barro. Me subo por la cuneta, hasta los cardos le confieren algo de compacto al terreno, los aprovecho. Llego a la carretera, inundada, desde ella puedo comprobar que por donde antes caminaba intentando imaginar cómo podría llevar agua, ahora es un torrente que lo arrastra todo.

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Un día más, sin quererlo ni beberlo, vuelvo embarrado a casa.